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"Papá quería desarrollar la región"
Oscar y Carlos Ballester recuerdan los años de la familia en el dique. .Cuentan que la obsesión de su padre era el Canal Principal. .Y que lo que más buscaba era llevar agua a los productores.

Oscar Mario y Carlos Alberto Ballester son hijos de Rodolfo Ballester. La infancia de estos hombres transcurrió en el Dique. Ambos reconstruyen para "Río Negro" aquellos años en el sur, mientras su padre estuvo a cargo de la obra que permitió que los primeros colonos tuviesen agua para sus cultivos. Cuando el gran canal llegó a Chichinales, Ballester regresó a Buenos Aires, pero la historia de esta familia siguió escribiéndose en esta región, a través de su esposa, quien adquirió una chacra en Centenario, "La Chifladura"; a través de sus hijos, y de uno de los nietos del famoso ingeniero hidráulico, Alberto Lacaze, quien tuvo el primer contacto con la fruticultura de la mano de su abuelo.

Carlos Alberto Ballester (85) vive en el mismo edificio que construyó y habitó su padre Rodolfo Ballester, a dos cuadras de las Barrancas de Belgrano. Oscar Mario (91), en cambio, vive en Vicente López, donde pasó muchos de los 63 años que compartió con su esposa.

Los Ballester escribieron parte de su biografía en la región del Alto Valle, el ingeniero Rodolfo Ballester y su esposa, Lelia Catalina Pichot, quien eligió su chacra de Centenario para morir; sus hijos: Noemí Lelia (Meneca), Oscar y Carlos Alberto y la tercera generación, representada por Alberto Lacaze (ver página 24).

"Alberto debe ser el nieto más cercano a nuestro padre, porque desde los 4 años vivieron juntos. Por esas cosas del destino terminó en el Valle y fue quien más vivió allí; después estoy yo (Oscar Mario), que viví 15 años en Cipolletti y Carlos Alberto, el menor, que pasó unos años en Neuquén contratado por el ingeniero Rosauer, cuando fue gobernador de Neuquén".

Oscar Mario Ballester nació en 1919 y recuerda haber vivido en el dique 3 años. "Luego trasladaron a papá a Roca, a Stefenelli, cuando fue nombrado Director de las Obras de Riego del río Negro Superior. En Stefenelli vivimos desde 1921 a 1928, en casa hice mi primer grado con una maestra particular, la señora Rosa Padín".

"Yo tengo muy pocos recuerdos, nací en 1924, ya estábamos en Stefenelli -afirma Carlos Alberto-. Oscar, en cambio, vivió dos años en el Dique, al igual que nuestra hermana Meneca, que pasó su infancia también allí. Contaba siempre que al llegar a Cordero, les hicieron una recepción al mejor estilo inglés, con mozos de guante blanco y smoking. Mi hermana tendría ahora 96 años, ella fue la que más vivió en campaña, la que tuvo amistades de toda la vida con las personas que vivieron allí. Se trató de una experiencia única, vivieron como pioneros y formaron algo así como una gran familia".

Rodolfo Emiliano Ballester nació el 30 de junio de 1887 en Gral. San Martín, provincia de Buenos Aires. Hijo de Félix Víctor Ballester y Micaela Paratcha. "Nuestro tatarabuelo -recuerda Oscar- Félix Ballester, fue el fundador del Partido de San Martín con otras dos personas. Félix fue Juez de Paz del lugar alrededor de 1840. Mi bisabuelo era rosista. El tatarabuelo es criollo, nació en Buenos Aires en 1800. Y vivió 60 años. Con sus padres vinieron a América otros hermanos, nos remontamos a 1772, en esa fecha se inicia la familia Ballester en Argentina según una prima que hizo el estudio. Ella nos contó también que uno de los jardineros de la plaza del 25 de mayo de 1810 fue un Ballester. Nuestros ancestros son catalanes".

Rodolfo Ballester comenzó la carrera de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires y se graduó con diploma de honor en 1912. Ese año se casó con Lelia Catalina Pichot, hija de franceses de Toulousse. Ballester viajó a Italia como representante de la Federación Universitaria de Buenos Aires, donde tuvo una actuación importante. Su familia dice que no tenía militancia política aunque sí un acercamiento a la Logia Masónica. En este tiempo en La Plata, en su primera casa (en 54-815), nació Noemí Lelia (Meneca), la primera hija del matrimonio. Cuando obtuvo su título en 1912, Ballester se fue a trabajar a La Plata, luego hizo trabajos privados de mensuras y después entró en la Compañía de Ferrocarril donde hizo su primer trabajo como ingeniero hidráulico a los 26 años. Cuenta en un escrito de su puño y letra que conservan sus hijos:

"Alguien me preguntó por qué me incliné a los estudios hidráulicos en mi carrera de Ingeniero Civil. Era en 1912, a principios de año, Don Jorge Duclout me llama y me dice: ´Me pidieron un joven ingeniero para trabajar en la construcción del Ferrocarril a Meridiano Quinto de la Provincia de Buenos Aires. Vaya a La Plata, vea al ingeniero Enrique Demadrid en mi nombre y trate con él´".

"Le manifesté al ingeniero Demadrid que tenía todas mis materias dadas y que debía presentar el proyecto final o tesis para obtener el título, y que mientras tanto podía empezar a trabajar. No aceptó. ´Presente su tesis y después se incorpora´, me respondió. Como el tema del proyecto no estaba aún fijado, le pedí un tema relacionado con el mismo ferrocarril. ´Precisamente tenía uno´, me dijo: ´Las inundaciones recientes del río Salado han costado varias líneas del ferrocarril del Sur, la de Meridiano Quinto queda a salvo en el propio Salado (?). Tenemos que estudiar ese punto´. Y de ahí surgió el tema ´Determinación de las luces a asignar a los puentes del Ferrocarril a Meridiano Quinto en el curso del río Salado´. Era, en realidad, un tema de hidráulica aplicada. Lo desarrollé, lo presenté y aprobado que fue, me incorporé a la Dirección del Ferrocarril, bajo las órdenes directas del ingeniero Demadrid".

En 1914 terminó su trabajo y decidió no continuar en la empresa inglesa. Durante un tiempo y en sociedad con su hermano Eustaquio, también ingeniero, hicieron trabajos de mensura y de construcción en varios puntos del país. Cuando estaban en San Luis se desató la Primera Guerra. Al regresar a Buenos Aires conoció al Director de Irrigación quien le preguntó qué estaba haciendo porque estaban buscando un ingeniero para trabajar en la construcción del dique del Neuquén, ingeniero que debía ser argentino.

"No di una respuesta inmediata -cuenta en un escrito testimonial- porque miraba con optimismo la posibilidad de seguir trabajando independientemente". Pero la guerra condicionó su libertad y a principios de 1915 aceptó el trabajo en Neuquén con el cargo de subdirector de la Construcción del Dique Neuquén bajo la dirección del ingeniero italiano Luis Kambo".

El dique era casi una Babel, cuenta Rodolfo Ballester al conocer a los habitantes del campamento: ingleses, italianos, alemanes, polacos, españoles, chilenos, uruguayos, árabes, eslavos, rusos y en minoría, criollos. Tenía sólo 28 años cuando llegó a Contralmirante Cordero. Empezaba un desafío colosal.

"Necesitaban a un ingeniero argentino en las obras, cuenta su hijo Oscar Mario. Le prometieron entonces que el trabajo sería de 3 ó 4 meses. Se quedó 13 años".

Todavía hay relatos de primera mano que reconstruyen la vida en el dique. Se trató de una comunidad muy bien organizada, aun con los déficit que marca el ingeniero Ballester en su diario: "Médico, a nueve leguas con visitas semanales al campamento; farmacia, a seis leguas en Cipolletti; medio de movilidad a estos puntos: una zorra automóvil de vía; telégrafo nacional, hasta Cipolletti y de aquí a las obras, teléfono privado?" Su primera visita al lugar sirvió para confirmar su determinación: aceptaría el cargo, pero quien tuvo la última palabra fue su esposa. Ballester cuenta los pormenores: "Cuando le hago saber a mi padre mi resolución de ir a trabajar a Neuquén y sus condiciones, me dijo que se empeñaría para que me quedara en Buenos Aires en trabajos técnicos de la misma índole. ´No es posible que tú, recién casado, te vayas con tu mujer e hijita a la Patagonia´ . La familia de mi mujer tuvo la misma reacción. Pero la decisión firme y leal de mi mujer -que nunca había estado en campaña- de acompañarme, primó sobre todas?"

Y aquí llegaron. Estuvieron en el campamento del Dique entre 1915 y 1920, período en que la familia creció: nacieron Jorge, Rodolfo, Oscar Mario y Carlos Alberto. Jorge murió con pocos meses en el Valle, tras contraer tos convulsa y Rodolfo, falleció a los 20 años ya en Buenos Aires, cuando era estudiante avanzado de ingeniería.

Hace 100 años se iniciaba la obra que ponía fin a un penoso problema que sufrían los colonos: las inundaciones periódicas de sus ríos, el Neuquén, el Limay y el Negro. "El Valle de Río Negro era logísticamente el sostén de los militares que estaban en la cordillera, a fines del siglo XIX, tras la Conquista Del Desierto. La tensión diplomática con Chile precipitó la construcción del ferrocarril. El Estado apuró la llegada de los rieles a la cordillera. Tenía que unir Bahía Blanca, con escalas en la Confluencia y Zapala, a los Andes. En 1899 se inaugura el tramo hasta Confluencia, que en los mapas aparece como Estación Limay. El presidente Roca estuvo en la inauguración del tramo, pero la celebración se hizo en Chimpay porque justo el río se había salido de madre. Para la celebración iban con dos vagones llenos de comida", cuenta Oscar Mario Ballester.

La gran inundación fue en junio de 1899. Esta visión de catástrofe volvió a la agenda un tema crucial para el futuro de la zona: la doma del río. Ese mismo año el Estado encargó al ingeniero hidráulico César Cipolletti (1843-1908) el estudio de los ríos de la Norpatagonia. En menos de un año, Cipolletti elaboró su estudio para irrigar las zonas bañadas por el Negro y el Colorado. Poblar la Patagonia significaba entonces, regarla.

El decreto de contratación fue firmado por el presidente Julio A. Roca el 31 de diciembre de 1898 y el informe entró al Congreso el 7 de septiembre del año siguiente. "Figueroa Alcorta insiste en concretar el proyecto de Cipolletti. Lo logra, pero el proyecto se estanca en el parlamento. ¡Durante 6 meses no le aprobaron el presupuesto para su realización! Pellegrini le dice a Ramos Mexía que no se olvide de Río Negro, motivo por el cual el Lago se bautiza con su nombre", recuerda el hijo menor de Rodolfo Ballester. "Ramos Mexía había tenido problemas con el ingeniero Julián Romero (quien trabajó en los estudios sobre el aprovechamiento del río Negro), a quien habían nombrado en un cargo para que diese solución al problema de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires, fue a raíz de ese conflicto que entró en escena Decio Severini, quien sucedió a Cipolletti al morir éste".

Por la Ley de Irrigación, la 6.546, sancionada en 1909, el Estado concedió las obras planificadas por Cipolletti y completadas por Severini, a capitales ingleses. La Ley de Fomento de los Territorios Nacionales, ya planteaba hacer los ferrocarriles trasversales, el Ministro Ramos Mexía lo sugería, para lo cual dispuso para Río Negro 2 millones de pesos oro y Ferrocarril del Sud llegó con sus hierros hasta el sur. La ejecución del Dique aportaba una solución a los colonos y aseguraba el negocio de transporte de carga a los ingleses.

En 1909, Severini elevó al Ministro de Obras Públicas un nuevo informe sobre las obras de Irrigación del Valle de Río Negro. Y los ingleses, por su parte, revisaron el proyecto de la obra contratando al ingeniero R.G Kennedy, quien objetó algunos puntos, pero finalmente fue aprobado por la Compañía del Ferrocarril del Sud. "Su proyecto no fue el mismo que el de Cipolletti. Cambia un poco su visión. Cipolletti pensaba que se tenía que contener las inundaciones en los grandes lagos. El ingeniero que fue un ayudante de él, hizo en 1903 un estudio y Severini decidió hacer un cambio a partir de él. Severini ve la gran cuenca Vidal y propone usarla como descargador?", explica Carlos Alberto Ballester, ingeniero civil.

"La prensa de época analizó -en forma técnica- el proyecto. Severini aparece primero como Director de Irrigación, luego lo trae a las obras el ingeniero Kambo. En 1911 se termina un replanteo el proyecto aprobado y entregado al ingeniero Garrow, representante técnico de los ingleses", afirma Carlos Alberto.

El gigantesco proyecto nació con el año 1910, cuando la empresa inglesa comenzó a transportar piezas de hierro por mar, vía San Antonio, y que llegaban por las vías desde Cipolletti a Vista Alegre, en 30 kilómetros especiales que se hicieron a tal fin.

Los primeros 14 kilómetros de canal se iniciaron en agosto de 1911, cuando se nombró a Severini al frente de la obra, lo que no agradó al "gremio de ingenieros nacionales". En 1912, el presidente Figueroa Alcorta aprobó el proyecto definitivo para la construcción del canal principal, efectuado por el Ingeniero José Cantutti, con lo que la obra completa estaba encaminada. "La construcción se inició el 1 de agosto de 1910. El 30 de diciembre de 1912 se construyó en Campo Cordero el primero de los cinco saltos. A fines de 1914 se aprobó la construcción del puente sobre el gran canal del kilómetro 14. Allí parte desde el canal un desvío que lleva agua al lago Pellegrini para compensar las pérdidas por evaporación de ese espejo de agua? (que) podría recibir un gran volumen de agua en caso de emergencia." (Federico Petz, en "Agua, Divino Tesoro").

Al principio fue dique Neuquén; luego se lo llamó Dique Cordero, por el dueño de las tierras aledañas; y terminó rebautizado Dique Ballester. "Por los documentos encontrados en los archivos de las municipalidades de Cinco Saltos y Centenario y por los relatos de viejos pobladores, la gestión de Ballester fue excelente. Se preocupó mucho por el futuro de la zona. Aún antes de habilitarse los canales, se las ingeniaba para que los agricultores no se quedasen sin agua". (Petz, op. cit.)

Este dato es corroborado por su hijo, el ingeniero agrónomo Oscar M. Ballester: "La obra clave de mi padre no fue tanto el Dique, su obra fue el canal de riego. Yo recuerdo haber ido, cuando vivíamos en Stefenelli en 1927, en el ferrocarrilito de la obra a Villa Regina, entonces fui testigo de sus desvelos, su obsesión era llevar riego a los productores, allí puso su máximo empeño. En el dique era auditor, el resto era el futuro?".

Trabajaban con Ballester unos 180 obreros, 40 capataces, oficiales y artesanos y unos 30 empleados administrativos. Cuando llegó al Valle, el ingeniero tenía sólo 30 años. "Jugaba al fútbol en la obra; allí convivíamos con varias familias". Y alrededor de las familias, había huertas, una proveeduría y según cuentan, con los primeros pobladores llegaron prostitutas. José Guarnieri, primer médico de la obra, iba en sulky desde Allen hasta el lugar y hay registro de la atención a pobladores de la zona, así como permisos a prostitutas para ejercer su oficio en el campamento por 1911, 1912; según relata en su libro el médico de Cipolletti, Augusto Ciruzzi.

El libro "El Mundo el Trabajo" (Masés y otros, GHiSo)" revela otros datos de la vida en el dique: se trabajaba 9 horas, con turnos diurnos y nocturnos; que los obreros trabajan en tierra y en el agua, en condiciones sumamente riesgosas, "ya que los obreros debían permanecer largo tiempo sumergidos dentro de cajones abastecidos por aire comprimido, lo que provocaba trastornos fisiológicos y no pocos accidentes fatales".

"Ha sido un campamento modelo, una comunidad muy organizada, quizá por la impronta de los ingleses", reflexiona Carlos Alberto. Con los progresos de la obra, las tierras cercanas se cotizaron. Técnicos y obreros sabían de su potencial una vez regadas y muchos decidieron radicarse en la zona definitivamente, tras adquirir sus parcelas. Alrededor de estas primeras propiedades se fueron poblando dos localidades Centenario y Vista Alegre; y el puente fue un gesto, las manos enlazadas de las dos provincias.

En 1912 se regaban 3500 hectáreas de La Picasa. En 1921 el agua pasaba por Allen y llegaba a General Roca. En 1928, finalmente, el objetivo se alcanzó cuando el agua del canal tocó Chichinales, haciendo un recorrido de 130 kilómetros totales.



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