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Un cierto desinterés

En una entrevista del diario "La Nación" del 29 de mayo de 2004, el historiador Ezequiel Gallo señaló que uno de los temas que explican nuestra decadencia es la falta de interés de los argentinos por el progreso. Además, agregó que "estamos en un país que siente un enorme desprecio hacia quienes crean riqueza. En países parecidos al nuestro, como Estados Unidos, Australia y Canadá, la figura del pionero es muy importante, mientras que en la Argentina no sólo no lo es sino que en algunos casos tiene mala fama. Por ejemplo, una actividad como la agropecuaria, que durante más de cien años generó la mayor innovación, ha sido despreciada como si fuera algo que era mejor no tener".

Recurriendo entonces a una estilización expositiva puede señalarse que las principales fuerzas políticas que representan a los argentinos expresan ese mismo desinterés por el progreso. En esta nota quisiera ocuparme de los radicales.

Desde sus orígenes, el radicalismo puso su énfasis en otros temas. Su reacción frente al denominado "régimen" tuvo que ver con la exigencia de una mayor participación política, de una plena vigencia de las instituciones de la Constitución y del cumplimiento de una estricta moral administrativa. Se dijo que el radicalismo rehuyó formular un concreto programa de gobierno, a la manera del Partido Socialista, con la finalidad de tornar su mensaje impreciso y hacer así su propuesta atractiva a diferentes sectores de la sociedad. Esta afirmación, si bien ha sido recogida por historiadores como David Rock o Richard Walter, no es correcta.

La cuestión es que muchos radicales de esos años vieron las cosas de manera diferente, hablaron otros lenguajes políticos.

Uno de esos lenguajes es el lenguaje del apostolado que hace del ejercicio cívico una religión política. Este lenguaje hablado principalmente por Yrigoyen y sus seguidores ha sido una de las constantes ideológicas más fuertes del radicalismo. El mismo Alfonsín lo hizo suyo en su libro "Qué es el radicalismo", de 1984. "La interpretación de la política como un apostolado, desde el primer momento de su historia permitió que se incorporaran a sus filas jóvenes idealistas ansiosos de luchar por una causa justa", afirmó Alfonsín.

Es llamativa, asimismo, la visión que tiene Alfonsín del orden conservador, inaugurado en 1880. "El régimen practicaba una especie de estalinismo de derecha, no muy distinto del que quiso aplicar un siglo después José Alfredo Martínez de Hoz: de la miseria, de la desocupación, de la amoralidad, de la falta de protagonismo popular, nacería la prosperidad futura", afirmó.

Alfonsín incurre aquí en un anacronismo. No es lo mismo Roca que Videla ni Wenceslao Pacheco, uno de sus ministros de Hacienda de su primer período de gobierno, lo mismo que Martínez de Hoz.

Pero quisiera resaltar otra cosa de esta lectura histórica del recientemente extinto líder radical: su imagen negativa de la prosperidad conseguida por los conservadores de fines del siglo XIX y de principios del siglo XX. En este sentido, su mirada no es muy distinta de la que hoy tienen los Kirchner sobre la Argentina del primer centenario.

La imagen que Alfonsín tuvo de Ricardo Balbín también se desliza por esta misma senda argumentativa. Decía de éste: "Su misma casona de La Plata, sus viejos muebles, eran de por sí una tremenda crítica que el régimen no podía soportar. Por eso lo llevaban preso o lo prohibían por la radio y la televisión. Fue Balbín quien volvió a lo de siempre, como en 1890: frente a la crisis, moral y sufragio".

Y Alfonsín fue consecuente, durante su presidencia, con esta manera de ver las cosas. Hoy sabemos que no le alcanzó para tener una gestión exitosa de la economía. En su conocido discurso de Parque Norte intentó completar este ideario planteando que a la ética de la solidaridad debía sumarse el imperativo de la modernización. Pero sin duda Alfonsín, como casi la mayoría de los radicales del presente, estaba mal preparado para hablar el lenguaje del crecimiento económico.

En la actualidad el radicalismo se siente mucho más cómodo ubicándose en el tablero político en el casillero de la centroizquierda. Su énfasis discursivo sigue estando puesto en la cuestión republicana y en la equidad social. Afronta sin embargo, como el resto de las fuerzas políticas, el desafío de pergeñar para los argentinos un futuro de progreso económico. Sólo así se podrá revertir nuestra decadencia y volver a ser el país que alguna vez fuimos.

(*) Historiador. Publicó "Jesús, el templo y los viles mercaderes. Un examen de la discursividad yrigoyenista", Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2002.



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