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Desacralizando mitos | ||
Especializada en la historia del delito en .la Argentina, en "La ciudad y el crimen" (Sudamericana) .Lila Caimari demuestra terminantemente que -entre otros aspectos que aborda sobre el tema- .en materia de seguridad los imaginarios generan .a menudo visiones distorsionadas de lo real. | ||
Un éxito de la racionalidad. La consecuencia lógica de un análisis riguroso del lapso de historia que explora. Lectura ajena a prejuicios. Libre de recovecos, esos lugares tan comunes en mucha de la profusa investigación de la historia argentina que se edita en este tiempo. Recovecos, en tanto conclusiones carentes de argumentación sólida y de pruebas. Idas y vueltas que dejan al lector boyando. Así, con ese estilo que promueve una lectura que se desliza sin arrugas -ese deslizamiento por el que tanto se definió a Albert Camus-, generando en el lector una intensa catarata de reflexiones, está forjado el reciente libro de Lila Caimari "La ciudad y el crimen. Delito y vida cotidiana en Buenos Aires, 1880-1940". Apelando a la figura de "mapas mentales" -un acierto en tanto síntesis de imaginarios que la sociedad se forma en clave a formas, estilos, naturalezas del delito-, Caimari le habla al presente casi diciendo: señores, en esta materia nada hay de nuevo. Desde esta perspectiva, su investigación es desacralizadora de muchos lugares comunes instalados en la sociedad en relación con el delito. Fundamentalmente uno: el "antes estábamos mejor". "Lugar común" en tanto dictado o producto de lo que José Luis Romero definió como "expresión de pereza mental". O lectura superficial, en todo caso. La explicación lineal de las causas de un fenómeno. Interpretaciones propias de sociedades -señala Caimari-, "con bagaje muy aligerado de amenazas vitales, con un horizonte más largo, más poblado de proyectos y expectativas individuales. El miedo al delito cobra importancia en un mundo donde la vida es más segura. Pero también más incierta, más confusa, más desorientadora: veremos que las olas de pánico no pueden entenderse fuera del atiborrado marco de experiencias que abre la modernidad urbana. El miedo se confunde, así, con una sensación más difusa de inseguridad, que incluye al delito pero lo excede". Siguiendo esta línea de razonamiento, "La ciudad y el crimen" es, desde su naturaleza de libro de historia, una propuesta metodológica para reflexionar sobre visiones del presente. Se trata de la vigencia -hoy- de lo que Caimari ha definido -al hablar de su investigación- como "estructuras conceptuales". ¿Qué implica esto? La tendencia a pensar y juzgar un tema en términos de puro presente. Desacoplarlo de toda vinculación con el pasado. Esta tendencia -o cultura, en todo caso- es un blanco contra el que Caimari arremete con rigor científico. Pivotea en las mencionadas "estructuras conceptuales" para advertir sobre la gravitación de una cultura que distorsiona la verdad. La cultura del "nunca estuvimos en este lugar y nunca estuvimos tan bajo como en este lugar", señala Caimari al reflexionar sobre su libro. Caimari -siempre a la hora de desmenuzar la investigación- dice que la emergencia de la preocupación por el crimen está vinculada con la emergencia de la modernidad urbana. Entonces, aquellos puntos de vista "vienen de la mano de visiones conservadoras o nostálgicas de un pasado imaginario, premoderno, en el cual las complejidades de las interacciones sociales de la gran ciudad (Buenos Aires) no estaban. Se añora un lugar donde las relaciones sociales son legibles, comprensibles, y donde no existen la opacidad y la violencia de la sociedad moderna. En general se trata de una crítica antimoderna: la añoranza del barrio o del vigilante de esquina de antaño, del gaucho matrero en oposición al delincuente moderno o del delincuente que pone en riesgo su cuerpo en oposición al que usa armas y ya no requiere ningún arte o saber específico", señala la autora en su trabajo. "La ciudad y el crimen" se sostiene en todo su trayecto en un convencimiento que cala hondo en la formación intelectual de Caimari. Quizá no tanto como instrumental sustentado desde lo ideológico sino como visión respaldada por la realidad: la Argentina dejó de ser un país inclusivo. Integra dosificadamente. A ritmo de cuentagotas. Ergo, la movilidad social que tanto diferenció a la Argentina del resto de Latinoamérica ya es leyenda. ¿Cómo no vincular el delito presente con la desestructuración de toda esa arquitectura que definió el andar de la sociedad argentina durante décadas? E impecable es, además, el manejo de fuentes que despliega Caimari. Tarea titánica. Cuidadosa. La fuente trabajada, pensada en función del lector, respeto por el público. Algo poco habitual en mucho de lo que se escribe hoy sobre historia argentina.
CARLOS TORRENGO |
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