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Una de vaqueros
El mayor clásico del cine western, "La diligencia", ya se consigue remasterizado en la región.

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

La escena es ésta: una cámara, seducida y empujada por un incontenible deseo, avanza hacia el rostro y sobre todo hacia la mirada tramposa y divina de un joven John Wayne. Él es Ringo, un hombre condenado a hacer justicia por mano propia.

De este modo tan estupendo se inaugura en "La diligencia" no sólo el western moderno tal y como lo terminamos conociendo sino también la era de las estrellas pop. Ringo-Wayne sería el primero en una extensa lista de figuras que atravesarían la historia de Hollywood y que por estos días tiene a gente como Johnny "Sparrow" Depp y Brad "Sr. Smith" Pitt entre sus mayores representantes.

Corría el año 1939 y el western no pasaba por su mejor momento. El interés popular por las historias de vaqueros y disparos había decaído trasladándose a los culebrones románticos y a los policiales de corte mafioso.

En este marco, John Ford estrenó uno de los mejores westerns de todos los tiempos: "La diligencia". Para los fanáticos del rubro, el filme forma una tríada perfecta junto a "Fuerte Apache" (también de Ford) y "Río Bravo". Pero hay quien agregaría a esta lista "Veracruz" y "Los imperdonables", el llamado anti-western de Clint Eastwood.

"La diligencia" contiene todos los elementos que exige el género pero en muchos sentidos es una obra inaugural. Allí están, sí, el chico bueno y los chicos malos; la diligencia atravesando una zona peligrosa, los apaches y una persecución espectacular a través del desierto, el amor, por supuesto; la música ambiental y el duelo final. Es decir: el círculo del western respetado a rajatabla.

Sin embargo, la mirada de Ford vino a revitalizar la forma y el ritmo en que se presentaba una temática ya establecida. La cámara que se deja hipnotizar por la presencia de Wayne, los parajes fascinantes del Oeste americano, el cambio de ritmo permanente que mantiene al espectador agarrado a su butaca, los diálogos cómicos que distienden situaciones complejas, personajes de lo más variados -elegantes apostadores, asesinos, doctores borrachos, prostitutas redimidas- poblando el vacío existencial y geográfico con una multitud de máscaras. Así Ford puso sobre la mesa reglas nuevas para un juego viejo.

La película de Ford tuvo varias nominaciones al Oscar pero fue Thomas Mitchell, que hace de un doctor borrachín y filósofo, quien se llevó el premio al Mejor Actor de Reparto. El filme además obtuvo otro premio Oscar por su banda de sonido.

John Wayne -el que en uno de los diálogos hasta se atreve al castellano: "¿Dónde está la cocina?"-, sin trofeo esta vez, apenas si conservaría la gloria del género para sí mismo por siempre jamás.



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