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"Voy a bañarme, vengan a leerme"

Tiempo atrás Ricardo Alfonsín reveló un perfil de su padre muy poco conocido: de joven había escrito varias obras de teatro que, de todas maneras, no llegaron a las tablas.

Acotó Ricardo que esas obras eran el resultado de la intensa pasión de su padre por la literatura de sus autores preferidos: Ibsen, Goethe y Chesterton, entre otros. Comentó incluso que en algún momento, cuando la economía de la familia Alfonsín tecleaba, Raúl le envió un guión a David Stivel, por entonces en Canal 11. La obra se hamacaba entre la política y el amor. Y el protagonista central era un tal Fernández, político.

Recordó también Ricardo que su padre les inculcó a él y a sus cuatro hermanos el afecto por la lectura. Y en tren de confesiones, deslizó un recuerdo: mientras se bañaba, le teníamos que contar lo que estábamos leyendo.

De hecho, Ricardo Alfonsín heredó la biblioteca de su padre, un hombre de formación intelectual desordenada pero inquieta. Esa biblioteca está dividida en dos. Una, en Chascomús, atesora las lecturas más lejanas del ex presidente. La otra está en el quinto piso de la avenida Santa Fe al 1.872, edificio en cuyo octavo piso vivió el ex mandatario hasta su muerte.

Esta biblioteca funge como centro de operaciones de Ricardo. Es una biblioteca cuya génesis se remonta a finales de los 70, cuando Raúl Alfonsín extiende su interés hacia la sociología, la filosofía y renueva su mirada sobre clásicos de la teoría política. Se sabe que en el llenado de esos anaqueles mucho tuvo que ver el ex canciller Dante Caputo.

También miembros del Grupo Esmeralda, ese lote de pensadores que dieron letra al ex mandatario en el inicio de su mandato. Entre otros estaba ahí el sociólogo Juan Carlos Portantiero.

Cuentan quienes lo frecuentan en la biblioteca de avenida Santa Fe que Ricardo lee asiduamente varios de los autores preferidos de su padre: Erich Fromm, especialmente en su clásico "¿Podrá sobrevivir el hombre?", todos los ensayos de Hannah Arendt, a la que el ex mandatario descubrió al promediar los 70 y de cara al autoritarismo y la consecuente violencia política.

También los trabajos del italiano Norberto Bobbio, el sociólogo francés Alain Touraine, a quien Raúl Alfonsín trató en varias oportunidades, y las reflexiones de volcadas por Bertrand Russell en "Autoridad e individuo".

Y cuentan también que los contenidos de Fromm sobre el fanatismo son a los que suele apelar Ricardo Alfonsín cuando reflexiona sobre mucho del estilo político del kirchnerismo. ¿Qué dice Fromm? Por ejemplo, que "la más importante cualidad personal del fanático -habitualmente observable- es una especie de fuego frío, una pasión que al mismo tiempo carece de calor. El fanático no se siente ligado al mundo que está a su alrededor; no se preocupa por nadie ni por nada, aunque pueda proclamar su preocupación como parte importante de su fe".



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