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La pelea contra Hitler "fue en todos los frentes: cultural, político y educativo"
En la historia, Argentina aparece más vinculada al apoyo de factores del poder al nazismo que a la resistencia. Una sólida investigación de Germán Friedmann explora la firme oposición al régimen en nuestro país.

-En su investigación, se ratifica una cuestión en la que Argentina marca diferencias con el resto del continente: en materia de ideas, en las décadas del 30 y 40 el país está "ahí, al instante", diría Juan Carlos Portantiero, en relación a la convulsionada Europa de ese momento. ¿Ésta es la razón por la cual la adhesión u oposición al nazismo se despliega aquí con tanta fuerza?

-Sin duda, Argentina era para esas décadas, incluso por gravitación de la inmigración, un espacio muy politizado. Cuando se inicia la década del 30, con el nazismo fuertemente corporizado en Alemania y el fascismo en Italia, la lucha de ideas que aquí se entabla siempre está o era conducida teniendo en cuenta lo que pasa en Europa en la lucha entre totalitarismos de distinto signo y la libertad. Yo digo en mi trabajo que esas diferencias, que hacían a concepciones del mundo, o sea a visiones fundadas en ideologías concretas, se combinaron y se dinamizaron aquí con nuestros propios procesos políticos, lo que retroalimentó la dialéctica propia del mundo de las ideas para definir destinos políticos y sociales. Y por supuesto, cuando aquí, alemanes y austríacos opositores al nazismo fundan "Das Andere Deutschland" (La Otra Alemania), reúnen en su seno una constelación de idearios ya afincados en Argentina: izquierdas marxistas, socialistas, republicanos, antimonárquicos, liberales? Por supuesto que también encuentra espacio el respaldo al nazismo.

-Pero también hay argentinos en "La Otra Alemania", ¿no?

-Sí. Hay hijos de alemanes, de austríacos y de otras nacionalidades, que ya al momento de crearse la entidad no desconfiaban de Hitler: se oponían. Y hay incluso un argentino descendiente de suizos que tuvo un rol muy activo contra el nazismo: Ernesto Alemann (ver recuadro en la página 29). Y se suman a la organización alemanes y austríacos que pierden sus trabajos en empresas alemanas radicadas en Argentina, que no eran pocas y sí eran importantes en la actividad económica? Los echan por su militancia antinazi.

-Ergo, se ratifica que las empresas alemanas fueron socias de Hitler, que les había devuelto el orden y la renta tras la trágica experiencia de Weimar?

-Es así. Y ya que toca el tema Weimar, acoto una reflexión sobre un tema que está en mi investigación: muchos de los alemanes llegados a Argentina a partir de mediados de los años 20 no necesariamente se harán aquí nacionalsocialistas ni opositores al nacionalsocialismo. Habían llegado escapando de la inestabilidad que fue propia de la república de Weimar, jaqueada por la izquierda y la derecha, y huyendo de las consecuentes crisis económicas que definieron a ese proceso. Con Hitler ya en el poder, muchos de esos alemanes, sin hacerse nazis, verán en él cierta recuperación del orgullo nacional alemán perdido. Eran sectores que además, por razones de distancia, estaban lejos de las expresiones de violencia que ya existían hacia adentro de Alemania, que desplegó el nazismo, con lo cual esa distancia implicaba la posibilidad de una mayor suavidad de su mirada sobre ese sistema represivo, al menos en los años iniciales del régimen nazi.

 

-En la declaración de principios de La Otra Alemania se habla de entablar "una lucha decisiva" contra la "nueva barbarie" que encarnan Hitler, Göering, etcétera y hablan de que el país de Goethe y Schiller es deshonrado por el fanatismo. Sin entrar en la cuestión de la culpa colectiva, cuestión que usted toca y que sigue generando polémica, ¿esa declaración con la apelación a Goethe y Schiller apunta a plantear cómo es posible el nazismo en Alemania?

-No necesariamente o no al menos en términos taxativos. La lectura de ese documento debe relacionarse con una necesidad de la entidad: dirigirse a muchos públicos distintos. Lo que se plantea es lo que debería ser Alemania, una construcción que apela a Goethe y Schiller para señalar un camino, para referenciarse con un plano de grandeza que hace al pasado de Alemania. Pero los nazis también apelaron a Goethe y Schiller para hablar de "alemanidad". En realidad, una y otra apelación siempre orillaron, cuando no las cometieron, el uso arbitrario de íconos nacionales, su apropiación, una desviación que no es alemana sino muy generalizada a lo largo y ancho del planeta a la hora de la lucha política? Aquí, la colisión entre nazis y no nazis germanoparlantes tiene todas las aristas que hacen a una colisión plena, directa, amplia.

-¿Qué quiere decir?

-Que se da en todos los frentes posibles, incluso el educativo y el cultural. Como tarea permanente, los germanoparlantes nazis o pro nazis que vivían en Argentina, con el respaldo de la Embajada Alemana -ariete del nazismo aquí- más la ayuda de distintos factores de poder, logran alinear el grueso de los 200 colegios con idioma alemán que había en Argentina a comienzos de los años 30? incluso el diario "Argentinisches Tageblatt", de la familia Alemann, inicia un cruzada de denuncia contra la discriminación a chicos judíos que se ejerce en esos establecimientos y denuncia también la orientación racista que va adquiriendo la enseñanza en esas aulas. La lucha se da también a través de la cultura, por caso, del teatro. Aquí surge el Teatro Libre Alemán, fundado por Walter Jacob, que por judío tuvo que salir de Alemania a finales de la década del 30 (había trabajado en el Teatro Municipal de Essen). Como contrapartida estaba el "Deustches Theater", vinculado a los nazis germanoparlantes y respaldado por el Embajada Alemana, nazi, que estuvo a cargo del comediante Ludwing Ney. Hay que computar, además, que esa lucha directa, frontal entre germanoparlantes nazis y no nazis se da en el marco del sistema político argentino que, para la década del 30, está filtrado y en gran parte dominado a la hora de las decisiones por nacionalismos extremos y factores de poder consustanciados con el pensamiento de derecha, todo un clima más propicio para los germanos nazis.

-En su libro surgen con buena cuota de honor muchos radicales y socialistas que defendieron firmemente a La Otra Alemania.

-Y comunistas también. En realidad, radicales, socialistas, comunistas, sectores liberales ya se habían probado desde aquí en lucha contra el nazismo, fascismo y derivados -por llamarlos así- durante la Guerra Civil Española, donde esas fuerzas jugaron por la República.

-En el caso de la UCR, veamos?

-Es posible. Sin embargo de cara al nazismo, hombres como Damonte Taborda y el entonces joven Arturo Frondizi -y sobre esto trabajo mucho en mi investigación- jugaron a pleno contra el nazismo y ayudaron mucho a La Otra Alemania en el campo de las denuncias de actividades nazis en Argentina, un tema al que no fue ajeno Silvano Santander. El socialismo tuvo en Enrique Dickmannn un dirigente definidamente comprometido en favor de La Otra Alemania, que denunciaba la nazificación de distintas entidades germanoparlantes? Todas estas denuncias, que adquirían mucha repercusión mediática -tengamos en cuenta la época-, obligan al Estado a adoptar medidas, como la creación de la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas.

-Se infiere en su libro las tensiones que sobrelleva La Otra Alemania a medida que avanza la guerra. ¿Pesaba ver que se acercaba la derrota?

-Ése es un tema muy denso, tan denso como el debate que se dio en el seno de la entidad a la hora de saber el destino que tenían los judíos en manos del nazismo. Muchos germanoparlantes antinazis no vieron, en principio, lo que con el tiempo llamamos Holocausto como un proceso destinado a eliminar de la faz de la tierra al pueblo judío. Lo vieron más como una consecuencia, una especificidad propia de la sangría que es una guerra. Otros, en cambio, advertían sobre la naturaleza de esa mecánica. En este marco de debates hacia el interior de la entidad estuvo también, por caso, la reflexión que producían los devastadores bombardeos aliados sobre ciudades alemanes. Dresden, por caso.

-En una noche más muertos que en Hiroshima?

-Tremendo. Había muchos miembros de La Otra Alemania tironeados por ser opositores al nazismo por un lado, por haber luchado en esa causa, y por la naturaleza de destrucción y muerte que se descargaba sobre Alemania? Había incluso hijos de miembros de La Otra Alemania, que sin ser nazis, habían marchado a combatir por Alemania. Yo trabajo en mi libro muchas de estas tensiones, donde el culpable de la muerte de un hijo era Hitler pero no el soldado ruso que le metió un balazo.

-¿Cómo fue, en tanto historiador, el vínculo con tanta historia densa? ¿Qué percepciones?

-Y? una tarea apasionante. Una reconstrucción que sigue abierta, claro. Yo hice esto.

-¿Y ahora sigue cerca del tema?

-Sí, voy a trabajar sobre el diario "Argentinisches Tageblatt", un diario que supo ser muy importante entre los factores de poder, y tengo otras cuestiones en mano siempre relacionadas con el nazismo.

-Volteretas tiene la historia, ¿no?

-¿Por qué lo dice?

-Por la historia de Erich Bunke, firme opositor al nazismo y a quien usted nombra en el libro. Mostró genética fuerte?

-Fue un trabajador comunista que formó parte de los primeros resistentes al nazismo en Alemania. En el 35 vino a Argentina. Un hombre digno. En el 52 se volvió con su familia a Alemania Oriental. Sí, genética fuerte: su hija Tamara fue finalmente "Tania", la guerrillera que cayó en Bolivia luchando junto al Che Guevara?

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com



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