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La insuperable satisfacción de ayudar
Unas 300 ONG se preocupan por el bienestar del otro. .Procuran desde educación hasta préstamos.

¿Qué lleva a alguien a querer dar todo de sí para mejorar las vida de otros? ¿Qué dimensiones puede alcanzar el placer por dar lo que a algunos les sobra? ¿Existe ese placer?

En Neuquén hay unas 300 ONG y asociaciones civiles que todos los días contestan, con acciones, parte de estas preguntas. Trabajan en el anonimato. Por fuera de los grandes titulares de los diarios y las fotografías de campaña. La mayoría de ellas tiene conocimiento de lo que cada una hace. Algunas, con más conciencia que otras, ocupan un lugar que por las sucesivas crisis o por simple inacción el Estado dejó de ocupar.

Juntan ropa, consiguen medicamentos, chapas, colchones, pasajes y abrigo. Educan, dan préstamos, y tratan de desactivar la endemia cultural del subsidio como única salida para tener algo que comer en la mesa todos los días.

A la mayoría las vincula la pujanza sin límites de quienes dan todo para ayudar a los que menos tienen. Y en el camino aprender y, por qué no, también tener un rédito, que no pasa por lo económico y sí por hacer las cosas.

Es el caso de la Asociación Civil Ingkahue, fundada en 2002 por un grupo de jóvenes, entre ellas estudiantes de Servicio Social en la Universidad Nacional del Comahue.

Son en total unos 300 chicos por año. La mayoría tiene algún tipo de problema en la escuela. Y recibe clases de apoyo, en el marco de un proyecto educativo denominado "Gabinete Integral de Ayuda al Adolescente".

"¿Plata?", se pregunta entre sorprendida y sonriente Silvana Benvenutti, una de las fundadoras. "Cobrar para mantener el lugar nunca fue la finalidad con la que abrimos la asociación. Veíamos que los chicos del barrio tenían muchos problemas para estudiar. Nosotros podíamos hacer algo. Nunca, pero nunca, se nos pasó por la cabeza cobrarles. Tenemos algo mucho más valioso: el cariño de los chicos, y creer en que uno, con un granito de arena que aporta, puede cambiar la vida de la gente para bien", dice Silvana sobre la mejor paga que recibe todos los días. "Yo sé que hay chicos que estudiaron ingeniería porque hice que les gustara la matemática", cuenta orgullosa.

Al lugar, una casa prestada, que se mantiene con ayudas voluntarias, van alumnos universitarios.

A ellos les sirve para experimentar parte del escenario complejo que van a afrontar cuando den clases en las escuelas, o se inserten en algún organismo público que atienda los problemas sociales y económicos que confluyen en el aula.

"Es una satisfacción enorme ver los progresos. Hemos logrado que sigan yendo a la escuela, que no se frustren por no comprender", dice Silvana, y cuenta que no reciben ayuda oficial para mantener el proyecto. "Es casi mágico lo que pasa. Hay personas que se enteran de lo que hacemos y quieren participar. Pero dicen: ´no sabemos enseñar´. Yo les pregunto: ´¿Sabés cebar mate?´ Bueno, entonces podemos trabajar juntos", explica sobre cómo se va entretejiendo, incluso con aportes casi emotivos, algo que desemboca en que "siempre aparezca alguien que termina trayendo lo que se necesita, 100 pesos para la luz, o para el gas", para que siga siendo sustentable su proyecto que define como parte de un enfoque "popular de la educación".

Un banco, pero no cualquiera

Teresa Casalá y Francisco Mantilaro son parte de la Fundación Otras Voces. Esta asociación civil es la cabecera de un proyecto que ya distribuyó unos 4.000 préstamos a través de una amplia red de bancos populares que canaliza fondos nacionales.

Todo comenzó en la capital. Y ahora se extendió al interior de la provincia. La idea es más profunda que la entrega de un préstamo. Es una apuesta, si se quiere, cultural: revalorizar la palabra, y en el camino garantizar empleo y estimular pequeños emprendimientos, otorgando préstamos de baja tasa de 700 pesos. "Esto tiene una particularidad, que de algún modo define el objetivo de fondo, que es devolverle valor a la palabra", cuenta Francisco.

Es que para la obtención del préstamo, a través de un banco, que puede ser un club, o una asociación barrial previamente aceptada, se conforman grupos de cinco personas. Cada una de ellas da cuenta de que el otro podrá cancelar la cuota del préstamo. "Es lo único asociativo: la garantía solidaria. Después, los préstamos son individuales, para un emprendimiento productivo diferente para cada uno de los integrantes del grupo", afirma Teresa. Se hace un seguimiento, y una capacitación de cómo optimizar el uso del dinero, y sobre la sustentabilidad del proyecto que eligen: hay costureras, pequeños emprendimientos de cocina y hasta crianceros.

"Es fabuloso ver los progresos. En poco tiempo pueden verse los avances. La gente devuelve el dinero. Esto te devuelve la esperanza. Sabés que ayudas, y que esa ayuda es valiosa, pero que la gente también lo aprecia. Esa es la parte de la devolución, que va más allá del cumplimiento de la cuota", dice Mantilaro.

Dios existe

¿Se disfruta dando algo? El que se anima a responder la pregunta es Alberto Cámpora, uno de los referentes locales de Red Solidaria: "Yo escuché a mucha gente responder esa pregunta. La gente da porque se siente bien. Pero también está la pregunta de qué es lo que mueve a dar. Y esto habla de la gente: muchos no se bancan ver el sufrimiento. Parece difícil, porque todo está armado como para que tengamos que pisarle la cabeza al de al lado", dice.

"Si vos ves a un nene pedir, eso moviliza a dar ayuda, o a ver que ahí, donde hay un pie descalzo de un nene pasando frío, hay algo que alguien no está haciendo bien y quizá vos sí puedas hacerlo".

Alberto es un convencido de que Dios, en un sentido amplio, tan amplio como Dios mismo, "existe, y yo y unos cuanto nos damos cuenta todos los días.

Cuenta que "por ahí un enfermo necesita dos pasajes para viajar, vas a la radio, los pedís, y al rato están, lo mismo con la comida, hay organizaciones que reparten miles de kilos de comida y que cumplen con un rol fundamental en la alimentación de mucha gente".

Dice, al hablar de la buena imagen que suelen tener las organizaciones de la sociedad civil, que "la gente le responde a la ONG y a las Asociaciones que ayudan a quienes lo necesitan" porque "saben que no las engañás".

"Hay muchas ONG, una para cada parte del cuerpo", dice. "En Neuquén, tenemos un cálculo de que son unas 300. Algunas son cinco personas, otras mucho más grandes. Y el desafío que tenemos es cómo coordinamos esa ayuda para que sea mucho más efectiva todavía".



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