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Jóvenes, de la apatía a la marginación | ||
Los jóvenes que no estudian ni trabajan suman casi un millón en nuestro país. A diferencia del caso español, donde el problema es cultural o una preocupación para el Estado de bienestar, aquí es fuente de marginación y pobreza estructural. El problema es grave en nuestra región. | ||
"Yo no sé qué quiero hacer. No sé si quiero estudiar algo. No sé por qué tiene que gustarme hacer algo". Martín H. Se dice que los artistas poseen una sensibilidad y una percepción especiales que les permite, en muchas ocasiones, captar las emociones de sus contemporáneos e incluso prever intuitivamente realidades futuras. Las frases de Martín H., el joven protagonista de la película homónima de Adolfo Aristarain, preanunciaban ya en 1997 una situación preocupante de nuestras sociedades contemporáneas: miles de jóvenes viven sus días dominados por la apatía, sin manifestar ambiciones ni proyectos para el futuro, una tendencia que en Europa han apodado como "generación ni-ni", puesto que sus integrantes "ni estudian ni trabajan". Según una nota publicada en el diario español "El País", más de la mitad de las personas de entre 18 y 34 años de ese país dicen "no tener proyecto alguno por el cual sentirse interesado o ilusionado". Al parecer, tantos años de bonanza y crecimiento, frenados abruptamente por la crisis mundial, forjaron una generación carente de creatividad para emanciparse y consolidar proyectos de desarrollo, personales y colectivos. Esta pereza y desgano ante las posibilidades de involucrarse o crecer intelectualmente se produce, paradójicamente, en simultáneo con el avance de tecnologías que, como nunca antes en la historia de la humanidad, permiten el acceso a innumerables cuotas de cultura e información. Pareciera que el milagro que significa poder obtener tanto conocimiento valioso a través de internet es proporcional a la carencia de curiosidad de estas nuevas generaciones. Pobreza y apatía En la región, la falta de motivaciones en muchos jóvenes se complementa con horizontes nada alentadores limitados por las crisis económicas endémicas. Nuestro país no es ajeno a esta tendencia: de acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo más de 750.000 jóvenes no sólo no estudian sino que tampoco trabajan ni buscan trabajo y más de la mitad de ellos están entre los 20 y los 24 años. Según cifras oficiales, el 12% de los alumnos abandona el secundario al año y, contra lo que puede creerse, la tendencia no sólo afecta a los sectores pobres sino también a las clases medias. Sin dudas, aquí la incertidumbre a la que están expuestos los jóvenes se agrava por la situación política, económica y social. Es muy probable que este nihilismo posmoderno se haya gestado en parte por los lamentables ejemplos que han ofrecido las diversas dirigencias (políticas, empresariales, gremiales), responsables históricas de muchas de las penurias del presente. Los jóvenes enfrentan hoy una realidad en la que la aguda deserción escolar y las débiles políticas educativas no los han nutrido de una necesaria cultura del esfuerzo. "Muchos empleados de veinte años se resisten a comprometerse y perseverar en el trabajo. De un día para el otro renuncian. Capacitar a esa persona es una inversión que, sin compromiso, se pierde", comentó al autor una supervisora de una conocida marca de ropa. El contexto sociopolítico tampoco es alentador, puesto que en la Argentina millones de habitantes conviven con un desempleo crónico y una pobreza que los gobiernos no han podido o no han sabido erradicar ni siquiera en los mejores y recientes períodos de auge económico.
Queda mucho por hacer La Argentina no puede permitirse el lujo de ser presa de esta tendencia derrotista. Son innumerables las cosas que hay por hacer para encauzar el país en una vía de desarrollo: desde la imperiosa necesidad de erradicar el hambre y la pobreza, pasando por las pequeñas actividades de fomento en un barrio, hasta la expansión de obras de exploración petrolífera, por poner sólo algunos ejemplos. No hay excusas para la falta de emprendimientos. En plena sociedad de la información y del conocimiento deberían aprovecharse las múltiples tecnologías de la comunicación para buscar respuestas a los problemas de nuestra región que hayan sido exitosas en otros países. En una época en que las comunicaciones eran infinitamente más rústicas Sarmiento tomó un ejemplo foráneo (las maestras norteamericanas) para impulsar la educación pública... ¡y vaya si tuvo éxito! Si el mundo de los jóvenes hoy son los celulares, Facebook, Twitter o My Space, es imperioso usar estas herramientas con objetivos formativos. Sólo en YouTube, por ejemplo, puede accederse gratuitamente a clases de música, deportes o de distintas artes que serían provechosas en cualquier ámbito educativo... ¿esto lo saben los chicos? Pero el desarrollo del país no será regalado. Dependerá de las políticas de Estado consensuadas pero también del impulso y el valor ético que los ciudadanos impriman en sus labores diarias. Es por eso que urge forjar individuos educados, responsables con su prójimo y su hábitat y con gran conciencia cívica. Ése es el mandato que debemos transmitir para despejar esta preocupante modorra generacional.
Testimonios: "Me levanto, veo tele, hago changas, consumo algo, duermo" La Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó las conclusiones de su estudio "Jóvenes y trabajo decente en la Argentina": "En la Argentina de la poscrisis del 2001 la problemática juvenil y la precariedad laboral ocupan el centro de la gravedad de la cuestión social", asegura Pérez Sosto, que precisa que se trata de jóvenes que pertenecen al segmento de la población que se convirtió en irrelevante para el sistema capitalista porque antes era explotado y hoy se lo excluye. En las estadísticas a esos chicos se los denomina "inactivos absolutos" y son muy distintos de lo que en Europa llaman de la misma manera: jóvenes de una clase social apática. Aquí, los ni-ni son indigentes, pobres y vulnerables. Éstos son algunos testimonios obtenidos por los investigadores, que fueron reproducidos por el diario "Crítica" en un reportaje del año pasado. • "Me levanto, toco la guitarra, después desayuno; si tengo que trabajar, me ocupo de esa obligación; hago la limpieza del hogar y me baño, escucho música, salgo a caminar por el barrio, almuerzo, escribo, tomo nota de la vida misma, consumo algún estupefaciente, me acuesto a dormir", escribe un chico acerca de cómo es un día cualquiera de su vida. • "Me levanto, escucho la radio, desayuno, veo qué hay para hacer, salgo, estoy con mis amigos, cuando puedo salgo a buscar trabajo", dice un ni-ni. Otro escribe: "Me lebanto, arreglo mis cosas, alludo en mi casa, si sale alguna changa la hago, osino beo la tele" (sic). Otro, más adelante, agrega: "Un día mío me levanto temprano, al medio día como, a la tarde juego a la pelota, buelbo, me pego un vaño y me voy con los pibes parai" (sic). • Entre las mujeres -que son siete de cada diez de ese segmento- el problema no es la apatía sino otro: abandonan la escuela o dejan de buscar trabajo cuando quedan embarazadas o tienen que cuidar a sus hermanos más chicos: "Me lebanto temprano, limpio mi casa y miro las nobelas" (sic), dice una chica. • "Me levanto, preparo el desayuno, organizo las cosas del colegio de mis hermanas, les hago el almuerzo, las llevo al colegio, limpio mi casa, las voy a buscar al colegio y las ayudo a hacer la tarea, después viene mi mamá y le hago mates y después cenamos y dormimos", cuenta otra. • "Yo me levanto a las ocho de la mañana y dejo dormir un rato más al nene. Después, a las nueve, lo levanto. Le doy un yogur y sigue toda la mañana. Se lo dejo a mi hermana y limpio la casa. Después, él duerme una siesta y si quiere jugar, lo dejo, si no mala suerte. Mientras él duerme, yo estudio un poco. Porque dejé la escuela un año cuando quedé embarazada y ahora la retomé a la noche", dice. Entre las propuestas de cambio, los autores del trabajo sugieren: • Que la política pública con respecto a los jóvenes sea integral, donde todas las áreas involucradas actúen en función del tema joven en mancomún, bajo una sola coordinación, en forma masiva y con recursos suficientes. • La coordinación entre las áreas involucradas en el diseño, montaje y desarrollo de las políticas y programas que atienden en la materia a partir de la conformación de una red joven. • Mejorar la intervención sobre la problemática a través de la creación de dispositivos que realicen acciones tendientes a cubrir fundamentalmente tres estrategias: evitar el drenaje de jóvenes hacia la vulnerabilidad y la desafiliación (acciones de prevención primaria), incluir a los jóvenes de reciente desafiliación (acciones de prevención secundaria) y reinsertar a los jóvenes de sectores más vulnerables (acciones reparadoras). (Fuentes: "Crítica" digital y "La cuestión social de los jóvenes"; Pérez Sosto-Romero, 2008) |
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