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La selva y sus violentos "dueños"
Más de 20 años después del asesinato de Chico Mendes, aún reina la violencia y la impunidad en la Amazonia brasileña, donde hacendados apelan a cualquier recurso para continuar deforestando y apropiarse de tierras de los campesinos pobres.

CARLINDA, Brasil (AP).- Los pistoleros llegaron al amanecer y fueron directamente a la casa donde se escondía la hermana Leonora. Llevaban consigo rifles y revólveres bien visibles en su camioneta llena de barro.

Buscaban a una religiosa católica de 64 años de edad que por años defendió los derechos de los pobres, de los peones sin tierras, y que recibió numerosas amenazas de terratenientes a los que les impedía acaparar más tierras en la Amazonia.

Leonora Brunetto parecía destinada a correr la misma suerte que otros protectores de la Amazonia, como Chico Mendes y la monja estadounidense Dorothy Stang, ambos asesinados. (El 12 de abril comenzará un nuevo juicio de un sospechoso en la muerte de Stang en la ciudad de Belem).

Pero cuando parecía que Leonora se incorporaría a la lista de 1.200 activistas asesinados por defender la selva en las últimas dos décadas, apareció un auto lleno de campesinos dispuestos a defender a la religiosa.

Los pistoleros se fueron. Dejaron el ataque para otro día. Uno de los campesinos que fue a ayudar a la monja apareció muerto al día siguiente. Como en la mayoría de los casos de este tipo, los asesinos siguen libres.

La impunidad es endémica en la Amazonia, resultado de un sistema judicial débil y de la corrupción.

El hacendado Vitalmiro Moura, acusado de ordenar el asesinato de Stang en el 2005, estuvo tres años preso, hasta que se le hizo un nuevo juicio en el que fue absuelto. Los fiscales intentan enjuiciarlo de nuevo.

 

El crimen como regla

 

Ha habido cientos de asesinatos de militantes de la causa de la Amazonia y Moura es el único acusado de ordenar una matanza que ha estado preso, según la Comisión Pastoral de la Tierra, que observa los episodios de violencia en las zonas rurales de Brasil.

Dice que no tiene nada que ver con el asesinato ni con la disputa por tierras que motivó la muerte de la religiosa.

El fiscal Edson Souza sostiene que, si no se hace justicia en estos casos, se destruirá la selva amazónica.

"No hay duda de que los líderes como Dorothy están en la mira", manifestó.

"Si no les pasa nada al matar a gente como Dorothy, los campesinos dan por sentado que ellos también pueden ser asesinados si arman revuelo".

La principal causa de la deforestación, según el gobierno, son los hacendados que derriban árboles para criar ganado y cultivar soja, quienes a menudo apelan a la violencia y las amenazas para sacar de la tierra a campesinos pobres que viven allí.

El gobierno quiere redistribuir la tierra entre esos campesinos, que cultivan pequeñas parcelas y no causan tanto daño. Los grandes hacendados, sin embargo, se resisten a perder esas tierras.

El episodio del 2007 en que unos pistoleros rodearon la casa donde se encontraba Brunetto es uno de varios incidentes de ese tipo que vivió la religiosa, de acuerdo con el relato que hizo a la AP en la región del Mato Grosso, donde trabaja apoyando a los campesinos que ocupan tierras en desuso y esperan durante años que les den títulos de propiedad.

Brunetto, quien es brasileña, tuvo custodia policial durante un tiempo. Hasta que renunció a ella.

"Tengo muchos amigos que han sido amenazados de muerte y que no tienen protección", explicó. "¿Cómo voy a representarlos si a mí me protegen y a ellos no? Además, ellos son los que mejor protección me dan".

El Mato Grosso era pura selva, pero hoy es una zona rural con enormes plantaciones de soja y pasturas para el ganado.

Los hacendados gobiernan el estado y viven bien, empleando peones sin tierras a los que les pagan una miseria y que viven en condiciones muy precarias.

"Unos pocos tienen mucho y muchos no tienen nada´´, dice Brunetto en un campamento de campesinos erigido en el borde de unas tierras en desuso de un hacendado.

Dado que las tierras no son explotadas, pueden ser redistribuidas, según la Constitución brasileña. "¿Cómo puedes quedarte cruzada de brazos ante semejante injusticia? Yo no puedo".

Brunetto, una mujer diminuta de 1,50 metros (cinco pies) y 50 kilos (110 libras), se pasea por el campamento en jeans y sandalias de cuero, estrecha manos y da abrazos al mismo tiempo que escucha las historias de los campesinos.

"La hermana Leonora es una luchadora", dijo Linda María de Jesús, una mujer de 59 años que casi llora al ver a la religiosa. "La han amenazado. Pelea con nosotros. El que esté aquí nos da ánimo".

Vaya adonde vaya, Brunetto siempre es acompañada por algún campesino.

Se reúne con las autoridades locales, estatales y federales para promover su causa y ayuda a gente analfabeta a hacer los trámites para conseguir títulos de propiedad.

"Siempre estoy mirando por sobre mi hombro", expresó.

El fiscal Souza dice que ha visto muchos asesinos absueltos en el vecino estado de Pará, el más violento de la Amazonia, donde fue asesinada Stang, de 73 años. Afirma que la matanza fue dispuesta por Moura y otro hacendado, Regivaldo Galvao, porque ella les im- pedía quedarse con unas tierras que habían sido concedidas a campesinos pobres.

El asesino confesó y cumple una pena de 27 años de prisión. Otros dos cómplices fueron condenados a 17 años. Galvao sigue libre, pero tiene pendiente un juicio a fines de abril.

El gobierno trata de imponer la ley en la Amazonia mediante el envío de más agentes y dice que en el 2009 la deforestación disminuyó marcadamente.

 

BRADLEY BROOKS



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