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Los barrios que desafiaron la barda
Fueron creados por los propios vecinos, unidos en cooperativas. .Sin servicios, los primeros años fueron difíciles y desolados. .Hoy han logrado reconocimiento y mejores condiciones de vida.

A partir de 1977 un grupo de familias de la ciudad emprendió el reto de urbanizar el sector más inhóspito de la traza local, justo donde más allá de las calles y las plazas comenzaba la barda, la meseta. Fue precisamente entre 1977 y 1993 que de la mano de cooperativas de viviendas comenzaron a formarse los barrios Alta Barda, Copol, 14 de Octubre, Gamma, Bardas Soleadas, Ciudad Industrial y Terrazas del Neuquén.

Gran parte de estos pujantes barrios surgieron por iniciativa de sus propios vecinos que se agruparon en cooperativas para forjar un mismo sueño, ser los dueños de sus casas y de un pedazo de tierra propio. En un principio el gran desafío de aquellos primeros pobladores fue encontrar la manera de instalarse en terrenos poco propicios para construir una vivienda, caracterizados por el desnivel de los suelos y la presencia de grandes rocas. A esto había que sumarle lo que significaba apropiarse de un hábitat natural que no estaba preparado para convivir con los humanos: la barda.

Vivir en ese retazo de la ciudad no resultó tan fácil. Una vez que se levantaron los primeros cimientos había que solucionar la cuestión de los servicios públicos. Basta con recordar a Jesús Palavecino, uno de los pioneros del barrio Copol, quien durante dos años tuvo que acarrear el agua en damajuanas desde una canilla pública que proveía del servicio a Alta Barda.

Similar experiencia fue la de Germán Ceballos, unos de los primeros en habitar el barrio 14 de Octubre, quien vivió en carne propia la falta del servicio de gas y debió utilizar por mucho tiempo el sistema de garrafas, además de hacer una conexión casera para iluminar su vivienda, una de las tres primeras de ese barrio.

Calles de tierra y el jarillal a diestra y siniestra reflejaban el paisaje desolador de Alta Barda. Había mucho por hacer cuando en 1977 sólo unas pocas casas se habían terminado de construir. El lugar tenía muchos terrenos baldíos y en ellos sus habitantes autóctonos como lagartijas, alacranes y ratas fueron durante años los vecinos de las primeras familias que apostaron a desarrollar su vida allí, arriba de la barda.

Si de flora y fauna autóctona se trata, Colonia Rural Nueva Esperanza es una de las zonas de la ciudad que aún en la actualidad conserva su esencia rural. Las familias se dedican a la producción primaria en granjas tanto de animales como de horticultura para el sustento familiar. Cada familia tiene su propia parcela y gracias a la instalación del matadero entre un 10 y 15% de los vecinos está produciendo carnes de calidad especialmente de cerdos, pollos y conejos. Si bien Nueva Esperanza se consolida como barrio en 1994, los puesteros del lugar están trabajando en la zona desde mediados del siglo pasado.

Más tarde surgieron otros barrios pero la experiencia fue completamente diferente. Uno de ellos es Gamma, un barrio que si bien comenzó con dos o tres casitas, tuvo desde la entrega a las familias adjudicatarias de las viviendas todos los servicios ya instalados, creciendo su población de manera vertiginosa hasta llegar a las más de 800 casas que tiene en la actualidad.

Las necesidades para esos años ya eran otras. Los vecinos ahora reclamaban por la infraestructura necesaria para contener la demanda poblacional que se acentuaba cada año en cada uno de estos barrios. Ciudad Industrial se inauguró en 1983 y en ese año se mudaron a ese nuevo sector, el más norteño de la capital, 4.500 personas. En sus orígenes contaba con 800 viviendas, un centro comercial, una escuela primaria y un jardín de infantes con guardería, además del centro de salud. Pero su explosivo crecimiento demandó la construcción de otro colegio primario y la creación de una biblioteca que se concretó en 1986. Luego se edificó la capilla San Cayetano, después el club del barrio y el colegio secundario, el CPEM 44 que en sus comienzos funcionó como escuela de adultos.

Sobre finales de la década del 80 surgió Terrazas del Neuquén, un plan de viviendas destinado a empleados de comercio que se hizo en varias etapas. En principio se edificaron 100 casas y luego la novedad fueron las torres. Primero se construyeron siete y un tiempo después se levantaron cinco torres más. Hoy, a Terrazas del Neuquén lo conforman seis barrios: Mercantiles, Salud Pública, Patagonia, Coperso, Unipol y Plan Hipotecario con una población de más de 6.000 habitantes.

Nuevas expectativas florecieron en 1993, cuando se fundó Bardas Soleadas, el barrio más nuevo del norte neuquino, habitado por unos 3000 personas y dividido por tres sectores diferenciados: Mudon, Muten y Amejun.

Mudon corresponde a un plan docente de 526 viviendas, al igual que Muten que tiene 120 casas. Amejun fue un plan de trabajadores judiciales y tiene 50 viviendas.

Hoy el desafío de este sector de la ciudad no es el pedido concreto del funcionamiento de los servicios públicos, sino que sus habitantes buscan embellecer la barda con la creación y apertura de nuevos espacios verdes que permitan cambiar aún más la realidad paisajística del lugar. Muchos vecinos continúan ganando espacios, se trabaja constantemente en la instalación de plazas, huertas comunitarias y lugares para la recreación cultural y deportiva de quienes aún hoy apuestan a la zona norte de la ciudad como lo hicieron sus primeros pioneros, Palavecino y Ceballos, allá por la década del 70.



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