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Se deterioran los indicadores de la distribución del ingreso | ||
El 10% más rico de la población ganó 26,39 veces más que el 10% más pobre al finalizar el segundo trimestre del año. En ese lapso, el ingreso individual promedio más bajo fue de 216 pesos y el más alto llegó a 5.669 pesos. | ||
Volvió a difundirse la evolución de la distribución del ingreso de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que no se difundía desde el segundo trimestre del 2007, luego de que su anterior directora se negara a calcular la pobreza con una canasta básica subvaluada que, obviamente, no reflejaba la inflación real. El gobierno nacional dejó de informar sobre su evolución y comenzó a subestimar la inflación (y por lo tanto la pobreza y la indigencia), haciendo que el Indec dejara de publicar el indicador de distribución del ingreso entre las personas. También interrumpió la difusión de la base de datos de la encuesta permanente de hogares (EPH), a partir de la cual se podía conocer el nivel de desigualdad. Precisamente desde entonces ésta se mantuvo, al estancarse el progreso en el reparto y quedar como en el 2001, el último año de la convertibilidad. Amado Boudou, ministro de Economía y Finanzas Públicas, y Norberto Itzcovich, director técnico del Indec, argumentaron que las correspondientes informaciones no se proporcionaron “porque tenían inconsistencias y se las trabajaba mal” y prometieron que “los datos van a ser coherentes”. El 10% más rico de la población ganó 26,39 veces más que el 10% más pobre al finalizar el segundo trimestre del año y percibían ingresos individuales promedios de 5.669 y 216 pesos, respectivamente, según se informó oficialmente el 4 del actual ya con la base de datos “purgada” por “errores técnicos”, cambios metodológicos que algunos economistas interpretaron que “ayudaron” a disminuir la brecha. Pese a eso no mejoró en relación al cuarto trimestre del 2008 –cuando la misma comparación fue de 23,63 veces–, momento en el cual se mantenía el conflicto con el campo por las retenciones móviles y la crisis financiera internacional. Sin embargo, la propaganda oficial prefirió enfatizar que el 10% de los hogares ricos mostraban en el 2003 ingresos 11,8 veces superiores a los del 10% más pobre y que esa relación se redujo 7,8 veces en el segundo trimestre del 2009, nivel que a su vez resultó similar al de abril-junio del 2008. La interpretación gubernamental fue, también, que el 10% de los hogares más ricos percibieron ingresos 2,8 veces superiores a los hogares con ingresos promedios, relación que en el 2003 era 3,2. En tanto la diferencia entre el 10% de hogares con ingresos promedio y el 10% de ingresos más bajos pasó de 3,7 en el 2003 a 3 en el 2009.“Es más representativo ver el indicador de distribución del ingreso en relación al ingreso per cápita familiar, porque una familia distribuye sus ingresos en relación a las necesidades de sus integrantes”, explicó Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) e investigador del Instituto “Gino Germani” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).Para el segundo trimestre del 2009, el coeficiente Gini utilizado para calcular la desigualdad en la distribución de los ingresos fue 0,403 (cero significa la igualdad absoluta, es decir que todos tienen el mismo ingreso, y uno la desigualdad absoluta, o sea que una persona tiene todo el ingreso). En este esquema, en una familia perteneciente al 10% más pobre de la población, el ingreso individual promedio mensual era de 216 pesos, mientras que en la del 10% más rico ascendía a 5.669. Había entonces 1.382.000 personas en el decil que agrupaba al 10% más pobre en los 31 aglomerados urbanos relevados y todas sumaban ingresos por casi 300 millones de pesos, apenas 1,3% del total. En cambio, el 10% más rico ganaba en promedio 5.669 pesos por mes, el doble que las del noveno decil (el 10% que le seguía en riqueza), y acumulaba 7.845 millones (el 32,9% del total). Las mujeres cuadriplicaron sus ingresos en los últimos seis años y los varones los aumentaron 3,5 veces, conforme surgió de la EPH, entre el tercer trimestre del 2003 y el segundo trimestre del 2009. Ellas pasaron de ganar 300 pesos en el primero de esos períodos (por el promedio de ingresos) a 1.200 en el último, trabajando un promedio de 33 horas semanales, y ellos de 450 a 1.600, en uno y otro caso estando ocupados 44 horas. Por calificación, las mensualidades individuales promedio eran: profesionales, 3.000 pesos; técnicos, 1.900; operarios, 1.500; mano de obra no calificada, 800.En tanto, el coeficiente de Gini, la medida utilizada para estimar la desigualdad en la distribución del ingreso para el universo de personas, en el segundo trimestre de este año que concluye fue 0,460 contra 0,450 en idéntico período de un año antes. En el tercero del 2003 fue 0,534 y paulatinamente disminuyó hasta tocar su “piso” de 0,450 en el segundo trimestre del año precedente. Seguidamente, el Gini tuvo un comportamiento errático atribuido al conflicto planteado por el campo, tras la suba de las retenciones dispuesta por el gobierno nacional con el argumento de que mejorarían la distribución del ingreso: tercer trimestre del 2008, 0,469; cuarto de ese año, el señalado de 0,450; en este año el primer trimestre, 0,454, y el segundo, 0,460. Este último coeficiente es el mismo del segundo trimestre del 2007, pese a que en este año y el 2008 el gobierno nacional publicitó que el Producto Interno Bruto (PIB) creció al 8,7% y el 7%, respectivamente. Sin embargo, todo esto no contribuyó a mejorar la distribución del ingreso. En otros lugares, el coeficiente de Gini era de alrededor del 0,32, aunque Chile reflejaba 0,54, Brasil, 0,57 y México, 0,55, pero debe hacerse la salvedad de que sus economías fueron históricamente más desiguales que la local. El coeficiente de Gini empeoró desde 0,46 en 1995 a 0,48 en 1999 y a 0,50 en el 2001. En el 2002 se llegó al peor nivel de reparto: 0,53. Desde el 2003 comenzó la mejoría por el crecimiento económico, el aumento del empleo, los aumentos salariales y la inflación moderada. Con el índice en 0,502 se puede concluir que la Argentina es tan desigual como Zimbabwe y más que el promedio mundial (0,40). El 2008 fue el mejor de esta década para Jorge Colina, investigador jefe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa). “El empleo crecía mucho, al igual que los ingresos –observó–. Pero en el 2009 se perdieron muchos puestos de trabajo formales e informales y por eso empeoró la distribución del ingreso”. Este año, en el segundo trimestre, el segmento (decil) que agrupa al 10% más rico de los hogares del país fue el único de los diez que se registran que exhibió una mejora de sus ingresos respecto del primero. Un análisis preliminar de las bases de la EPH permitió a Colina señalar que el salario promedio del empleo formal era de unos 2.200 pesos, inferior por cierto a los 3.500 que surgían de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Argumentó que el hecho de reflejar salarios formales (suelen ser los más elevados) más bajos que los reales, subestimaría el verdadero nivel de desigualdad.“Ni la pobreza ni la desigualdad en la distribución del ingreso habrían cambiado desde el 2006”, estimaron en el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata sobre la base de cálculos basados en la EPH, cuyas variaciones de precios les resultarían más realistas que las del Indec. A pesar de que el PIB creció en los últimos 6 años a un promedio del 8% anual, estimaciones privadas señalaron que la Argentina mantuvo en el segundo trimestre del 2009 niveles de pobreza superiores a los de la década del 90 del siglo pasado. Otro indicador clave (salario “en negro”) marcó que el 36,2% de los trabajadores no estaba registrado, más que el 32%, promedio, de 1991-2000 y casi el mismo que en mayo de 1998.Una forma diferente de medir la realidad refleja el “Barómetro de la deuda social argentina”, del Programa del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). “Tras cinco años de progreso sostenido en lo que hace a la disponibilidad del ingreso para el consumo y el ahorro, durante el período 2008-2009 los hogares sufrieron una pauperización en sus economías –puntualizó el 6 de noviembre último–. Así mientras en el 2007 la proporción de familias a las que el ingreso total no les alcanzaba para afrontar los gastos corrientes llegó a su mínimo (35,1%) tras la crisis del 2001, en el primer semestre del 2009 alcanzó el 43,9%. Asimismo, la mejor situación a nivel general en lo que hace a hogares con capacidades de ahorro también se logró en el 2007 (15,3%), momento desde el cual el indicador se mantiene en torno al 13%” (ver cuadro). “Mientras en los 90, la pobreza fue creciendo por la suba del desempleo, ahora se explica primordialmente por la insuficiencia de ingresos”, subrayó Salvia. Las perspectivas para el año que viene son de que, no obstante el incremento previsto de entre 2,55 y 5% del Producto Interno Bruto y el posible crecimiento del empleo, no mejorará la situación de los trabajadores de menores ingresos y sí lo hará la de los sectores más productivos y concentrados, o sea los que ocupan al personal más calificado y con mayores remuneraciones.
Uno de los casos más frustrantes de América latina A fines de noviembre pasado, la Argentina era “uno los casos más frustrantes” en materia de distribución del ingreso en América Latina, según Leonardo Gasparini, director del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata. Recordó –en el 41º coloquio anual del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (Idea)– que en los 70, junto a Uruguay, el país registraba “la más baja desigualdad del continente”, mientras ahora “estamos en niveles más parecidos al resto de los países”. Como “no hubo crecimiento con equidad”, opinó que “la Argentina es uno de los casos más frustrantes de América Latina”.Advirtió, además, que existen evidencias de que, “cuando los incrementos aún generalizados del ingreso son desbalanceados, generan tensión social, inestabilidad política y delincuencia”. En consecuencia, “la distribución del ingreso es el instrumento para una sociedad más estable y más segura” y su desigualdad “en general se traduce en desigualdad de oportunidades”.En esa situación, indicó que “la sociedad de a poco se va segregando” y “los distintos estratos de la población empiezan a vivir en lugares separados, van a escuelas separadas y crean una sociedad más fragmentada y polarizada, con mucha menos movilidad social”.Dedujo, por lo tanto, que “una redistribución del ingreso sirve esencialmente para atender la demanda de igualdad de oportunidades”. Para ello propuso “una política de precios, educación para los más pobres, transferencia masiva de dinero sin clientelismo y sin desincentivos al trabajo y una política fiscal que cobre impuestos, con tasas bajas que no generen distorsiones y que se vuelque el gasto público de manera eficiente”. Una encuesta del Cedlas demostró que la mayoría de las personas tienden a pensar que están más cerca del promedio de los ingresos de lo que realmente se encuentran. Por ejemplo, el 57% de los habitantes del Gran Buenos Aires mantiene una diferencia significativa entre su posición real y su estimación. La mitad de quienes pertenecen a los hogares de mayores ingresos estimó que eran relativamente más pobres. Idéntica proporción se comprobó entre los de menores ingresos, aunque ellos suponían ser menos pobres de lo que eran. El Cedlas hasta comprobó que era usual que las personas de ingresos medios y altos pensaran que estaban en escalones más bajos de aquellos en los que se encontraban. |
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