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La fruticultura regional enfrenta serios problemas estructurales
Todo indica que se ingresa en un nuevo ciclo económico.

La economía en la Argentina siempre mostró, a través de su historia, ciclos bien definidos y las producciones regionales no quedaron fuera de este esquema. En los últimos cuarenta años las crisis en el país fueron recurrentes.

La mayor parte de ellas tienen un mismo origen y las consecuencias suelen ser muy parecidas. Por lo general, todo comienza por un desvío en los precios relativos y, como contrapartida, las políticas gubernamentales buscan atar el dólar a la moneda local para que estos desvíos no se profundicen, afectando las variables macro del modelo.

El problema que tiene la aplicación de este tipo de políticas es que, en el mediano plazo, todo termina en una profunda crisis económica. Pasó en el 74 con el Rodrigazo, en el 81 con la tablita de Martínez de Hoz, en el 87 con el Plan Primavera, a fines de los 90 con la crisis de la convertibilidad y ahora, en el 2010, con un modelo bajo la presión de los costos con un dólar anclado.

La crisis que sufre hoy el sistema frutícola del Valle por falta de competitividad presenta muchas de las características observadas en los ciclos históricos mencionados párrafos arriba.

Hoy los problemas de la actividad tienen varios orígenes: algunos son propios del sistema y otros externos (como las limitaciones del modelo económico).

La combinación de ambos factores, internos y externos, trasla-da hoy la actividad a un complejo escenario, en especial sobre la nueva temporada que se avecina.

En relación a los problemas que afectan a la actividad no habría que dejar de mencionar los siguientes:

* Los bajos niveles de productividad que presentan las explotaciones frutícolas respecto de países competidores, como es el caso de Nueva Zelanda, presionan sobre los costos fijos de la actividad quitando competitividad a la cadena primaria del sistema. Hoy el Valle está produciendo un promedio de 28.000 kilos por hectáreas (entre peras y manzanas) contra los 55.000 kilos que cosecha esta importante isla de Oceanía. Europa, en promedio, también se ubica con una productividad mucho mayor que los 28.000 kilos locales. Es imprescindible comenzar a buscar los mecanismos para que, en un plazo definido, la fruticultura regional mejore su promedio de producción por hectárea. Estos cambios llevan décadas para alcanzar los logros esperados.

* Otro de los problemas está dado por la calidad de lo que se produce en el Valle. En manzanas, en relación a la producción de peras, se observan mucho más claras las diferencias respecto de lo que ocurre con nuestros competidores. El sistema frutícola del Valle destina cerca del 50% de la manzana que produce a la industria. Es decir que, de las 28 toneladas promedio por hectárea que cosecha, la mitad va al descarte con un precio, en el mejor de los casos, del 30% del valor conseguido en el mercado en fresco. Pero más grave aún es que el productor trabaja esa hectárea para que los 28.000 kilos salgan al mercado en fresco, podando, aplicando todas las curas y haciendo las labores culturales para sacar fruta de calidad. Es decir: en la estructura de costos aplica el 100% de los mismos sobre su hectárea en producción, pero sus ingresos no responden de la misma manera ya que sólo el 50% de lo que cosecha se destina al mercado en fresco, que es donde verdaderamente la fruta obtiene un valor relevante.

* La falta de una política nacional y provincial que permita el desarrollo de la actividad es otro de los puntos pendientes para el sistema regional. No hay un plan estratégico que permita proyectar la producción en la actividad ni existe el marco institucional adecuado para dar previsibilidad a un sistema que produce tan importante derrame económico en la sociedad. ¿Qué es lo que hicieron los gobiernos en las últimas dos décadas para favorecer el desarrollo de la actividad? ¿Qué obra de infraestructura podemos recordar en estos últimos diez años que haya beneficiado a la fruticultura? ¿Qué aportes tecnológicos se hicieron desde el Estado para mejorar la competitividad en los mercados? El accionar del sector público ha sido en estos últimos años netamente extractivo. Sólo de impuestos, anualmente, se lleva del sector algo más de 200 millones de dólares, más de un cuarto de lo que factura el sistema en cada temporada. Es decir: cada cuatro años el Estado se lleva una cosecha completa del Valle. Con estos conceptos no se trata de que la actividad deje de pagar sus impuestos. Lo que sí sería importante es que, por el esfuerzo que hacen los productores y empresarios para poder sostener el pago de todos sus tributos, algo vuelva a la actividad no como subsidio directo sino como un fondo para sostener -con un programa estratégico- el desarrollo de la actividad para los próximos diez años. Sin un plan estratégico consensuado y respetado por todas las partes que componen el sistema, difícilmente se puedan sortear los problemas estructurales que tiene la actividad.

* La necesidad de modificar el esquema comercial que hoy presenta el Valle es otro de los temas. No existen propuestas que permitan obtener mayores retornos por kilo comercializado. Los mercados internacionales son cada vez más competitivos, hay mucha más fruta en las góndolas (tanto al hablar de volumen como en especies y variedades) y el Valle sigue vendiendo como lo hacía hace 30 años. Pareciera que, más que exportadoras, algunas empresas son "cargadoras" de barcos con fruta para ser comercializada en destino. No caben dudas de que faltan ideas. Hoy salen por San Antonio, hacia Brasil y el mercado interno, cientos de marcas de fruta del Valle con calidades y tamaños diferenciales (pese a que en los rótulos muchas veces dicen lo mismo). El sector empresario no logra homogeneizar criterios mínimos para exportar, no trabaja con sistemas de autogestión para imponer una marca (logo) que garantice un piso de calidad para comercializar ni existe una estrategia comunicacional para incentivar el consumo o que promueva las bondades de las manzanas y peras del Valle. En definitiva, pereciera que la fruta de la región se termina vendiendo porque del otro lado hay alguien que compra luego de desechar otras oportunidades. Y en momentos de crisis, no contar con ventajas competitivas en la faceta comercial genera pérdida de posicionamiento del producto y menores retornos por esa fruta que se vende. Es un tema de compleja resolución pero existen ejemplos que marcan diferencias en la comercialización. Sin ir más lejos, hacia mediados de la década del 80 el empresario Nino Bocchi, en aquel entonces dueño de Expofrut, había logrado firmar acuerdos con los principales supermercados del norte de Europa asegurando que la fruta que salía del Valle llegara directamente, sin intermediarios, a las góndolas. Eso, en su momento, marcó una diferencia clave sobre el resto de las empresas que trabajaban, en general, bajo el sistema de consignación en los mercado mayoristas. Hoy muchas son las exportadoras que venden directamente al supermercado, por lo que se perdieron las ventajas competitivas que presentó esta alternativa en los 80 y parte de los 90. El empresariado local debería comenzar a trabajar en conjunto para evaluar estrategias comerciales que permitan mayores retornos sobre nuestros productos comercializados.

* El modelo económico es otra de las limitantes estructurales que muestra la actividad. Por un lado, los costos internos del sector crecen a tasas mucho más altas que las modificaciones que sufre la paridad cambiaria, punto clave para el desarrollo de la competitividad de un sector ligado a la exportación. Hoy en la Argentina, los costos crecen a una tasa promedio del 20% en dólares. Un escenario incompatible con la realidad del mercado. La política salarial es un punto de referencia en los costos de la fruticultura regional por su fuerte impacto en el valor agregado en un sector altamente exportador. Un reciente informe elaborado por la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI) señala que una forma de evaluar la participación del trabajador en la evolución económica del sector es comparar cuántas cajas de frutas se deben exportar en base al precio FOB de cada año para cubrir el costo del salario mensual promedio del sector. Este indicador, señala el documento, permite demostrar que la participación del salario en el negocio de exportación se ubica en un nivel máximo histórico (ver infogramas adjuntos). Pero no sólo la mano de obra es lo que muestra este tipo de desvíos dentro del sistema frutícola. En general la mayor parte de los insumos crecieron, en dólares, por encima de la devaluación que sufrió el peso, lo que viene quitando competitividad al sistema en los últimos cinco años. Corregir estos desvíos también será clave para poder encontrar un mejor horizonte comercial en las próximas temporadas.




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