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Edgardo Echegaray: empresario, ganadero y apasionado del campo | ||
Vive en Neuquén, pero su vida transcurre -hace 30 años- entre sus campos de Buenos Aires y Conesa. | ||
Edgardo Echegaray es el típico "self made man". Creativo, multifacético y con una energía arrolladora. Creció en Junín de los Andes, donde su padre, un militar retirado, tuvo una estación de servicio. Edgardo, al independizarse de su familia, comenzó un camino propio, donde lo aprendió y lo conquistó todo. Los primeros pasos los dio en la actividad hotelera, también compró y alquiló garajes y tuvo una agencia de turismo. Pero fue cerca de 1970 cuando descubrió su verdadera pasión: la actividad agropecuaria. "De todas las actividades que hice en mi vida -afirma- el campo me llenó de satisfacciones. Amo el campo, es mi locura". Afirma que no tiene antecedentes de agricultores en su familia y todo lo que aprendió fue preguntando, haciendo y estudiando. Cuenta que además de ganas y energía, en sus inicios en la actividad agropecuaria, tuvo algo fundamental: padrinos de lujo como Andino y Bertil Grahn y Gustavo Grobocopatel. En 1974 su vida cambió definitivamente. Vivía en Buenos Aires cuando se casó con Estrella López, entonces maestra y estudiante de Psicología, y compró su primer campo en provincia de Buenos Aires. "Los comienzos fueron durísimos, porque yo me metía en una actividad que desconocía y porque simultáneamente nacía mi familia. Mi esposa, realmente, me bancó. Yo vivía de lunes a viernes en el campo y el fin de semana estaba con ella y mis hijos, Gonzalo y Marina, en Buenos Aires". Edgardo cuenta que desde pequeño anhelaba tener un campo y que adquirirlo fue el resultado de un camino, de una búsqueda. "En Junín de los Andes mamé los primeros conocimientos de la ganadería, conocí a todos los ganaderos. A Andino Grahn le debemos todo. Mirá qué linda anécdota. Cuando papá (Lucas Echegaray) llegó a Junín puso una estación de servicio, una agencia de YPF. No conocíamos a nadie y necesitábamos una garantía para que nos dieran el combustible. Papá no tenía a quién pedírsela y un día llegó don Bertil y le dijo: ´Mi amigo, no se haga problemas, esa garantía se la firmo yo, sé que usted es un hombre de palabra´. ¡Para nosotros fue una bendición! Él nos abrió la puerta para desarrollar una actividad en el lugar. Desde entonces mi padre y don Bertil iniciaron un vínculo que duró toda la vida. "Cuando yo empecé a pensar en tener un campo -recuerda Edgardo- consulté a su hijo Andino, quien me ayudó a elegir mis campos. En agradecimiento, quise bautizar el campo de Conesa con el nombre de su papá "Don Bertil", pero Andino me dijo que, según la tradición campera, cambiar de nombre al campo trae desgracias; entonces quedó con su nombre "Los Pumas". "Mamé la ganadería con Andino. Tanto él como su hijo Bertilito son grandes estancieros, muy generosos con sus conocimientos y excelentes personas". En el primer campo que adquirió Edgardo, situado cerca de Trenque Lauquen, comenzó haciendo agricultura y ganadería. Pero hace más de una década mutó, como gran parte del paisaje pampeano argentino. Actualmente produce soja, maíz, girasol, trigo. "Es un campo excelente de 400 hectáreas. Tengo una sociedad con ´Los Grobo´, aunque éste es el primer año que no vamos a trabajar juntos porque la situación está complicada. Cuando compré el campo se hacía allí maíz y girasol, la soja no estaba difundida aún. Gustavo Grobocopatel trajo la soja y la impuso. Yo lo conocí a él por intermedio de mi agrónomo, me encontré con un hombre espectacular, muy sencillo e indudablemente brillante. Su gran invento, los pooles de siembra, trajeron progreso a toda la zona entre Casares y Guaminí, afectando al 80% de los productores que tenían campos muy chicos, casi ninguno superaba las 180 hectáreas. Gustavo les propuso elegir entre distintas alternativas: alquilarles, trabajar a porcentaje; poner capital y él maquinaria. Yo me asocié y hoy, además de socio, nos une una muy buena amistad". "El campo es espectacular, con muy buenos rendimientos gracias a la agricultura de precisión. En los últimos tres años, te diría, tenemos los rendimientos más altos de la zona. Cuando compré pensaba hacer ganadería, pero el boom tecnológico que multiplicaba la rentabilidad de modo asombroso me hizo cambiar de idea. Comencé a trabajar entonces con Gustavo, hace 13 años atrás, cuando él iniciaba en la Argentina la siembra directa. Desde entonces mi campo es netamente de agricultura. En ese momento calculá que una hectárea allí estaba en un valor de 250 dólares y hoy estamos a unos 8.000 dólares. ¡Un ternero eso no te lo podía dejar nunca! Pese a ello, Edgardo entiende que se trata de ciclos, por eso apostó a las dos actividades. "Digan lo que digan, la agricultura y la ganadería nunca dejaron de ser rentables en la Argentina. La ganadería, que era sólida hasta el 2005, se complicó cuando se cerró la exportación. Pero veníamos con un ritmo parejo de bonanza. Igual con la agricultura: hoy, con la soja a 970 dólares la tonelada, la cosa mejoró. Te aclaro que soy partidario de tributar ganancias", agrega para sentar posición con respecto a la política de retenciones del gobierno. Durante estos años, este empresario inquieto se actualizó en todos los cursos que pudo y, con una administración ordenada, creció sin pedir nunca un crédito. En esos años también hizo negocios de distinta naturaleza y se mudó primero a Junín de los Andes y después a Neuquén, donde vive. En 1980, una década más tarde de iniciarse en la agricultura, Edgardo invirtió en Conesa para hacer ganadería. Allí tiene campo de cría y recría. La situación hoy es compleja en la zona, como consecuencia del factor climático. La sequía derribó los sueños de gran cantidad de ganaderos. "Un 40% de la hacienda murió. En Conesa hubo gente que perdió todo -a mi juicio- por negligencia del Senasa, que impuso una fecha inapropiada para vacunar. Yo presenté un recurso de amparo para que no se encerrara al animal en ese momento y pude salvarlos. Como empresario, opté por mantener lo que tengo, hasta que cambien las condiciones; pero yo lo puedo hacer porque tengo otras actividades que compensan; pero hay gente que perdió toda la hacienda y el campo, la situación de la zona es muy preocupante". La charla con Edgardo podría durar horas, su precisión en término de datos es tan abundante como su pasión por la actividad y su optimismo, que le indican que, pese a todo, hay que persistir en los sueños, pues la tierra todavía tiene mucho para dar. Edgardo y Estrella tienen dos hijos: Gonzalo, Licenciado en Economía, máster en Macroeconomía y posgraduado en Administración Rural. “Como se recibió muy joven, con 21 años, se vinculó primero con la actividad agropecuaria, pero desde lo académico. Trabajó en INTA Pergamino y tiempo después decidió venir a Neuquén, donde ya vivíamos con mi esposa. Actualmente trabaja en la administración de Martín Farizano. Mi hija Marina es abogada, especialista en Derecho Constitucional y actualmente becada en España, realizando una Maestría en Derecho Administrativo, en la Universidad de Alcalá de Henares. SUSANA YAPPERT |
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