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La madre de todas las crisis

Argentina atraviesa una larga crisis energética que tiene como condimento los faltantes estacionales de nafta y gasoil pero presenta su punto más alto en el mercado del gas, el combustible más usado en el país y cuya oferta no alcanza a cubrir la demanda, ni siquiera con los volúmenes que se importan desde Bolivia y los que llegan en forma de GNL en barcos, a precios mucho más altos que los del mercado doméstico.

El año pasado el gobierno nacional intentó ir eliminando los subsidios que aplica en el mercado del gas y creó cargos específicos a los consumos residenciales más altos que, se vio después, no siempre coincidieron con los hogares de mayores recursos.

Analistas ortodoxos sostienen que con una oferta tan acotada es preciso aumentar las tarifas para bajar la demanda. Se lograría, además, mejorar los precios con los que se remuneran la producción y la distribución, sobre todo teniendo en cuenta que la actividad en los yacimientos ha caído en niveles preocupantes, lo que afecta especialmente a nuestra región. Hay otras voces que sostienen que ser importador de gas y de petróleo no es grave, que grandes potencias lo son.

La escasez que se vivió en el último mes es insoslayable porque obligó a frenar la actividad industrial con cortes y restricciones y provocó serios inconvenientes en la cadena de comercialización del GLP en garrafas.



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