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¿Puede aprender a convivir Bariloche?
La historia de la ciudad y sus corrientes migratorias superpuestas han creado una sociedad sin una identidad aceptada por todos, donde cada sector social, a menudo, ve (y teme) al otro como amenaza a "su" Bariloche.

El crecimiento poblacional de Bariloche se produjo como una superposición de capas de migrantes de distintos orígenes y con diversos intereses, sin que se definiera un grupo hegemónico que creara una identidad reconocida y aceptada por la comunidad en la segunda mitad del siglo XX. La población originaria, despojada de su tierra por el asentamiento de los primeros migrantes europeos junto con una importante migración rural-urbana proveniente de Chile y la Línea Sur, se conformó como la mano de obra de aquéllos en las actividades agroganaderas de los primeros tiempos.

 

Esa misma inmigración continuó cuando se consolidó la actividad turística y pudo integrarse como prestadora de servicios, lo que era valorado por los pocos visitantes de alto nivel socioeconómico que buscaban un contacto con los pobladores locales y sus costum-bres, así como sus conocimientos de la región durante sus largas estadías veraniegas.

A pesar de las obvias diferencias sociales, podemos decir que fue una sociedad integrada, con un grupo social hegemónico reconocido y con una identidad definida por estos "pioneros". Bariloche era -entonces- una pequeña comunidad semirrural.

Tras el fin de la Guerra Mundial arribaron a la región muchos desplazados de Europa, atraídos por sus connacionales que habían llegado anteriormente, y quisieron reconstruir sus modos habituales de vida.

Comenzó un crecimiento cada vez más vertiginoso que iría transformando las características de la comunidad.

A partir de la década del 60 comenzó una etapa de masificación del turismo de clase media, gracias a la mayor facilidad del acceso a la ciudad con la generalización del uso del automóvil y la pavimentación de las rutas.

El incremento de las posibilidades de inversiones atrajo -junto con quienes vinieron para profesionalizar los servicios turísticos- personas ajenas a la comunidad que vieron en Bariloche una fuente de ganancias.

El turismo masivo produjo que muchos de los visitantes -seducidos por las bellezas del entorno- construyeran su proyecto de vida en la región cordillerana, sumándose a los que desarrollaban las actividades científico-tecnológicas en el Centro Atómico, Fundación Bariloche, Invap, entre otros organismos. La población de la ciudad crecía más rápido.

Finalmente, en los últimos tiempos se sumó una importante cantidad de familias que escapaban de las condiciones de inseguridad de las grandes ciudades del país. Aunque con vaivenes, por condiciones económicas (mejoramiento en Chile) o ambientales (nevada del 84), las migraciones rural-urbanas no se interrumpieron, sumándose a partir de la década del 90 quienes llegaban desde las provincias y aun países limítrofes del norte de Argentina.

 

El cambio en los 80

 

Como la gran mayoría de los nuevos inmigrantes provenía de ámbitos urbanos, a partir de la década del 80 se advirtió una rápida transformación del pueblo de Bariloche en ciudad.

Otras localidades de la Patagonia crecieron con la llegada de personas que se integraban a una actividad dominante en la región y una sociedad organizada en función de esa actividad.

En cambio en Bariloche cada uno de estos sectores construyó una imagen idealizada del lugar elegido para su vida. Esa idealización contribuyó a la descalificación de los "otros", no reconociéndoles legitimidad y viendo en sus actividades una amenaza a "su" Bariloche.

A medida que la ciudad iba adquiriendo ese carácter ciudadano, los requerimientos de mano de obra se tornaban más y más exigentes.

Fue así que el acceso a las fuentes de trabajo cada vez era más dificultoso para los sectores con escasos hábitos urbanos. Los cambios en la modalidad de turismo -estadías más cortas, organizadas por empresas, comercializadas en las ciudades de origen, etcétera- hicieron que los conocimientos de la población local perdieran su valor y fueran sustituidos por los recién llegados, con otra formación y experiencia más afín a las expectativas empresarias.

Su imposibilidad de acceso al mercado de trabajo iba generando los bolsones de exclusión y pobreza económica y de valoración. Su consecuencia: el rechazo en el resto de la población.

 

Prejuicios y miedo

 

El miedo que produjo esta separación -la más importante de las varias mencionadas- fue demarcando límites hasta geográficos entre los habitantes de Bariloche.

Estos límites hicieron que mientras algunos habitantes de Bariloche se sienten "extranjeros" en el centro de la ciudad y no conocen el sector oeste, los llamados kilómetros, otros jamás se internan y desconocen totalmente los barrios altos.

Estos prejuicios y miedos no sólo son patrimonio de la población sino que tanto las autoridades como los sectores dominantes, que carecen de una política, unos, o interés, los otros, de trabajar por una integración de los diferentes sectores, van profundizando la incomprensión y el resentimiento mutuo, permaneciendo cada grupo aislado con "su" verdad.

Sólo que algunos lo hacen en la opulencia, otros con sus necesidades más o menos satisfechas y los restantes, en la más cruel necesidad agravada por el clima hostil.

 

Wladimiro Iwanow (*)

wladimiroiwanow@gmail.com

(*) Sociólogo. Integrante de Foco Social Consultores



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