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El sudor sobrevalorado
Los hinchas piden garra, pero es lo de menos cuando todo gira en torno de improvisación.

Tan desacertado sería pensar que el milagro de Martín Palermo conducirá al seleccionado rumbo a Sudáfrica como esperar ganar el pasaje sólo con actitud, garra y corazón, como se pidió el sábado bajo una tormenta que finalmente terminó sólo siendo de agua.

Con acierto, en la novela "Saber perder", uno de los personajes de Santiago Trueba, tira una frase que suena esclarecedora: "El sudor está sobrevalorado", le explica a un futbolista argentino por qué en España cuesta tanto que los crack triunfen. Para él, "(al hincha) le gusta el populismo, el que corre con el alma hacia un balón inalcanzable, el que pide al público que anime, el que abronca (sic) a sus compañeros".

Mientras el cielo se caía a baldazos y las gargantas enfurecían, en un hecho con pocos antecedentes para un seleccionado, todo el mundo reclamó que los jugadores de Maradona "pongan h...". Pero en el fútbol moderno un equipo no triunfa aplicando sólo el "cuchillo entre los dientes".

La realidad indica que Argentina carece de una identidad de juego y que habrá que preparar el corazón para el miércoles. Uruguay no es sobresaliente, pero sí disciplinado y agresivo. Un equipo que posee un técnico inteligente y un par de delanteros de real peligro.

Aunque terminó 0-0, de local y ante el peor seleccionado peruano de las últimas dos décadas, el primer tiempo de Argentina fue promisorio, porque hubo algunas jugadas coordinadas, porque los incaicos mantuvieron un respeto desmesurado y porque el rendimiento estaba lejos de las pesadillas de Brasil y Paraguay.

Esto último debido a la baja jerarquía del rival, porque en defensa las desatenciones no se extinguieron. Schiavi y Heinze (jugó mejor éste último) nunca se entendieron, varios veces salieron juntos a cortar, quedaron a mitad de camino y su rusticidad no hace más que generar desconfianza. Jonás Gutiérrez intentó, sin éxito, pesar más en ataque que en defensa y el ingreso de Demichelis sumó dudas. En el otro lateral, lo de Emiliano Insúa fue para olvidar.

¿Alguien puede decir que Javier Mascherano es un jugador aburguesado, que es otro "fiel exponente de una generación perdida que sólo piensa en el dinero", como se le escucha decir a muchos periodistas de la capital?

La entrega del capitán emociona, su valentía es digna de premiar y sólo le falta voz de mando (clave en un capitán). Pero el desorden colectivo conspira contra sus facultades y entonces termina como el sábado, corriendo sin rumbos, transformado en una rueda de auxilio pinchada anímicamente, cometiendo un error infantil en el gol de Rengifo.

No todo es correr, no todo es sudar, no todos es dar mensajes místicos como los de Maradona, menos en un seleccionado con esta la calidad técnica, que debería hacer del control del balón su mayor arma de ataque y defensa. Increíblemente, los últimos 40´ fueron de Perú.

El seleccionado se para mal en el campo, y salvo escasísimas excepciones, todos lo recorren en forma desacertada. Por ejemplo, el DT reemplazó a Enzo Pérez en el ST no sólo por el ruego popular que imploraba por Palermo, también porque el de Estudiantes chocaba constantemente con Jonás Gutiérrez, un jugador con características similares. Di María trajinó como nadie, sudó más que todos, pero pocas veces sus incursiones ofensivas dieron provecho. Palermo ingresó y aunque fue héroe al fin, tuvo pocas chances en las alturas, que es su hábitat; e Higuaín escasas veces halló el lugar para lastimar.

Habrá que prestar atención a la conexión que por momentos se activó entre Aimar y Messi. El Payaso tiene un mapa mental del juego, pero en su vuelta lo traicionó la ansiedad. Messi es el Mesías que sólo hace milagros en Europa, un "defecto" que se debe a su incomodidad. Juega de extremo derecho, pero los balones no le llegan para terminar la jugada, si no para iniciarla. Vive de la gambeta, de las diagonales y los desmarques, pero cuando la inspiración no llega y la presión pesa, debe aparecer un auxilio.

La fórmula tiene que ser presionar en campo ajeno, quitar rápido el balón y asegurar la posesión. Luego, hallar la mejor variante de ataque. Messi debe estar, pero hay que entender que Messi no es Maradona. Que está para procurar el último golpe. Hay que entender que no basta con correr y "poner h...", aunque el reclamo furibundo del Monumental comience y termine en lo futbolístico. Porque el fútbol necesita un sistema. Muy pocas veces respira desde la improvisación.



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