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Escenario con pasado y futuro | ||
La historia de uno de los hitos culturales locales. .Cómo el Teatro del Bajo mutó en El Arrimadero. | ||
Hablar de teatro en Neuquén es hablar indiscutiblemente del Teatro del Bajo, que sentó las bases de una actividad artística independiente, libre y democrática. Sus primeros pasos fueron a fines de los 70 pero su esplendor se percibió a principios de los 80. Teatro del Bajo fue una sala, fue un grupo de artistas luchadores y se puede decir también que fue un movimiento artístico que sembró el ejemplo para cosechar, décadas después, actores, directores, dramaturgos y obras que trascendieron la frontera de la ciudad. Todo comenzó en un pequeño espacio ubicado en el "bajo" de la ciudad. Con calles de tierra y pocos comercios en la periferia, el Teatro del Bajo se instaló en la calle Misiones al 200. Al recorrer la historia de esos escenarios, comienzan a surgir nombres como el Víctor Mayol, Rosario Oxagaray, Raúl Toscani y Cecilia Lizasoain, entre tantos otros. Jóvenes que venían de otras latitudes, que regresaban a la ciudad luego de estudiar "afuera" o nacidos en la ciudad que no querían irse a ningún lado. Aquel grupo no sólo levantó un escenario y subió el telón, también peleó duro por el desarrollo y afianzamiento de la actividad teatral. Eran épocas difíciles si se pretendía hablar de libertad, independencia y democracia. Sin embargo, y a pesar de limitaciones, persecuciones y silencios impuestos, pudieron armar los cimientos que aun hoy perduran firmes. En aquel lugar no sólo se presentaban obras de teatro. También fue un espacio de formación de profesionales del arte. Se dictaban cursos, talleres. Los mismos actores y directores eran docentes que le ponían pasión y ganas. Pese a la importancia que tenía para la cultura local, el Teatro del Bajo debió también encarar una lucha que aun hoy está latente: la escasez de salas y espacios aptos para la presentación de obras de teatro. A la vez, el financiamiento también fue tema de preocupación. Los "padres" del Teatro del Bajo hicieron uso de todos los recursos que en ese momento tenían a mano y salieron a combatir. Pedido a las autoridades del momento, gestión de aportes monetarios, movilizaciones, obras para difundir la actividad y crear conciencia sobre la importancia de mantenerla viva; son algunas de las tantas cosas que hicieron por mantener con vida su proyecto. Pero irremediablemente, con el dolor de actores, directores y dramaturgos, las puertas del querido teatro debieron cerrarse para siempre. Fue la vez en que se bajó el telón y no hubo aplausos para los actores. Pero sí quedó entre bambalinas latiendo el ejemplo y la semilla. Los artistas lejos de claudicar, renovaron fuerzas, se reagruparon, sumaron gente y fueron los que le imprimieron desarrollo a lo que actualmente es La Conrado Centro Cultural, que en aquel entonces era un anexo de un colegio. Allí poco a poco lograron que en ese pequeño espacio se concentrara la actividad teatral y creciera en calidad y cantidad. Y así llegó a la actualidad siendo "el lugar de la cultura neuquina, con dos salas y un proyector de ampliación.
LOS SUCESORES Sobre el terreno que en la década del 80 sostuvo al teatro neuquino, se fueron levantando durante las décadas subsiguientes locales dedicados a una infinidad de rubros. Pasaron los años y aquella semilla germinó. Sólo había que esperar tiempos propicios y la llegada de nuevas propuestas para reactivar el edificio. Así fue que, a comienzo de 2000, nuevos actores retomaron la idea y reabrieron las puertas de ese espacio. Para adaptarlo a las necesidades modernas del público, el lugar se transformó en un "resto-bar-teatro" y por supuesto le pusieron un nombre que recordara su pasado. Lo bautizaron Viejo Teatro, un lugar donde se podía disfrutar de una buena obra de teatro de un recital mientras se degustaban las propuestas gastronómicas. El Viejo Teatro puso su granito de arena en la resolución de una problemática muy arraigada en la ciudad, luego de la tragedia de Cromañón. Se abría una sala más donde los artistas podían mostrar su trabajo. Desfilaron por allí estrenos teatrales, bandas de rock neuquinas y de otras ciudades. También se realizaron encuentros y talleres. Su actividad duró poco tiempo y las puertas volvieron a cerrarse. Pero esta vez andaba cerca un loco amante del teatro, Raúl Ludueña, que no tardó mucho en tomar la conducción de un proyecto para remodelar y volver a poner en circuito ese lugar. Se cambió la fachada, se construyó un escenario y camarines, se mejoró la acústica y la distribución interna del salón. Se pintó de colores vivos el frente y se colgó el cartel de "pronta inauguración". Desde entonces, funciona allí El Arrimadero Teatro, que ofrece los fines de semana una amplia variedad de espectáculos. Raúl Ludueña falleció este año, pero dejó su recuerdo tan vivo, tan intacto que la gente que trabajó con él mantiene firme la propuesta del Arrimadero. En Misiones 234, cuando las luces se apagan, el telón se baja y la sala se silencia, aun se escuchan los ecos de aquel viejo y querido Teatro del Bajo, una lección de arte y de vida.
El fondo de apoyo a las salas independientes |
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