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En la calle, las mejores experiencias | ||
Los vendedores ambulantes recopilan historias. .Los artesanos aportan un toque de arte a la ciudad. | ||
Los artesanos, vendedores ambulantes y artistas a cielo abierto le dan vida a las calles de la ciudad. "Río Negro" realizó una recorrida para conocer sus actividades, sus pormenores y las anécdotas de la gente que más conoce de las calles neuquinas. El recorrido comenzó por avenida Olascoaga y Sarmiento. Allí está instalado desde hace un tiempo un grupo de diez personas que le dan un toque de alegría y color a esa céntrica esquina. Matías, expectante a la foto, comentó que se siente parte de la cultura neuquina. Realiza artesanías en alambre y enfatiza que en el lugar no se permite la reventa. "Todos los que estamos acá somos artesanos de alma, laburamos en nuestras casas y acercamos nuestra producción para el disfrute de la gente". Adrián es parte del grupo que trabaja en la zona. Él realiza artesanías en cerámica, trabaja de lunes a lunes, a veces por la mañana y en otros casos durante toda la jornada según, asegura, acompañe el clima y la onda de la gente. Jairo nos cuenta que eligieron el lugar porque es la zona más concurrida de la semana. "Venimos zafando porque en invierno hay que estar?", asegura el artista que pinta con los dedos y dispone a la venta sus cuadros desde cinco pesos. Jairo pinta desde hace cinco años en la calle, hoy tiene 39 años y explicó que construyó su casa gracias al don de la pintura. Mientras Adrián toca la quena, se sienten algunas flautas y bombos, y el resto del grupo acompaña dándole color y alegría a todos los transeúntes. Son muy vistosos, no pasan inadvertidos ni a los ojos y ni a oídos de quienes caminan por el lugar. Mientras tanto Darío se dedica al dibujo: está realizando una caricatura. Muy concentrado en su trabajo cuenta que dibuja desde que tiene memoria. En 15 minutos tiene listo un rostro, cargado con el humor que caracteriza a las caricaturas. También trabaja en colores pero en la comodidad de su hogar. Lo monocromático de los dibujos que exhibe no es un impedimento para que la gente se acerque a mirar. Justo en frente, sobre la calle Mitre está la alegría de los más pequeños. "Piñón Flojo" como él mismo se denomina llena la esquina de alegría con su vistoso traje, los globos, la sonrisa superlativa y el humor que lo caracteriza. Cuenta que la gente lo trata muy bien, y que ya lo reconocen. Piñón Flojo trabaja en esa esquina desde hace más de diez meses y se gana la vida vendiendo globos con forma de conejitos, jirafas y perritos que son la principal atracción de los niños. Un par de cuadras más hacia el este tiene su lugar de trabajo un personaje clásico de la ciudad. La silla de ruedas no es un impedimento para que Boris se instale todos los días, como lo viene haciendo desde hace una década, en la esquina de Tierra del Fuego y Ruta 22. Este empeñado vendedor trabaja en ese punto de la ciudad durante todas las estaciones del año. En verano vende parasoles y desodorantes para vehículos, en invierno cambia su cartera de productos y ofrece tentadores chocolates y caramelos. Para Boris ese es el mejor semáforo que hay en todo Neuquén, y advierte que la gente lo reconoce y lo trata muy bien. Boris sufre el frío y el calor. Se instala muy temprano en la mañana y espera que caiga el sol para regresar a su casa. No recibe ayuda de nadie. Ni el viento, ni la lluvia son impedimentos para que él deje de vender, "sólo dejo de venir cuando se me rompe la silla", asegura. El vendedor es el único sostén de la familia en la que hay 4 hijos en edad escolar. Quizás esta sea una de las razones por las que no deja de trabajar ya que para la admiración de muchos enfatiza que "no puedo quedarme en casa, mis hijos tienen que estudiar". Entre todas las anécdotas que una década de trabajo en la calle le proveyeron, recuerda que una vez lo chocó una moto. Terminó en el hospital pero ni bien se recuperó volvió a la céntrica esquina para darle continuidad a su tarea cotidiana. Otro vendedor al que la silla de ruedas no le impide salir a trabajar es Carlitos. Él se instala todos los días en el cruce de Rivadavia y Santa Fe para ofrecer a la venta una variada cartera de productos que van desde lapiceras y golosinas, pasando por muñequitos y hasta ligas para el pelo. Carlitos lleva 22 años trabajando como vendedor ambulante y sostiene que se "defiende" más con la venta que con una ayuda subsidiada. Como el resto de los vendedores su trabajo va de sol a sombra todos los días de la semana, sin importar horarios ni condiciones climáticas. Está muy contento de la actividad que realiza, y cuenta que lo más lindo que le ha pasado fue ganar una copa en una competencia deportiva hace ya algún tiempo. "Aún la guardo de recuerdo, la gané en una maratón y me siento orgulloso de sobrevivir a mi modo", asegura. El rubro de los vendedores ambulantes es muy variado. Soledad se dedica, por ejemplo, a la venta de flores sobre la avenida Argentina. Con sus 22 años se instala los miércoles, viernes y domingos a la espera de sus clientes y, aunque advierte que la venta está floja, se siente cómoda en ese lugar. Entre su anecdotario recuerda que una vez presenció una pelea entre enamorados, en la que está de más decir dónde quedó el ramo de flores que el caballero había comprado para reconquistar a su chica. De regreso al Parque Central, con las primeras horas de la mañana se instalan el Grillo, Audelina y Jorge. Cada uno se dedica a un rubro distinto. El Grillo trabaja en madera y vende sus productos en el parque desde hace más de 4 años. Según él ha comprobado que esa es la mejor zona, donde más se vende. Aunque indicó que en época de elecciones su puesto ha tenido que convivir con las distintas globas políticas y de allí surge una de sus anécdotas más recientes en la que da cuenta de que fue partícipe de una pelea entre dos políticos opositores. "Me tuve que meter porque ya se iban a las manos", comenta. Jorge trabaja en vidrio, eligió la zona hace unas pocas semanas, y por lo que comenta le está yendo bastante bien. Tiene sus clientes fijos y afirma que la gente lo solicita mucho en las ocasiones especiales. "A veces una artesanía hecha en vidrio es una buena opción para regalar", apunta. Audelina tiene 70 años y al momento de ser entrevistada no paró de tejer. Su vida gira en torno a las agujas y la lana de llama que busca todos los años en Jujuy, de donde es oriunda. Durante el verano soporta el calor en el norte argentino dedicándose allí al hilado y en invierno se instala en Neuquén. Teje a telar, a una, dos, tres y hasta cinco agujas. Hace gorros, guantes, medias, pulóveres. "Lo que me pidan", dice Audelina mientras termina un chaleco. A pesar del frío y del viento patagónico está contenta porque la gente de Neuquén la recibe y la trata muy cordialmente. Si de trabajar en invierno se trata, Cacho aprovecha los días más fríos del año para recorrer las calles y llevar calor a sus clientes que los esperan ansiosos para degustar un rico café. Él tiene 49 años y hace más de 30 que es cafetero. Hace tres años que recorre, de lunes a sábado, el Alto y el Bajo neuquino. Y lo hace no sólo en invierno, sino también en el resto de las estaciones del año. Cacho comenta que el café es una de las bebidas que más se consume. Vende café, cortado, capuchino, chocolate y café con leche. Se siente genuinamente cafetero, y esa es la pasión de su vida, a pesar de que ha estudiado sociología, historia y psicología social. En la actualidad se sustenta solamente con sus ventas en la calle. El cafetero de la ciudad se siente un vendedor ambulante pero argumenta que no podría vender otra cosa que no fuera café, "lo mío es un don y lo hago netamente por elección", asegura. |
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