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Problemas que afectan a los partidos | ||
Las fuerzas políticas son esenciales para la democracia, al representar intereses de segmentos .específicos de la .sociedad. Y corregir .sus deficiencias es .una tarea compleja. | ||
Por ALEARDO F. LARÍA aleardolaria@telefonica.net
Hay un acuerdo considerable en que los partidos políticos son esenciales para la democracia. También en que la opinión pública registra una amplia insatisfacción y desconfianza hacia los partidos políticos tanto en democracias parlamentarias como en presidenciales. La tesis de Juan Linz ("Partidos políticos. Viejos conceptos y nuevos retos", Juan Linz y José Ramón Montero compiladores, Editorial Trotta) es que algunos de los problemas de los partidos políticos son casi inherentes a su naturaleza y que, por lo tanto, resultan difíciles de corregir mediante la ingeniería institucional, que a menudo suele terminar en un fracaso.
* Los símbolos de unidad. De alguna manera los partidos podrían ser también víctimas de las contradicciones inherentes al papel que tienen en los regímenes democráticos: representar los intereses de segmentos específicos de la sociedad. En su gran mayoría, los ciudadanos se sienten atraídos hacia los símbolos que expresan la unidad de la nación, del Estado o de la comunidad local. Esto explica la atracción popular de los reyes o de los líderes que se presentan a sí mismos por encima de los partidos. Explica también, en opinión de Linz, el resentimiento hacia la crispación de la política partidista. La competencia entre los partidos, efectuada sin límites y desacreditando al resto de los competidores, rompe con la posibilidad de un consenso y la idea de que puede haber una solución que sea buena para todos. Lo notable es que en las sociedades complejas, donde las ideologías cada vez son menos vinculantes y la política está personalizada, las campañas negativas no necesariamente benefician a quienes las emplean.
* El presidencialismo. Según Linz, el presidencialismo, por su naturaleza, podría generar un específico sentimiento antipartido. Mientras que en el sistema parlamentario se fortalecen los lazos entre la Legislatura y el Ejecutivo, en el presidencialismo disminuye el papel de los partidos en la producción y articulación de los programas de gobierno, que quedan a cargo exclusivo del presidente. En los casos de "gobierno dividido" (cuando el presidente pierde el apoyo del parlamento) es posible que quienes sostienen al presidente sean críticos con los partidos que en el parlamento obstaculizan su labor, lo que contribuye al desprestigio general de los partidos. Luego el presidente es elegido por sus cualidades personales más que como líder de un partido y esto propicia que pueda luego distanciarse perfectamente de ellos. Finalmente, en el sistema presidencialista los miembros del Congreso pueden oponerse a las políticas del presidente sin poner en riesgo la estabilidad del Ejecutivo, lo que podría favorecer cierto transfuguismo, una práctica que siempre perjudica al prestigio de los partidos. El atractivo del populismo presidencialista antipartido o por encima de los partidos es otro de los peligros, como se observa actualmente en América Latina.
* Los sistemas electorales. Los sistemas electorales influyen también en la opinión que de los partidos políticos se hacen los electores. Los sistemas uninominales, por ejemplo, estimulan la carencia de cohesión, disciplina y compromiso partidario de los líderes electos localmente, lo que podría reforzar la insatisfacción con los partidos. En un sistema bipartidista, quienes rechazan a uno de los dos partidos o no están conformes con el liderazgo del propio podrían experimentar la sensación de que no existe alternativa. Por el contrario, si existe una pluralidad de partidos, los votantes pierden control sobre el resultado de la elección, que será determinada por las negociaciones entre los partidos. De manera que, cualquiera sea el sistema electoral, al final los partidos terminarán con su prestigio dañado.
* La labor de condensación de los partidos. Los partidos, al abordar un gran número de temas, tienen inevitablemente que seleccionar algunos e ignorar o minimizar otros. Si intentaran ofrecer voz a todas las representaciones, sólo se conseguiría un sistema multipartidario inmanejable. Con la fragmentación de intereses de la sociedad moderna (donde han desaparecido clivajes como los de "clase obrera"), los individuos han tendido a enfocar su atención en intereses particulares y específicos. Esto da lugar a una cierta hipocresía de los votantes que acusan a los partidos de no perseguir los intereses de sus bases electorales. Cuando los partidos representan los intereses del propio grupo, son considerados como "los intereses generales"; cuando representan a los de otro grupo, son considerados como "intereses particulares". Ésta es la ventaja que tienen los "movimientos sociales" sobre los partidos, dado que centrados en un solo tema no tienen que hacer transacciones entre intereses en conflicto.
* La corrupción. Los partidos también son vistos como estrechamente vinculados con la corrupción. Pero la capacidad de los partidos para prevenir estos comportamientos se encuentra muy limitada. Los partidos tienen que presentar candidatos a un gran número de cargos electivos y les resulta prácticamente imposible adquirir pleno conocimiento sobre la honestidad de miles de candidatos. Vinculado con este tema, está el de la financiación de los partidos. A partir de la experiencia americana, son conocidos los peligros y abusos conectados con el dinero en la política.
* El problema del liderazgo. Los votantes tienden a votar al partido que presenta el candidato más atractivo. En la nueva sociedad mediática la personalización del liderazgo político ha avanzado más que nunca, incluso en los sistemas parlamentarios. Pero al mismo tiempo existe la convicción de que la concentración de poder en las manos de un líder nacional debilita la vida interna de un partido, impide la emergencia de líderes alternativos, refuerza las tendencias oligárquicas en la cima y por lo tanto reduce la democracia interna. Se menciona la necesidad de una mayor democracia interna, con participación real de los afiliados, pero la manera en que han cambiado los congresos partidarios, que se han convertido en un escenario mediático, no favorece esa posibilidad.
* La profesionalización de la política. El mito democrático por el que cualquiera debe ser elegible para competir por un cargo público tiene su expresión simbólica en la elección griega por sorteo. Pero actualmente la carrera política necesariamente se convierte en una profesión, porque las exigencias de la vida política son incompatibles con la posibilidad del ejercicio privado de otra profesión. De allí que para los políticos la política sea una vocación pero también una profesión. La profesionalización de la política es casi inevitable, pero es una solución que separa a los profesionales de la política de los ciudadanos y eso tiene sus riesgos. Finalmente, en el pasado, cuando las democracias estaban amenazadas, los demócratas comprometidos estaban dispuestos a defender el sistema de partidos e indirectamente a quienes ocupaban puestos de respon- sabilidad, ignorando sus defectos. Hoy, la ausencia de desafíos ideológicos radicales a la democracia permite una discusión mucho más abierta de los defectos reales de las instituciones democráticas. Como se deduce de todos los elementos señalados, los partidos modernos, aunque imprescindibles, parecen condenados a sufrir, tal vez injustamente, la desafección de los ciudadanos. Es el duro precio que pagan por sostener la democracia. |
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