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El gran desafío de la fruticultura
Nuevas variedades, mejorar la vida rural, recolonizar. .Las propuestas del consultor Alfredo Palmieri.

"Yo nací en esta chacra, la 204. Corrían los años 50 y la vida rural era distinta, era mejor. Acá, dos kilómetros al oeste de Roca, pasé toda mi infancia. Todos los días pedaleábamos dos kilómetros ida y vuelta con los chicos de la chacra para ir a la escuela rural, la 86, que estaba llena de hijos de productores. Ahora hay muy pocos hijos de chacareros en la escuela. No es que no vayan; es que ya casi no quedan productores viviendo en las chacras.

"La vida rural en el Valle perdió muchos habitantes, se despobló. Y perdió también muchas de sus cooperativas, asociaciones, ritos, oficios. Por citar un ejemplo, cuando se carneaba un chancho no encontrabas a nadie por una semana: estaban todos ahí. Ahora hasta cuesta que los encargados vivan en las chacras. Y ni hablar de que trabajen de noche: temen que les roben el tractor o que alguien se les meta en la casa mientras están afuera con la máquina pulverizadora.

"Hay otros factores que inciden. Uno de ellos es que en otros rubros se paga mejor. La construcción, por ejemplo. Y la gente se va y no vuelve. Recorro la zona hace 35 años y veo que la calidad de vida empeoró, que hay muchos trabajadores rurales que viven en la marginalidad. Por eso, cuando me preguntan cuáles son las nuevas variedades que se imponen en el mundo y que el Alto Valle debería plantar, respondo que es cierto que necesitamos una mejor oferta, pero agrego que el tema es mucho más complejo, que la zona necesita una reingeniería, una recolonización en base a una mirada global.

"Cuando era chico había 200 árboles por hectárea, plantados a 7 metros de distancia uno del otro. Y se esperaba 12 a 14 años a que empezaran a producir. Mientras tanto, la gente se mantenía con diversas alternativas en frutales. Eran vidas más austeras, con el autoconsumo de las hortalizas de la chacra, las gallinas, los pollos, los cerdos, con huertas comunitarias, como en el caso de la familia Palmieri: los hermanos varones, sus mujeres, sus hijos. Hoy, para los indicadores internacionales, un frutal debe empezar a producir al tercer año de haber sido plantado, y al quinto ya tiene que rendir a pleno. A esa altura, 5 años, según esos patrones cada hectárea debe tener una producción acumulada de 100 toneladas.

"En el Valle no tenemos esos indicadores y son pocas las experiencias de recambio. Sin perder de vista la mirada global, el gran desafío es hacer un recambio de variedades que sea rentable. En los principales mercados hoy funcionan organizaciones de clubes. A través de ellos el dueño de la variedad, de la propiedad fitogenética, autoriza a vender su producto a comercializadoras en determinados países (ver recuadro).

"En el caso de las peras, el proceso es mucho más lento, con mayor permanencia de las variedades tradicionales. Y en el caso de la fruta de carozo, mucho más rápido. Es interesante la experiencia del vivero Los Álamos de Rosauer: firmó un acuerdo con un vivero de California e incorpora nuevas variedades todos los años.

"En todo este tiempo, además, hubo un fuerte proceso de concentración: algunas estimaciones indican que 10 empresas poseen el 65% de la tierra. Hoy si un productor quiere cambiar una varie-dad por sí solo asume un riesgo alto sin una alianza estratégica con otros productores y con quienes posean el desarrollo comercial. Una plantación nueva que rinda según patrones internacionales cuesta más de u$s 25.000 la hectárea. Y algunas variedades llegan a tener un valor de ingreso al club de hasta u$s 2 y 3 la planta. Es decir: para 3.000 plantas, hay que pensar en u$s 10.000. Mucho sin una seguridad de rentabilidad.

"¿Cuál fue la evolución de la cantidad de plantas por hectárea? En los 50 había 200. Después, con la etapa de la espaldera iniciada a fines de los 60, se pasa a unas 600 plantas. A fines de los 70 y ya en los 80 la densidad crece a entre 1.200 y 1.500, con vigencia hasta hoy. La tendencia en el mundo es de entre 2.500 y 3.500, con unos 3,30 metros de distancia entre filas y entre 70 y 90 centímetros entre plantas, según el suelo.

"El proceso de recambio tiene que ser acompañado de inversión en tecnología: sistema de protección contra las heladas, con riego por aspersión y por goteo. Son plantas muy pequeñas y que admiten una alta mecanización. Hoy hay una alta dependencia de una mano de obra escasa, con baja capacitación y cara en términos relativos. A los valores actuales, con carga impositiva, una hora de un obrero rural cuesta u$s 4, cuando en Nueva Zelanda es u$s 10. Aquí se paga en dólares el doble que durante la convertibilidad, cuando no llegaban a u$s 2. Esto plantea la necesidad de una fuerte mecanización y simplificación. Por eso el mundo se orienta a que las plantaciones nuevas se realicen con menor dependencia de la mano de obra, pero más capacitada y permanente.

"En la vida rural hay que generar condiciones más atractivas: salarios más altos, estabilidad laboral y mejores condiciones de trabajo. Se tiende a usar platafor-mas y tijeras neumáticas y herramientas que no requieren de tanto esfuerzo. Una plataforma con 6 obreros poda una hectárea por día. Con las escaleras hacen falta 25 obreros para una hectárea.

"¿Si estos avances no dejan mucha gente afuera? Al Valle vienen a trabajar 10.000 tucumanos. No estoy en contra de ellos, pero hay que generar acá un nuevo paradigma de la vida rural, con escuelas cercanas y servicios para que la gente no se vaya. Si no cambiamos las condiciones de vida en las chacras, cada vez vamos a tener más marginalidad, más riesgo, más violencia.

"La región tiene un recurso humano potencialmente apto: hay que capacitarlo y darle mejores condiciones de vida. Si no vamos a transformarnos en lo que son las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires: 4 empresas y su personal por un lado y por el otro todos los demás, ciudadanos de segundo grado.

"Uno de los problemas de los trabajadores rurales es la vivienda. Ante la incertidumbre del futuro buscan una salida en los planes de viviendas urbanos, que los lleva a un ambiente que culturalmente no les es propio. Un obrero rural se jubila a los 65 y como siempre vivió donde laburó, no tiene dónde ir: no se ha generado un mecanismo que le permita acceder a la vivienda cuando se jubila. Entonces, si le sale un plan, se va a la ciudad y es un obrero rural que se pierde. Y lo más probable es que sus hijos tampoco vuelvan nunca.

"El éxito depende del recurso humano: todavía se cosecha de a una manzana, se ralea y se poda manualmente. Hoy en un campo de la provincia de Buenos Aires viene la supermáquina, siembran, aplican herbicida, cosechan y el productor mira. Acá el agricultor aún participa mucho.

"La estructura productiva del Valle tiene serios problemas, con una oferta de productos obsoleta, con mala calidad (el 50% de las manzanas va a industria) y a costos altos. Esto nos quita competitividad. El mercado ruso y su demanda de calidades inferiores a precios altos tapó todo. Pero esto estalla ya. Este año, si tomamos al Valle como una gran chacra, va a haber una pérdida de entre u$s 50 y 60 millones sobre un total de entre 500 y 600 millones. Es lo mismo que perdía el Valle en el 93, con el uno a uno. El que tiene reservas va a poder producir. Y el que no, va a quebrar.

"Para no seguir acentuando la salida de los más débiles, el Estado se tiene que meter en serio. Actuar en forma inteligente sería crear un mecanismo de asistencia con contraprestación: que el productor siga el diagnóstico de lo que tiene que hacer para poder continuar.

"Si dice que necesita u$s 20.000 hay que preguntarle cómo va a hacer el recambio, a quién le va a vender... atar la relación del productor con una organización comercial que sea la agencia de retención del crédito.

"El Estado puso mucha plata en la fruticultura, nada menos que unos u$s 1.000 millones desde la década pasada. Pero es como si la hubiera tirado desde un avión.

"Hay que incluir en la agenda el análisis de la fragilidad de la economía regional: si depende de 5 empresas, el quebranto de una representa el 20%, alto riesgo para una ciudad y una región.

"Hoy en el mundo está cada vez más concentrada la demanda, por la acción de las grandes cadenas de supermercados. Si los productores no concentran su oferta van a ser presa fácil de estas organizaciones comerciales. A modo de síntesis, hay que cambiar la variedades, apuntar a un nuevo sistema de producción, mejorar condiciones de vida en el área rural y generar una nueva organización comercial o nuevos vínculos con las existentes. Tamaño desafío".



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