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Los jóvenes, al margen de las urnas

Al contrario del plebiscito de 1988, el voto joven no tendrá el peso decisivo en los comicios: menos del 10% de incriptos. Las razones de un desinterés creciente.

Fabián San Martín, en campaña por el oficialista Eduardo Frei, reconoce que lo hace por dinero. "No estoy inscripto para votar; sólo lo haría si me llamara la atención un candidato", dice este estudiante de 23 años, parte de ese 75% de jóvenes que se abstendrá en las elecciones ese domingo en Chile.

"Los candidatos de ahora son para la risa, son siempre los mismos y se insultan entre ellos", argumenta Fabián, que viste una camiseta con el nombre de Frei en el pecho y entrega propaganda electoral en la céntrica comuna de Providencia.

"Esto sólo lo hago por plata", se excusa, dando muestra de una apatía que es constante en los jóvenes chilenos frente a la política, que se han marginado en las últimas elecciones.

En el plebiscito de 1988 para acabar con la dictadura de Augusto Pinochet, el 36% de los votantes era joven (entre 18 y 29 años). Hoy, según datos oficiales, sólo el 9,2% del total de inscriptos en el Servicio Electoral (unos 8,2 millones) está en ese rango.

"Al no inscribirme expreso que estoy en contra del sistema, porque a todos les interesa el poder y la plata. No le creo a ninguno", señala Francisca, de 18 años, que es nacida tras el fin de la dictadura de Pinochet y optó por no votar.

Francisca integra la llamada "Generación pingüina", aquella que en mayo del 2006 protagonizó las mayores protestas de estudiantes en Chile en las últimas tres décadas, en coincidencia con el inicio del gobierno de Michelle Bachelet.

Con un entusiasmo desbordante y una mística que echó por tierra las hipótesis sobre la apatía de los jóvenes chilenos, el movimiento hizo historia al forzar la renuncia del ministro de Educación de la época y obtener un compromiso del gobierno para reformar la educación pública chilena.

Pero ese entusiasmo por defender sus derechos no se traslada a las urnas.

Una de las razones es que en Chile el voto es obligatorio pero sólo para quienes están inscriptos en los registros electorales.

Es decir que al inscribirse un joven sabe que adquiere una obligación para toda la vida, y eso desincentiva a muchos. Si alguien que está anotado no vota y no tiene justificación, debe acudir ante un juez y pagar multas que van desde los 39 hasta los 220 dólares.

Un proyecto para promover la inscripción universal y el voto voluntario fracasó en el Congreso.

La constante apatía juvenil por la política motivó al gobierno a lanzar en los últimos meses la campaña "Yo tengo poder, yo voto", en busca de atraer a los registros a los jóvenes chilenos, pero sin éxito.

Al no existir nuevos electores, los políticos tampoco se interesan por los temas de los jóvenes. "Los políticos se preguntan para qué hacer campaña o poner temas en carpeta que interesan a los jóvenes, cuando éstos no votan", analizó el comentarista Nibaldo Mosciatti.

La presencia en campaña de Marco Enríquez-Ominami, un político de 36 años que desafió al sistema, tampoco parece entusiasmar a los jóvenes, que lo ven como otro miembro más de los clanes políticos que han controlado el país.

Los tres aspirantes a la presidencia llevan la política en la sangre. Piñera es hijo de un fundador del partido demócrata-cristiano; el padre de Frei fue presidente y Enríquez-Ominami es hijo adoptivo del senador Carlos Ominami.

Los jóvenes chilenos parecen motivarse por otras iniciativas, sobre todo de carácter social.

Una de ellas es "Un techo para mi país", que nació en Chile al alero de la Iglesia Católica y ha convocado a más de 200.000 jóvenes en América Latina para la construcción de viviendas para familias pobres.

"Espero que a largo plazo el sistema sea más flexible para incorporar a los jóvenes porque hay que entender que son ellos los que van a cambiar Chile en los próximos 15 a 20 años", asegura Maximiliano Raide, presidente de la privada fundación Jóvenes Líderes. (AFP)

 

Por GRACIELA ALMENDRAS



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