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El oficio de pintar letras
Duro con España y con la condición humana, .Pérez-Reverte habla de su última novela, "El asedio".

MADRID (DPA).- Como un artesano, el escritor español Arturo Pérez-Reverte crea historias, productos de éxito que satisfacen a una demanda que conoce bien gracias a su doble perspectiva de autor y lector nacida de su oficio como periodista, oficio que marca su prosa. Oficio. Reniega del concepto de "artista" de los círculos literarios al uso de la teoría de la literatura, de la novela del yo, intimista y sin acción, del estilo por el estilo.

Un espíritu libre que apuesta por los personajes dibujados con precisión, por la documentación obsesiva de escenarios, tramas y retratos tanto psicológicos como tangibles. Por el trabajo, el oficio. Acepta la etiqueta de "best seller", no le importa ser bandera de la a veces denostada literatura popular y defiende que la lectura sea divertida. "Es un trabajo, no es arte. Te levantas a trabajar, como otras personas. Tiene su parte artesanal, artística, como todo trabajo intelectual, pero no creo en las musas", asegura Pérez-Reverte como presentación de su nueva novela, "El asedio", que amenaza con batir récords de ventas.

Rigor, disciplina y paciencia. Las virtudes de cualquier trabajo manual son las que aplica el novelista en su proceso creativo, entrenado durante sus años como periodista, reportero de guerra, fotógrafo y presentador de televisión. "Hay que verle la cara al lector", afirma. Eso es lo que trata de hacer mientras teclea los capítulos de sus obras, mientras busca ese adjetivo preciso, perfecto, el más adecuado posible de entre el amplio abanico que maneja el autor, cuyas obras se convierten en un derroche de léxico que justifica su pertenencia a la Real Academia Española. "El lector tiene que ver lo que yo veo", dice el escritor que, como periodista que fue -que es- es consciente de que no es nada sin la otra parte, de que escribe para ser leído.

Y el estilo es una mera herramienta. Sólo es válido si es eficaz, si está al servicio del desarrollo de su historia. En ningún caso el estilo debe ser protagonista y recela de los autores que lo colocan en primer lugar. La fluidez, el vigor y el ritmo, esclavos de la trama.

Ahora sus ojos no miran hacia lo que tiene delante sino a lo que crea en su interior una imaginación determinada por su formación lectora, por la novela del siglo XIX, por Alejandro Dumas, por el mal, por la guerra, por su patriotismo doliente y por los fantasmas que anidan y anidarán en su memoria tras haber visto lo peor de la condición humana.

"Es como el pintor, que va probando colores con una paleta". Su referencia no es casual. Pérez-Reverte escribe primero con los ojos y luego con las manos. Novelista pictórico. Pintor con letras. Las detalladas descripciones de personajes, situaciones y batallas trasladan al lector al universo del autor.

No extraña que "El club Dumas", "La carta esférica", "El maestro de esgrima" o las aventuras del capitán Alatriste", su personaje más reconocido, hayan dado el salto al cine. Influencia quizás todo ello de que desde hace 25 años vea dos películas al día.

En "El asedio", a diferencia de la complejísima para el lector sin formación marina "Cabo Trafalgar", asegura haber "desbrozado" la trama científica para hacerla accesible. "Que la complejidad de la obra no la pague el lector", dice que fue su meta en una novela de 700 páginas con tramas de misterio, amor, mar, ciencia, política, historia de España y multitud de personajes que componen una obra coral balance de sus 20 años como novelista.

Poco a poco el escritor le robó espacio al periodista que aún martillea su cabeza cuando pergeña sus obras. "Me di cuenta de que la literatura puede ser una alternativa digna, seria, honorable y económicamente rentable a una vida dura, azarosa y de incierta jubilación", dijo una vez al referirse a su consolidación como novelista con "El club Dumas" en los años 90. Ese periodista que aparece en sus columnas de opinión semanales en las que desgrana la actualidad con su mirada aguda, mordaz, melancólica y vehemente de emigrante que ha escapado voluntariamente de lo que le rodea para ser un observador ajeno, lejano, pero igualmente doliente.

"El hombre es un animal especialmente peligroso. El hombre es un auténtico hijo de puta y lo sé porque lo he visto con mis propios ojos", asegura con gravedad tras una vida en la que ha sido testigo de atrocidades a las que ha sobrevivido gracias a los libros.

"Sin ellos no habría podido sobrevivir personalmente a muchas de esas tragedias que he visto. Sin esos libros como analgésico me habría sublevado, estaría disparando contra la gente", afirmó en una reciente entrevista con el diario "El Mundo". "Pero no hace falta ir a la guerra", dice sin querer darse importancia pero recalcando la dureza del mundo. Una visión pesimista -realista lo llama él- del universo que se acentúa cuando de lo que habla es de su país, que le duele.

De esa "puerca y puta" España que ama pero que no soporta, ese país "que eligió mal a su Dios, que eligió a un Dios oscuro, tétrico, reaccionario y al que le faltó la guillotina", asegura con envidia de Inglaterra y Francia y de sus revoluciones, siempre beligerantes con la monarquía absoluta y la Iglesia, obstáculos en el progreso, la educación y la libertad que aún lastran a la sociedad española, que se regocija en su incultura, afirma.

Blasfemias, palabras gruesas e insultos medidos, oportunos para dar fuerza y vigor a su denuncia y que levantan la ira de sus detractores por el registro vulgar hasta de parte de sus lectores, que no entienden que detrás de la ofensa hay un patriota.

Y junto al periodista, siempre de la mano, el hacedor de una literatura "de lectores y para lectores", millones en todo el mundo que demandan y compran el universo que fabrica con minuciosidad Pérez-Reverte.



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