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Con la fuerza de lo orgánico
Joaquín García es uno de los pioneros en la producción orgánica. Exporta su fruta .a través de una cooperativa. .Es un emprendimiento en el que participa toda la familia, convencida de que hay que apostar por trabajar sin agroquímicos.

-¿Y usted cómo se llama?

-José Antonio García Parra.

-¿Pero cuántos son?

-¿Cómo cuántos son? Uno. Yo. José Antonio García Parra.

-No, no, acá sobran nombres. Ahora es José García.

"Así fue el diálogo de mi papá con el empleado de Migraciones que lo atendió en el Puerto de Buenos Aires en 1928 -relata Joaquín García-. Provenía de Almería, una ciudad costera de Andalucía, en el sur de España. Así empezó nuestra historia en la Argentina: a uno le da risa cuando lo recuerda. Después mi padre se vino a trabajar al Valle. Su primer empleo fue llevar agua en un tanque de 2.000 litros al campamento de los obreros que estaban terminando de construir el canal a pura pala y carretilla. Lo llevaba en un carro tirado por dos burros. Más tarde se fue a trabajar a las chacras. En 1938 se enteró que el gobierno daba tierras y consiguió seis hectáreas en Colonia Rusa. Con mi madre, Isabel, plantaron damascos, ciruelas, verduras y hortalizas. Ella las repartía en una jardinera tirada por un caballo, que vendría a ser el rastrojero de hoy. A principios de los ´50 vendieron y compraron 27,5 hectáreas en J.J. Gómez. ¿Sabe cómo la pagamos? Con la producción de verdura en 5 años. ¿Y sabe cuál era el interés anual del Banco Nación por el préstamo? ¡12%! Teníamos tomate, morrones, acelga, lechuga, remolacha, papas, zapallo... Era otro país: usted trabajaba y le iba bien. Vendía y cobraba, no como ahora que su fruta la fía, porque se la pagan a fin de año. Ahí plantamos unos frutales que se secaron, y las viñas: llegamos a tener 200 mil y pico de kilos de uvas. Las utilizábamos para hacer el vino de la bodega La Sarita, que inauguramos en 1962.

"A esa altura ya me había casado con Encarnación Ais, el 5 de octubre de 1956. Hicimos una linda fiesta en El Recreo, ahí nomás de la 22. Tuvimos tres hijos: Susana, que hoy tiene 51, Horacio, de 50 y José, de 46. Mi señora también es descendiente de andaluces: su padre, Antonio Ais, llegó en 1910, a los 18 años. Se casó con Baltazara Ríos y tuvieron 14 hijos. Él desmontó y emparejó campos cuando esto era un desierto. Después dedicó su vida a los trabajos rurales y estuvo muchos años en la chacra de los Palmieri. Y cuando era chica, Encarnación, a la que todos conocen como Ñeca, aprendió las tareas de la chacra. A los 11 años ya cortaba el pasto sentada en lo alto del tractor. Iba como en el aire.

"Venimos de una historia de trabajar la tierra. En 1969 compramos 25 hectáreas con mi hermano Francisco unos 4 km al oeste de Roca, contando desde la San Juan. Mi parte era la mitad, 12,5 hectáreas, donde primero plantamos verduras y frutales. Tuvimos la mala suerte de comprar dos tractores durante los años 70, cuando estaba la famosa tablita cambiaria y la circular 1050 de Martínez de Hoz. El interés era del... ¡125%! Fui a hablar con el gerente y pude conseguir un plan especial que me bajó los intereses... al 90%. Qué locura... ¿Cuándo empezamos con la producción orgánica? Hace unos 15 años..."

Su hijo José ofrece un mate amargo. Es su turno de continuar con el relato: "En aquel entonces comenzamos con el programa de confusión sexual contra la carpocapsa. Eran años con muy pocos productos, muy costosos, para la producción orgánica. Por eso muchos chacareros la abandonaron. Nosotros no la dejamos y hace 4 años, cuando aparecieron nuevos productos más económicos, fuimos a fondo para obtener la certificación. Luego de tres años de transición la conseguimos en la temporada 08/09, con otros seis productores con los que hicimos el proceso juntos. Entregamos la fruta a la Primera Cooperativa, a la que estamos asociados. Hay un sector especial en la cámara frigorífica y en la planta de embalaje: los controles son muy estrictos y nuestra fruta tiene que tener residuo cero. En la chacra los controles también son muy exigentes, con seguimientos permanentes. Exportamos toda nuestra fruta".

"¿Por qué nos decidimos por lo orgánico? Porque es lo que se viene, porque los mercados lo piden y porque quisimos aportar nuestro granito de arena a un mundo con menos tóxicos. Esto no se dice mucho, pero los contaminantes causas enfermedades monstruosas para quienes trabajan cerca de las plantas. Y a la larga, los agroquímicos también dañan a los consumidores".

Retoma Don Joaquín: "El chacarero es desconfiado por naturaleza. Y la ingeniera agrónoma que nos dio la primera charla sobre los remedios orgánicos seguro que nos vio la duda en la cara, porque en un momento destapó el frasquito y tomó un trago. Ahí se nos fueron las dudas. Después probamos con el primer dispenser... ¡y funcionó! Lo de los tóxicos no es broma. Le cuento el caso de dos vecinos que fumaban mientras ponían esos agroquímicos. Siempre les decía que estaban locos, que por lo menos se lavaran las manos. Se murieron los dos. No llegaron a los 50..."

Sigue José: "Por los números que se barajan nuestro primer año como productores orgánicos plenos no va a dar bien. Excepto que haya un reajuste, en diciembre cobraríamos 60 centavos por kilo. Ojo, 60 centavos de peso, no de dólar. Y pensá que tenemos un costo de 1,05 pesos por kilo. Después, cuando ves que en los supermercados te cobran 4 o 5 pesos el kilo de fruta convencional, te quedás pensando... Unos días atrás, en un super de Bahía Blanca, le saqué una foto a unas manzanas Granny Smith todas machucadas. Parecía que les habían llevado desde acá arrastrándolas. Valían 4 pesos el kilo. Y hace poco, una amiga nuestra que estaba en Sevilla entró a un supermercado y vio el cartel de manzanas de Río Negro, Argentina y le llamó la atención. Cuando vio el precio no lo podía creer: 5 euros el kilo. Se acercó a un empleado.

-Esas manzanas son de mi tierra- le dijo.

-Vaya, felicitaciones. Son exquisitas -le respondió.

-Pero ustedes cobran 5 euros el kilo y a los productores les pagan 20 centavos de dólar el kilo. ¿Cómo puede ser?

"Dice que el tipo la miró como no entendiendo, pensó unos segundos y después le dijo:

-A otro con ese cuento.

"Este valor de 60 centavos trae consecuencias. Por ejemplo, por primera vez dejamos sin podar un cuadro, para ahorrar. La producción orgánica es algo más cara que la convencional, pero es mejor vender fruta sin residuos. Esto exige invertir en abono, guano de chivo certificado, productos contra la carpocapsa, para enfrentar las plagas secundarias, calcio, foliares y aceites orgánicos, entre otras cosas".

Cierra Don Joaquín: "La vamos llevando con los ahorros. Pero se nos van a acabar. Y los que no tienen un colchoncito... ¿que hacen? Los productores nos tenemos que juntar. Ya fui a hablar con varios vecinos para ponernos de acuerdo y hacer algo para defender nuestros derechos. Todo eso me da mucha amargura, pero le cuento algo que me pone feliz: con mi nieta María Eugenia (3) tenemos una huertita con zanahoria, remolacha, acelga. Ella mira, aprende y hace. Se pone contenta cuando las ve crecer. ¿Sabe lo lindo que es eso...?"



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