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Carlos Fuentes: "Si algo molesta a los totalitarios son los libros"
El escritor mexicano estuvo en Buenos Aires para presentar "Adán en Edén", novela que aborda temas en los que pivotea siempre con creciente creatividad su literatura: el poder, la corrupción y la impunidad.

Por CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

 

Carlos Fuentes luce relajado, suelto. La presentación en el Malba de su novela "Adán en Edén" ha tenido el marco apropiado: público interesado y calidad de reflexiones por parte de los invitados a reflexionar sobre la obra: el sociólogo Natalio Botana, la crítica en literatura Silvia Hopenhayn y el periodista Claudio Escribano.

Los tres coinciden: desde la ficción, la novela expresa impecablemente la impunidad con que suele operar el poder en Latinoamérica.

-Es la novela de la impunidad y el descaro de la impunidad -señala Escribano

Botana, por su parte , leyó la novela desde su rigurosa experiencia en reflexionar sobre el poder y la hegemonía en que suele devenir su ejercicio. Su conclusión se forja desde una comparación. Veamos:

  • "Adán en Edén" expresa una nueva mirada de la literatura sobre el poder político. Rompe el molde clásico de articular la ficción "en torno de un déspota supremo que dura muchos años en el poder".
  • Con aportes como el de Carlos Fuentes, la literatura se hace cargo de hablar de una nueva geografía del poder y la impunidad, un "paisaje que está poblado por pequeños déspotas, que forman el nuevo feudalismo urbano".

-¿Qué puede la literatura ante el poder y los excesos del poder? -le preguntaron a Carlos Fuentes durante la presentación de "Adán en Edén" en Chile.

-Tanto como para que sepa que si hay algo que molesta a los totalitarios son precisamente los libros. ¡Ése es el poder de la literatura: el que tengan que perseguir escritores, asesinarlos, censurarlos, quemar sus libros... Ése es el poder de la literatura!

Se torna complejo en el Malba hablar tranquilamente con el autor de "La silla del águila". Lo tironean los requerimientos. Le gusta estar, meterse entre la gente... "Hacia el afuera del escritor, la gente es el sentido de literatura", comentó años atrás en Madrid.

-Hace dos años, en Mar del Plata, durante la reunión de IDEA le preguntamos qué lo seducía tanto del poder como para haberle dedicado ya gran parte de su obra. Usted nos respondió que le interesaba el cinismo con que suele desplegarse allí. ¿Nada cambió en ese argumento? -le pregunta "Río Negro".

-Nada, en todo caso lo que hay es más materia para seguir trabajando desde la ficción, sobre el poder. Es decir: si hay algo que no se agota en nuestro continente es esa forma de buscar rápido el exceso, la impunidad, para ejercer el poder...

-¿No hemos progresado nada en esta materia?

-Sí, hemos progresado. La gente se defiende cada vez más del poder y sus excesos. Se organiza, resiste, pelea por sus derechos. Pero claro, es una lucha cuya fuerza, tenacidad, depende de muchos factores, algunos de ellos incluso condicionan ese querer hacer valer sus derechos...

-¿Qué factores?

-¡La situación social en la que viven millones de latinoamericanos! Lo he dicho antes y ahora... acá, en Buenos Aires. Amo este país, esta ciudad y en cada conversación que tengo con mis amigos y conocidos argentinos siempre coincidimos: hemos avanzado en materia de nuestros sistemas políticos, ya no hay golpes de Estado. Pero nuestras democracias están marcadas a fuego por el déficit social que sobrellevan...

-Un obispo de la Patagonia acaba de señalar que es complejo hablarle de Dios a una persona cuando la panza le cruje por el hambre. ¿Podría decirse algo similar en relación a la democracia?

-Lo que sucede es que tampoco las dictaduras solucionan los problemas sociales. Es más, los agravan con sus culturas del orden, de los dogmatismos, con querer silenciar los problemas. Para muestra vale este payaso de Chávez y su autoritarismo: agravó y sigue agravando todos los problemas de Venezuela, sociales, políticos.

-Usted lo ha definido de fascista. Con independencia de otras características, ¿hay alguna en particular que lo defina sin más como fascista?

-El discurso, que es la esencia vía la cual se revela el fascista.

-¿El ir aceleradamente a los extremos?

-Yo diría que la pulsión a verse como hacedor único de la historia. Y es fascista incluso en relación a la liturgia, a la escena que siempre monta para ejercer el poder, para hacer trascender sus groserías, sus "verdades", que no son nada más que un manojo de disparates, de provocaciones... Hasta en eso se parece a Mussolini, al Mussolini gritando desde el balcón...

-El del mentón bien arriba y apretado, como los fascistas que entran en "Amarcord".

-Eso es Chávez: un payaso.

-Un compatriota suyo, Enrique Krauze , dice que asombra la plasticidad o, mejor, la capacidad que tiene Chávez para armar su "discurso", es decir meterle de todo lo que le convenga, forzarlo. Abonando esto, otros historiadores sostienen que ésa es una técnica más propia del fascismo que del nazismo, que a la hora del discurso es más orgánico en materia de ideas. ¿Está de acuerdo?

-Sí, por eso referencio a Chávez solo con Mussolini, haciendo, claro, la salvedad de que Mussolini y Hitler son sinónimos de regímenes furiosos, dictaduras. Pero sí, es cierto, el nazismo habló desde ideas cuya genética, cuyo despliegue, abreva en convicciones filosóficas horribles para mi gusto, por así decir, pero con pasado, con historia.

 

Historia y literatura

 

-Yo sé que no el gusta hablar de la generación del boom literario de los 60...

-No es que no me guste. Ya es historia. ¿Qué más podemos revolver ahí?

-Pero hay cierta cuestión que siempre surge cuando se habla de esa generación: miraban la historia y les salía la ficción como al instante. No hablo de un proceso fácil, mecanizado, sino de andar sobre seguro en esa cantera. ¿Usted, como escritor, no ha sentido ese dictado?

-A ver, a ver. Está ese dictado, no lo niego. Y es un dictado atrapante porque nuestra historia, la de este continente, es apasionante, contradictoria, furiosa, lo que se quiera. Pero está el presente y yo miro el presente. Por supuesto que el presente viene de aquella historia... "Adán en Edén" es el hoy en mi país, y el hoy en muchos de nuestros países, y viene de toda una cultura de impunidad en el ejercicio del poder. Pero es presente en tanto que aquello que tanto daño causó -esa impunidad- sigue vigente. Lo que hago como escritor es ponerle imaginación a esa realidad, ponerle lenguaje en estado de ficción.

-Que no es tanta ficción...

-Puede pensarse así, es cierto, pero es un proceso que bien podría definirse de esta manera: existe esto y esto es realidad; yo lo voy a ver y contar de esta manera...

-Me pareció muy acertada la definición de Botana en el comentario de su libro: hasta hace muy poco, la literatura se hacía cargo de dictaduras; hoy, con libros como el suyo, se hace cargo de los "pequeños déspotas" que forman el feudalismo urbano. ¿Está de acuerdo con Botana?

-Por supuesto. Ya no podemos hablar de dictadores prolongados en el tiempo; tenemos que hablar sí de la nuevas sociedades dominadas por esos "pequeños déspotas"...

-Le gusta la gestión de Obama, ¿no?

-Me gusta que a cargo de un país tan importante para todos nosotros ya no esté gente como los Bush. Me agrada que le hayan dado el Pre-mio Nobel a Obama: nuevas ideas, diálogo... nada de andar invadiendo por aquí y por allá...



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