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UNA ARTISTA CON PAJARITOS EN LA CABEZA
El maravilloso mundo de las fotos de Julieta Anaut, egresada del INSA de Roca.

A la pesca de imágenes y "con pajaritos en la cabeza". Así va por la vida -cámara digital en mano- Julieta Anaut, una joven artista de la región que dio su gran salto en el 2006 tras radicarse en Buenos Aires. Todo lo que le atrae en su andar es registrado. Luego, al momento de la creación-composición, abre el archivo y rescata alguna de esas "joyas" para integrarla a su nuevo mundo.

Julieta es artista plástica, egresada del INSA de Roca. Fusiona el dibujo, la pintura y el collage con la fotografía por medio de técnicas digitales. Pero no deja de lado su cuerpo: trabaja en el área audiovisual con video-performance.

El reconocimiento le llegó hace dos años, con el primer premio en el concurso de "Arte por Arte" por su trabajo en fotografía llamado "Ofelia", realizado en el baño de su casa y con ella flotando en el agua y en medio de una naturaleza artificial forzada al extremo. Es el personaje de Hamlet que muere por amor, pero ahora en circunstancias bien distintas. "Ofelia en el cristalino arroyo", del que también hizo un video, fue el gran disparador en su carrera -tapa de revistas especializadas de fotografía, nota en la "Rolling Stone", entrevistas en programas culturales de la tevé- que le permitió "salir del taller" para exponer en reconocidas galerías del país y del exterior: Centro Cultural Recoleta, Cceba, MALBA, Palais de Glace, Arte x Arte, Pabellón. La última convocatoria le llegó de Roma. Tres de sus fotos fueron seleccionadas y participaban en una galería para jóvenes fotógrafos del Instituto Ítalo Latinoamericano. La temática tiene que ver con la naturaleza.

De paso por el Alto Valle y rumbo a Bariloche, donde participó del reciente festival de cine y video con uno de sus cortos, Julieta mantuvo una entrevista con "Río Negro".

Aquello de que va por el mundo con "pajaritos en la cabeza" viene de su adolescencia. Mientras vivió con sus padres en Cipolletti la cargaron diciéndole que andaba volando y que su peinado revuelto parecía un nido. Nada mal para alguien que afirma que desde chica le gustaban los cuentos de hadas. De allí tomó elementos para definir su propio estilo artístico, en el que la vuelta a la naturaleza, la mujer y lo romántico -con un toque de fantasía- son determinantes.

"¡Sí, tengo pajaritos en la cabeza!", dice Julieta desde adentro de su saco marrón claro con flores de distintos colores que ella misma bordó. Lo afirma elevándose desde su pequeña estatura y con gesto duro para su rostro de eterna niña. "Y es así porque vengo de un paisaje de chacras", agrega. "Un lugar que hace un tiempo caminé tranquila, escuchando los ruidos de la naturaleza... pero ahora estoy en otro (Buenos Aires) donde eso no está o apenas se presenta".

Entonces, la presencia de la artista en la gran metrópoli juega ahora como una suerte de revancha. Así parece reflejarlo en sus obras. A los espacios artificiales, grises, de extensos muros y cemento, los inunda con los colores de la naturaleza: flores, pájaros, peces, cisnes, manzanas, enredaderas y arroyos. O si no recurre a las figuras mitológicas y personajes de la literatura: sirenas, medusas, "Ofelia", procesiones de mujeres. Rituales de seres que viven desterrados, tratando de sostenerse en la modernidad .

A su primera serie de fotografía la llamó "Ofrendas" y en ella se refleja el momento que estaba atravesando: su paso del interior a la gran ciudad. "Ofrendas lo tomo de la literatura, porque es un nombre que tiene que ver con un ritual de paso, en el que una persona que estaba en un momento o lugar de la sociedad pasa a otro. Es cruzar un umbral donde luego no sos ni uno ni otro", explica. "Pasar de la naturaleza a la ciudad es como pasar de chica a ser grande", completa.

Julieta hizo el profesorado de Artes Plásticas en Roca, con especialización en pintura y grabado. "Manejaba las herramientas y técnicas pero ¿cómo se muestra lo que hago?". Ése fue el gran interrogante con el que partió hacia Buenos Aires. Quería hacer arte y tratar de vivir de eso. Allí conoció a su novio, Ignacio Laxalde, que hacía cine, y trabajó en su grupo. Aprendió sobre vestuario, puesta en escena y grabación. Paralelamente realizó talleres de técnicas digitales y trabajó con la artista Matilde Marín, que necesitaba una asistente en fotografía que manejara el Photoshop. Con sus nuevos conocimientos empezó a hacer sus propias fotos y montajes que le permitieron retomar técnicas ya adquiridas. "Antes hacía pinturas cosiendo y ahora, para las fotos, los vestuarios de las modelos los construyo yo misma. Lo mismo que las pajareras, coronas de frutas y todo lo ornamental que rodea a la protagonista de mis series", relata.

La ciudad y su vértigo fueron todo un tema, un gran desafío para la creación. "La pintura y el grabado me quedaban chicos para mostrarla", sostiene. Cuenta entonces que cuando inició el taller de fotos no se imaginaba a Buenos Aires como fondo de sus trabajos. De allí que las primeras tomas fueran en el interior de su departamento. Hasta que un día fueron a trabajar a la terraza. "Quiero un fondo de naturaleza, acá, hoy", dijo. Lo más cercano que tenían era el fondo del cielo. Tuvieron que trabajar en contrapicado para que no se les metieran los edificios". Hasta que su novio propuso: "Te las saco con edificios y vos después las borrás con el Photoshop". Cuando Julieta vio más tarde su imagen con una corona de pajaritos, en la terraza y con los edificios entrando con fuerza desde atrás, se dio cuenta de que no hacía falta quitar nada. "La corona parecía una especie de antena con la que yo intentaba comunicarme", comenta entre sonrisas.

¿Es difícil para el artista local adaptarse a Buenos Aires? Todo pasa por la voluntad, cree Julieta.

"Me parece que en general desde acá se ve a Buenos Aires como algo terrible, imposible de alcanzar. Pero creo que es al revés. Allá tenés más facilidades, hay circuitos para la cultura que están armados desde hace años. Estás en contacto con los artistas más reconocidos del país y nos pasa de salir en revistas y medios cuando antes ni te lo imaginabas".

Si bien se reconoce como "hipertímida" y que le da cierta vergüenza hablar, considera que el trabajo del artista no sólo es hacer la obra. "Hay toda otra parte donde uno tiene que moverla; recién cuando la mostrás se cierra el ciclo".

 

JOSÉ LUIS DENINO

josedeni@yahoo.com



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