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Stalin y su pasión por la crueldad | ||
El británico Orlando Figes, especialista en historia rusa, investigó las características siniestras de la represión sobre los campesinos resistentes a la colectivización. Su libro es el relato más riguroso sobre el terror que costó 20 millones .de muertes. | ||
"Seguramente moriré antes de que desaparezca el comunismo en Rusia", escribió Raymond Aron. Y a renglón seguido acotó: "No me preocupa no estar en ese momento, que es inexorable. Lo que realmente lamento es todo lo que no podré informarme sobre el terror en tiempos de Stalin, porque en esta cuestión todavía estamos en pañales". La confesión de Aron es ideal para reflexionar sobre "Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin". Es un ensayo (orilla las mil páginas) seductoramente agobiante. Porque, siguiendo la tradición que es tan típica de los historiadores británicos a la hora de investigar -eso que Stanley Payne definió como "la manía que nos da sentido"-, Orlando Figes trabaja su libro desde un manejo impecable de las fuentes, orales en su mayoría. Impecable por el convencimiento con que llegó a ellas durante más de una década de investigación en la propia Rusia. Sentarse frente a la fuente sin ninguna "anterioridad", como solía definir Silvio Frondizi ese estado intelectual que puede embargarnos a la hora de escuchar un relato: "Plagarnos de prejuicios y otras yerbas". Figes escucha y escucha dando siempre la sensación de que lo hace sin dejarse apremiar por la deducción propia. Deja que corra el relato percibiendo que mientras dure no es tiempo de nada más que eso: escuchar. Y leer lo que se le acerca. Figes armó su ensayo espasmódicamente desde mediados de los 80. Aceleró en los 90 y cerró en el 2009, luego de que su instinto le jugara en términos desiguales. "Me decía que las personas más ancianas se guardarían para sí sus recuerdos y sentimientos hasta estar seguros de que el comunismo no volvería al poder, y para eso faltaban todavía algunos años. En cierto sentido me equivoqué: la década del 90 es considerada la época de oro de la historia oral de la ex Unión Soviética, sobre todo en comparación con la época de Putin, cuyo gobierno de sesgo autoritario empujó a volver al ostracismo clásico". "Pero en otros aspectos mi intuición se vio confirmada, pues lo que la gente quería recordar en esos primeros años de furor rememorativo eran los hechos de represión, el detalle de los arrestos, el encarcelamiento y la rehabilitación, y no el daño que habría sufrido su vida interior ni los dolorosos recuerdos de traiciones personales o vínculos perdidos que habían cambiado sus vidas", agrega Figes. Sin embargo, todo esto último se convertirá en la viga maestra que sostiene el ensayo de Figes.
Un relato del sufrimiento
Porque, por definición, "Los que susurran" es el libro del sufrimiento. Del dolor. Del desgarramiento emocional y físico que padecieron millones de seres durante la dictadura de Stalin fundamentalmente a partir de finales de la década del 20. Y es, por excelencia, el libro de la muerte de millones de seres perseguidos bajo la acusación de ser "enemigos del pueblo". Es un libro sobrecogedor por la magnitud, los alcances que definieron el terror. Y sobrecogedor por el destino sufrido por cientos de miles de niños perseguidos por el sistema sin contemplaciones, más allá del asesinato de sus padres. "Enemigos del pueblo" que estaban en la cuna o no superaban los 10 años a la hora en que los comunistas les arrancaron a sus padres. "Fueron muy pocas las familias que salieron indemnes del terror estalinista. Según estimaciones conservadoras, alrededor de 25 millones sufrieron la represión por parte del régimen soviético entre 1928 -cuando Stalin asumió el liderazgo del Partido Comunista- y 1953, el año en que murió, momento en que su reinado de terror, aunque no el sistema que había desarrollado durante un cuarto de siglo, tocó su fin. "Veinticinco millones de personas ejecutadas por escuadrones de fusilamiento, prisioneros en el Gulag, kulaks (propietarios de tierra que resistieron la colectivización) enviados a "colonias especiales", trabajadores esclavos de diversas clases y deportados", señala en su libro Figes. Pero quizá sea necesario advertir que "Los que susurran" no es un libro sobre Stalin. No hay biografía de "Koba", el sobrenombre del dictador. Mucho menos es un ensayo sobre el conjunto de la política que le imprimió Stalin a la Revolución Rusa cuando, tras la muerte de Lenin, luchó por despejarse el camino rumbo a todo el poder. Pero Stalin es sin embargo la presencia más permanente, de mayor peso en cada página de "Los que susurran". Está por los términos extremos en que se incrustó y condicionó la vida del pueblo ruso. Stalin gravita desde el instrumento del terror. Está en la cultura que, sustentada en simbiosis de miedo y silencios, él imprimió.
Hijos contra sus padres
Sí, quizá no sea aventurado señalar que "Los que susurran" impacta no sólo por la naturaleza violenta con que se controló a la sociedad rusa sino por el silencio al que la sometió. El silencio sobre el destino de los detenidos. Familias enteras desaparecidas. No hablar ni siquiera con los hijos sobre lo que sucedía porque los hijos eran manipulados por el régimen y -como lo demuestra sólidamente Figes- terminaban delatando a los padres?. -Yo, Nikolai Kaminskaia, renuncio a mi padre, ex sacerdote, pues durante muchos años engañó a la gente diciéndole que Dios existe, y es por eso que a partir de ahora corto con él todo vínculo -señala un relato-. Y "Los que susurran" es también el libro del hambre. Hambre provocada en el inmenso interior de Rusia por la baja de producción que implicó la colectivización drástica de la tierra. Hambre que trastoca, resiente, el tejido social de familias que por décadas habían vivido en comunidades vertebradas en la solidaridad cotidiana. Él desestructuró esos vínculos. Alentó el salvarse como se pudiera. Y entonces, el terror estalinista redobló su apuesta para disciplinar. Un terror que, como lo demuestra impecablemente Figes, penetró en la mente y en las emociones de la gente hasta condicionarla durante tres generaciones. Y, a modo de dato final, "Los que susurran" es el libro de la sospecha en que siempre fundó Stalin su ejercicio del poder. Porque, como hace más de 60 años lo señalara con solidez de argumentos Issacc Deutscher en su "Stalin", la técnica del poder de este georgiano siempre reveló "su actitud de desconfianza ante la sociedad, su enfoque pesimista de ésta. El estalinismo debía construirse mediante la coerción más bien que mediante la persuasión". "Los que susurran" no hace nada más que confirmar esta patología del poder terrible que ejerció Stalin.
CARLOS TORRENGO |
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