En la literatura política existe una extensa bibliografía que gira alrededor de la desafección de la ciudadanía y la creciente apatía política en las democracias modernas. No obstante, una breve incursión por la Argentina demostraría a estos autores que su preocupación es prematura. Aquí el problema, probablemente, sea el inverso. La incorporación permanente de temas, que se instalan en la agenda política por iniciativa del Ejecutivo, provoca la sensación de una intensa actividad política. Sin embargo, por lo que ahora diremos, se aprecia una marcada deformación en las cuestiones que entretienen a nuestra clase política.
Gran parte de las iniciativas del Ejecutivo va dirigida a acrecentar su poder. Es como si la fase agonal de la política, dirigida a la conquista del poder, avanzara en una dinámica continua, sin descanso y sin dejar espacio a una etapa arquitectónica, más serena, de implementación de políticas constructivas. De este modo, la reverberación propia de la lucha agonal dificulta e impide la búsqueda de los consensos necesarios para acordar políticas de Estado y reflexionar sobre la vigencia y utilidad de nuestras instituciones.
Por consiguiente, todas las iniciativas de la sociedad civil que promuevan el diálogo y el debate sobre cuestiones institucionales de fondo deben ser bienvenidas como modo de reacomodar la agenda política alrededor de las cuestiones importantes. Venimos de una prolongada etapa de deterioro institucional, que hizo crisis y estalló en el 2001.
Sin embargo, siendo objetivos, debemos reconocer que muchas de las demandas ciudadanas que propiciaron aquellos acontecimientos no han sido aún satisfechas. ALEARDO F. LARIA
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