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Cartas desde el resto del mundo
Nacieron y se criaron en Allen y un día partieron a buscar su destino.

Porque el mundo es ancho, poliédrico, pudo albergarlos. Porque el 
mundo es ajeno se dispusieron a abarcarlo, a ejercer el derecho de 
elegir vivir donde pudieran sentirse satisfechos personal y 
profesionalmente.
Y así como sus antepasados bajaron de los barcos, ellos  bajaron de 
un Boeing 767. Y así igual que ellos, allí donde encontraron  amores, 
amigos, proyectos de vida, sueños y tranquilidad de espíritu para 
concretarlos, eligieron quedarse. Las oportunidades, el flujo 
incesante de acontecimientos los llevaron a distintas partes del 
mundo y son felices con lo que hacen, con lo que viven. 
Oportunidades  que, finalmente, se convirtieron en razones. Migrar, 
moverse, trasladarse es una cuestión de libertad.
Cuándo, dónde, por qué se fueron del país, qué están haciendo, cómo 
sienten el pueblo a la distancia,  qué extrañan, son algunas de las 
preguntas que guiaron estos testimonios.

Danilo Ceschin- (Estrasburgo- Francia)
“En abril de 2006 ‘finalicé’ mi tesis para obtener el título de 
Doctor en Ciencias Químicas en la Universidad Nacional de Córdoba. La 
palabra ‘finalicé’ está entre comillas porque en realidad  cuando se 
realiza investigación constantemente se arriba a pequeñas 
conclusiones que abren nuevas preguntas que deben ser estudiadas y de 
esta manera hay un crecimiento exponencial del conocimiento. En 2006 
recibí una beca Pos-Doctoral otorgada por el CONICET para continuar 
con los estudios que comenzaron con mi tesis. En el transcurso, 
apliqué a una posición que estaba abierta en Estrasburgo, Francia, 
para desarrollar un área de Bioinformática y es desde esta ciudad que 
estoy escribiendo estas líneas.
Por supuesto, en los 17 años que han pasado desde que dejé Allen ha 
corrido mucha agua bajo el puente y ha cambiado el sentimiento de lo 
que significa estar lejos de casa. Podría resumirlo de esta manera: 
me fui a Córdoba con 18 años y con todas las energías puestas en 
descubrir el mundo; luego de dos años en la Docta el sentimiento era… 
el mundo va más rápido de lo que va en Allen, ni mejor ni peor, 
diferente, a mí me gusta eso, hay mucho por descubrir, qué difícil 
volver a Allen; luego de graduarme y ya decidido a realizar 
investigación el sentimiento fue… la verdad es que hay veces en que 
me gustaría volver a Allen… pero quiero hacer investigación y es 
difícil hacerlo allá. En el transcurso de mis estudios de Doctorado 
el sentimiento fue… la pucha, cada vez que voy de visita a Allen me 
dan ganas de quedarme, mis amigos de la facultad ya no están en 
Córdoba, por supuesto han hecho su camino… y Allen me tira mucho, 
mucho. Ahora que estoy más lejos de casa -no sólo de Allen, no sólo 
de Córdoba, sino de Argentina- los pensamientos de mi destino futuro 
forman un torbellino. Si de algo estoy seguro es de que me gustaría 
volver a Argentina y por supuesto sería inigualable la posibilidad de 
volver a Allen. De alguna manera me gustaría devolverle a mi país y a 
mi ciudad la excelente educación que tuve en la escuela y la 
universidad pública, sumada a las nuevas experiencias que estoy 
adquiriendo aquí. Con la creación de la Universidad de Río Negro, la 
apertura de la carrera de Odontología y con la posibilidad de que se 
abra la carrera de Farmacia y Bioquímica, ese deseo parece poder 
materializarse cada vez más. Eso llena el alma de alegría, pero 
dependerá de la dirigencia política de nuestro país y de las 
posibilidades de reinserción laboral que ofrezca el sistema 
científico argentino.
¿Qué se extraña? Lo primero que surge es la familia y los amigos. 
Ahora, si uno se pone a analizar detenidamente, arribamos a la misma 
conclusión: lo que más se extraña es la familia y los amigos. Lo 
cierto es que en los últimos años el avance de la tecnología y las 
comunicaciones han hecho que las distancias se borren. Tenemos vuelos 
relativamente accesibles que nos cruzan el charco en pocas horas, 
existe el teléfono con un costo que permite hablar todos los días y, 
por supuesto, la ‘maravillosa’ Internet. Aquí en Francia, junto con 
Carolina –mi novia- leemos los periódicos de Argentina, vemos 
televisión de Argentina y estoy escribiendo estas líneas mientras 
alterno entre FM Gabriela G y Radio Líder. ¡Qué cerquita se siente a 
veces estar lejos de casa! De todas maneras, la teletransportación 
sería muy bienvenida… el dulce de leche estando lejos es aun más 
rico, pero a los mates les falta compañía (¡y los criollitos!!!). Los 
asados aquí son bosquejos de principiantes, por más esfuerzo que uno 
le ponga. Y el Fernet con Coca tiene otro gusto cuando faltan los 
amigos argentinos.
“El estar trabajando en un Instituto de Investigación reconocido 
internacionalmente permite realmente tener contacto con diferentes 
culturas y proporciona un gran crecimiento profesional y, sobre todo, 
personal. Uno puede compartir una cerveza con italianos, españoles, 
franceses, indios, alemanes, suecos, noruegos, finlandeses, chinos, 
japoneses, por mencionar algunos. Sin embargo, nada iguala la 
espontaneidad y frescura latinoamericana, y eso también se extraña.”
“El haber estado en muchos lugares hace que quizá uno sienta que no 
pertenece a ninguno, sin embargo, lo cierto es que uno termina 
perteneciendo e incorporando todos los lugares en los cuales vive, en 
mi caso – y por suerte- por elección personal.”

María Victoria Martín- (Barcelona- España)
“El dónde estaba claro. Desde los 16 años tuve la idea de que viviría 
‘una temporada’ en España, haciendo algún tipo de estudios. Fue 
después de leer la biografía de Ian Gibson sobre Lorca, ya que en esa 
época con un grupo de compañeras habíamos representado un par de sus 
obras en el colegio. La ciudad concreta la supe luego de que una 
compañera de Letras visitara Barcelona y me mostrara fotos de la obra 
de Gaudí, que yo hasta entonces desconocía. Me pareció que una ciudad 
que había propiciado el desarrollo de una obra tan surrealista de 
puertas para afuera en pleno siglo XIX había que conocerla (más tarde 
conociendo el fuerte pragmatismo y gravedad catalanes, lo admiré aún 
más: el cliché local lo resume como el seny i la rauxa, es decir, la 
sensatez, el sentido común frente a la ocurrencia caprichosa, el 
rapto de locura). El cómo llegó al año siguiente, en el ’97 supe que 
había dos medios para llegar a Barcelona: o ganaba un concurso de la 
Rock and Pop para ver a U2 en setiembre del ’98 o ganaba una beca 
para hacer una maestría en Comunicación y Educación en la Universidad 
Autónoma de Barcelona. Intenté ambas, pero me salió la última.”
“Lo que nunca estuvo claro fue el hasta cuándo. Finalizada la 
maestría, mi estancia comenzó a renovarse a plazos iterativos, pero 
viendo que mi ‘mes que viene’ se alargaba demasiado, fueron mis 
padres los que decidieron moverse y venir a visitarme. Para ese 
entonces ya había calificado para ingresar en el doctorado en 
Pedagogía, especialidad Multimedia Educativo.
“En esos tiempos pre-crisis en que casi no había argentinos en 
Barcelona, oía el acento de alguno que andaba de turista y me quedaba 
un rato escuchando esas conversaciones despreocupadas y ajenas, 
regodeándome en los vocablos y entonaciones que yo ya comenzaba a 
perder. Y si no, siempre podía releer Rayuela y volver a encontrar 
ese pedazo de patria en la escritura.”
“De aquello hace ya más de once años. Para mantenerme pasé por 
innumerables oficios (camarera, encuestadora, recepcionista, barman, 
dependienta) hasta incorporarme de manera más estable a un grupo de 
investigación sobre enseñanza y aprendizaje virtuales en la 
Universidad de Barcelona. Hasta hace poco trabajé como guionista 
multimedia en una empresa e-learning, ocupación que dejé para retomar 
mi tesis doctoral, abandonada al nacer mi hija, Emilia.”
Creo que los porqués  se ven y se intuyen y, además, se multiplican, 
porque Barcelona es una ciudad que engancha. Sin embargo, sí que 
hecho en falta muchísimas cosas: la familia, obvio, (este ‘obvio’ tan 
argentino de mis épocas que debe leerse hiperpronunciado y con la 
cara consecuente), las rondas de mate con amigos, el no poder caminar 
tres pasos sin saludar a alguien, el olor indefinible que anticipa la 
primavera mucho antes que los ciruelos de jardín (los odiosos 
ciruelos que reemplazaron a mis adoradas acacias de la infancia), los 
colores saturados del paisaje: atardeceres rojos y fucsia, noches 
transparentes cuajadas de estrellas (‘¿Cómo? ¿Estuviste en la 
Patagonia y no miraste el cielo de noche? Allá sí se puede ver la Vía 
Láctea, si no levantaste la cabeza cometiste un pecado mortal!!!’) y 
hasta la helada que tanto fastidiaba cuando el coche no arrancaba y 
había que tirar agua caliente para poder meter la llave en la 
cerradura. Hay tantos qués…”
“Mis amigas neuquinas siempre me definieron como ‘rulfiana’, algo que 
quería decir que yo siempre tenía alguna historia del pueblo que 
contar. Creo que el calificativo me lo podrían seguir aplicando aquí 
en Barcelona: muchos de mis amigos de todo el mundo no saben mi 
apellido, pero sí saben que soy de Allen y seguramente podrían 
ubicarlo bastante bien en el mapa. Y es que para mí es indudable que 
el lugar de la patria es el de la infancia y, en ese sentido, mi 
patria está en un rectángulo bien definido entre las franjas 
coloridas de las bardas y su río caudaloso, el cañadón con su tesoro 
de fósiles, escarabajos y lagartijas, un campito de hormigueros 
gigantes tocando el final del ’25 de Mayo Oeste’ y los árboles de la 
Plaza san Martín y sus acequias ya inexistentes, donde era posible 
pescar renacuajos antes del verano”


Romina Annocaro y Daniel Mendoza- (Nimes- Francia)
“Nos vinimos a Francia en abril de l995 a una pequeña comuna 
periférica de París llamada Suresnes ¿Por qué? Ningún motivo especial 
ya que en esa época no había grandes problemas, gobernaba Menem, 
había paridad cambiaria dólar-peso y nosotros hacía un año que nos 
habíamos casado, yo estudiaba inglés en Neuquén y Daniel trabajaba en 
una multinacional dedicada a la fruticultura. Mi hermana y su marido, 
que ya vivían en Francia, nos propusieron venir a trabajar con ellos 
en su empresa de informática. Nosotros pensamos que no nos costaba 
nada probar, Daniel estudió un poco de francés con mi mamá, vendimos 
algunas de las cosas que teníamos y nos vinimos. Los comienzos fueron 
bastante  duros. Francia no es España. Si bien la gente es muy 
correcta, las culturas son muy diferentes y lo que yo siempre digo es 
que uno puede ‘adaptarse’,  pero ‘integrarse’ es mucho más difícil. 
De todas manera, y aunque parezca raro, Daniel logró ‘adaptarse’ 
mejor que yo, a mí todavía me cuesta. Trabajamos en la empresa de mi 
hermana, Daniel como Técnico en Informática  y yo en tareas 
administrativas. En el 96 nació Camila, nuestra primera hija y esto 
cambió nuestras vidas porque debíamos pensar también en el bienestar 
de ella. Yo dejé de trabajar con mi hermana, Daniel siguió por 12 
años. Cuando Camila entró al jardín a los 3 años, empecé a trabajar 
en un complejo de hoteles como responsable de restauración. Entre 
tanto, en 2003 nació Mateo, nuestro segundo hijo. En julio de 2008 
decidimos mudarnos al sur, buscando el sol y un poco de calor humano 
también (estaríamos cerca de la frontera con España y la calidez pude 
ser contagiosa). Fue un buen cambio: estamos a media hora del mar, a 
otra media hora de la montaña, a 200 Km de España, donde vamos muy 
seguido, tenemos mucho sol y la vida es más tranquila que en París. 
Vivimos en Nimes, donde vive también mi hermano mayor junto con su 
familia.”
“Hay muchas cosas que se extrañan: las costumbres, los amigos, la 
familia, lo cotidiano, el juntarse a tomar mate, ir a buscar las 
facturas o dar una vuelta por Neuquén, o hacer un asadito en el Dique 
(un francés jamás lo haría) Acá si querés pasar a lo de una amiga 
tenés que llamar previamente, es como que te tiene que dar turno. Por 
eso digo que NUNCA voy a ser parte de esta cultura, la respeto, 
enseño a mis hijos a respetarla, pero siempre me queda ese 
sentimiento de ‘no pertenencia’. Nosotros seguimos alentando a los 
argentinos, seguimos llevando el mate por todos lados, seguimos 
haciendo nuestros asados ‘gronchos’, y nuestros chicos están 
creciendo con esa doble cultura, ellos saben que no son como los 
chicos franceses, son bilingües, adoran el asado, toman mate, cantan 
la canción de Rodrigo de Maradona y a la vez está inmersos en un 
sistema que en muchos aspectos es muy bueno para ellos. Hay normas 
básicas, como el no tirar un papelito al piso, o tantas otras, que 
hacen que esta sociedad funcione como tal porque desde niños aprenden 
reglas de convivencia elementales.”
“En cuanto a la posibilidad de retorno, diría que sería muy 
complicado, porque así como digo que no ‘pertenecemos’ a este lugar, 
al haber vivido tantos años y al haber tenido hijos acá es como que 
nos acostumbramos y hay ciertas cosas que ya están adquiridas, nos 
acostumbramos a un cierto orden, como que cuando ponés un pie en la 
calle lo autos paran para dejarte pasar, como que jamás tenés un 
corte de luz, como que cuando te cobran de más te lo devuelven, como 
que parís en un hospital público con las atenciones de una clínica 
privada de allá y no te cuesta un centavo, como que la escuela 
pública provee a los niños de todos los libros, cuadernos y 
materiales, como que jamás podrías coimear a un policía para que no 
te haga una multa, y cientos de otras cosas que son parte de nuestra 
vida cotidiana y que para nuestros chicos son absolutamente normales.”
“Tenemos muchísimos recuerdos de Allen. Cada vez que nos reunimos con 
mis hermanos terminamos hablando de Allen. Allen es ‘el tema’, 
contamos anécdotas, escuchamos música nacional de nuestra juventud y 
lo más lindo es que nuestros chicos, Camila que tiene 12 años y 
Joaquín, el hijo de mi hermano mayor que tiene 10, escuchan esa 
música, la cantan y la bailan: es como que les transmitimos todo lo 
nuestro. Dentro de los recueros de Allen está el Club Unión, donde 
pasamos mucho tiempo, sobre todo jugando al básquet, La Perla y sus 
‘chocolatitos’ cuando Piturro era el mozo, Montoya y su rica comida, 
el boliche donde nos conocimos, ‘Rockers’, las escuelas y sus 
maestras, la placita del barrio, las bombitas de agua que tirábamos 
en el verano (que acá no existen), el Día del Niño (que tampoco 
existe), las Navidades con calor y la gente, siempre terminamos 
recordando a unos y otros, estamos horas hablando de todos ustedes. 
Digamos que nuestras vidas están hechas de todos esos recuerdos, son 
los que marcaron nuestra infancia y nuestra adolescencia y ahora que 
tenemos hijos y nos preguntan cómo era, qué hacíamos, les contamos y 
les mostramos fotos y ellos piden hablar con la abuela de Argentina y 
así mantenemos ese lazo indeleble que nos une a Allen.”



Gustavo Dytyniack – (Veracruz-México)
“Me gradué como Ingeniero en Electrónica en la Universidad Nacional 
del Sur en 1998. Trabajé en empresas de la zona  hasta que en octubre 
de 2000 comencé a trabajar en una empresa de servicios petroleros que 
ofrecía entrenamiento en el exterior y oportunidad  de salir a 
trabajar afuera  con posibilidades de desarrollo profesional. A 
principios de 2002 me ofrecieron moverme a Brasil, así que un día me 
encontré en un avión con ese rumbo y sin saber una palabra de 
portugués. Allí trabajé principalmente embarcado en plataformas de 
perforación como Ingeniero de Operaciones en Campo y viviendo en 
Macaé, cerca de Buzios (nada mal, por cierto). A mediados de 2004 
regresé al Valle, pero esta vez con Juliana, brasileña, compañera de 
trabajo y hoy mi esposa.”
“Con la misma empresa continuamos trabajando en la zona hasta junio 
de 2007 cuando surgió el ofrecimiento de trasladarme como Gerente de 
Operaciones a Veracruz, México, donde actualmente residimos. Aquí han 
nacido mis 2 hijos: Enzo de un año y tres meses y Valentino que nació 
el último 6 de mayo. La pregunta que siempre me hacen es qué camiseta 
van a vestir Enzo y Valentino y resulta obvio decir que la Celeste y 
Blanca. La madre ya está resignada.
“El tipo de vida que llevamos es bastante particular, cada 2 ó 3 años 
es posible un movimiento dejando atrás un montón de cosas, amigos, 
costumbres, etc. Pero por otro lado uno sabe que vienen más amigos y 
cosas nuevas por descubrir (cultura, comidas, climas) y por vivir. Y 
lo más importante es que no reemplazamos unas por otras sino que las 
incorporamos, conocemos gente de muchos lugares y entre ellos muchos 
buenos amigos.”
“Por supuesto que hay cosas irreemplazables y muchas de ellas están 
allá, en Allen. Por eso es allá donde me gusta volver para disfrutar 
de mis sobrinos, compartir una mesa con la familia, los jueves con 
los amigos de siempre, sentarme fuera de la casa de mis padres con un 
mate a ver quién pasa, conversar con los vecinos, cosas simples que 
no encuentras en muchos lados.
“Si tengo que pensar hoy dónde tener mi hogar definitivo en un 
futuro, sin dudas, sería por allá. Veremos qué nos depara el destino. 
Por lo pronto el desarrollo profesional y de mi familia me harán 
aprovechar las oportunidades que se me presenten”
“Me mantengo en continuo contacto con mi familia, a sea 
telefónicamente o por Internet, no tengo opción, recibo duras 
recriminaciones de mis hermanas si no envío fotos de los niños.”
“Hoy estoy orgulloso de mi trabajo y de la familia internacional que 
formé con Juliana, mi esposa brasileña y mis dos mexicanitos, Enzo y 
Valentino. Pero soy consciente de que la base de todo se la debo a 
mis padres, Pía y Cacho, quienes con mucho esfuerzo me dieron la 
posibilidad de estudiar y desarrollarme.

Julieta Cavallaro- (Cancún- México)
“En febrero de 2006 decidí irme a vivir a México, específicamente a 
Cancún. No fue una decisión demasiado difícil ya que quería un cambio 
en mi vida y en Cancún estaban hacía unos cuantos años mis dos 
hermanas mayores, Luciana y Florencia y mi sobrina Martina (hoy ya 
tengo tres, Martina de 5 años, Camila de 3 e Isabella de 1 añito).”
“Cancún es un lugar bellísimo, con playas inigualables y con gente 
que te recibe con mucha amabilidad. A los dos meses de vivir aquí 
comencé a trabajar en una empresa italiana de plantas de tratamiento 
de aguas residual, me desempeño como asistente de dirección. Una vez 
conseguido el trabajo tuve que empezar a estudiar inglés porque en 
esta zona es casi indispensable. En mi tiempo libre procuro ver a mi 
familia, salir con amigos, ir a la playa y, cuando se puede, conocer 
lugares de la república.”
“Con respecto al contacto con el pueblo… ahí nací, ahí crecí y eso no 
se olvida. Tengo muy buenos amigos con los  cuales me comunico 
periódicamente, aunque a veces  el trabajo y por la diferencia 
horaria  complican las cosas. A un año de vivir en México tuve que 
regresar por la enfermedad de mi padre. Estuve allí un mes y tengo 
planes de visitar la Argentina a fines de este año o principios del 
próximo.”
“¿Qué extraño? Extraño a mi familia, a mis amigos, las comidas, un 
buen asado y las rondas de mates y chismes… pero en realidad vivo muy 
tranquila en este lugar, he tenido muchas oportunidades, llevo una 
vida normal, puedo mantenerme sola y sin complicaciones.”

Carlos Rodríguez, Verónica Pallaoro y Juliana- (Sevilla- España)
“Un día decidimos en familia iniciar un proyecto de vida distinto.  A 
Juliana, dedicada desde muy pequeña y con mucha pasión al fútbol 
femenino se le plantearon  una serie de oportunidades de desarrollo 
profesional en Europa. Es así que el 23 de octubre de 2003 nos 
embarcamos hacia España, pensando como residencia la ciudad de 
Sevilla. Actualmente vivimos en la ciudad de Mairena de Aljarafe, a 
12 minutos en Metro de la Catedral, centro neurálgico de Sevilla 
capital.”
“Nuestra actividad aquí es la siguiente: Juliana  (20 años de edad) 
es Técnica de Fútbol Infantil, trabaja en el Club Social y Deportivo 
‘Ciudad Expo’, donde yo estoy como Coordinador General de la Escuela 
de Fútbol Infantil (niñas y niños). Relacionado con esta actividad 
presenté un Proyecto Empresarial denominado Escuela Deportiva  
Infantil y Juvenil ‘Los Maguitos’ en la Conserjería de Innovación de 
la Junta de Andalucía. El proyecto fue calificado como tal además de 
reunir las condiciones de viabilidad técnica y deportiva”. Juliana, 
quien también se formó como Animadora Infantil, colabora con Verónica 
en su Centro de Recreación y Deporte Infantil donde se lleva a cabo 
un proyecto innovador (premiado por la Junta de Andalucía) que 
unifica educación y fútbol como deporte lúdico.”
“El contacto con Allen es permanente. A diario leemos el ‘Río Negro’ 
por Internet, nos comunicamos con familiares y amigos y tratamos de 
estar presentes, aunque sea a la distancia, en todos los 
acontecimientos significativos de  nuestro pueblo. Los recuerdos 
siempre están, no es que extrañemos cosas, sí momentos, vivencias.”
“Nuestro regreso, después de 7 años, será para participar en los 
festejos del Centenario de Allen. Llegaremos a Buenos Aires en la 
primera semana de agosto de 2010, luego de recorrer otras ciudades 
estaremos en Allen a partir del 15 de agosto para presentar los días 
20 y 21 el proyecto ‘El Fútbol como Integración Social’ en el que 
unificamos educación, fútbol como deporte lúdico y turismo social. 
Luego regresaremos a Sevilla.”

Nito Vega- (Upsala- Suecia)
“El pedido de contar mi experiencia abrió dos puertas que suelen 
estar cerradas cuando se vive lejos de un lugar tan tuyo, pero al 
mismo tiempo tan  cercano en lo esencial. La primera está emparentada 
con el hecho de intentar abarcar rápidamente estos 20 años fuera del 
país; la segunda, con despertar, por así decirlo a ese que fui allí, 
en mi pueblo, en Allen, lugar al que he regresado una decena de veces 
pero más y más como un forastero.”
“En noviembre de 2000 viajé a Argentina acompañado por mis tres hijos 
mayores, ese verano estuvo cargado de muchas emociones y recuerdos 
que aún persisten, como negándose a desaparecer para siempre. Uno de 
los más importantes fue mi reencuentro con Mariestella Svampa con 
quien me une una relación que ya lleva más de 40 años; lo extraño es 
que nos hemos reencontrado en diferentes etapas de nuestras vidas y 
en diferentes lugares del mundo en los últimos 20 años. Antes de 
despedirnos Mariestella me entregó un libro envuelto en un paquete y 
me pidió que lo abriera cuando estuviese en el avión. Así lo hice. El 
libro en cuestión se llama “El entenado”, el autor es Juan José Saer 
y en la portada ella escribió:’Cuando leas este libro estarás lejos, 
lejos de la Patagonia, lejos de tu cultura. Habrás de ser del otro 
lado un perfecto entenado. Pero entonces, ¿por qué sospecho que al 
abrirlo algo habrá que te recuerde el silencio de la meseta?’”
“La novela trata de un joven que se ha criado sin padres en la calle, 
en España, a principios del 1500 y que se embarca hacia América 
cuando recién se inicia la conquista del nuevo mundo. El joven cae 
prisionero de los indios que además matan a todos sus compañeros de 
expedición y se los comen en un ritual que más parece una orgía. A él 
lo dejan vivo como un símbolo de bonanza y vive con los indios diez 
años. Los indios son seres sumamente organizados y respetuosos y sólo 
sueltan su locura una vez al año cuando salen a cazar seres humanos y 
se los comen  acompañados de alcohol y drogas, para luego de dos días 
volver a la normalidad más severa del mundo. Este ‘entenado’ 
regresará a España (lo rescatan luego de diez años) y para él la 
vuelta a la civilización será, al principio, un castigo más grande 
que los años de cautiverio junto a los indios.”
“Yo me siento un poco así, como un entenado, pero aquí junto a mis 
indios rigurosos pero salvajes algunas veces cuando sueltan sus 
sentimientos, vivo en una armonía latente. Un entenado que, si lo 
pensamos un poco, nunca fue otra cosa, pues vengo de un pueblo que 
apenas tiene 100 años y de una familia que en parte dejó esta Europa 
no hace mucho. En un tiempo me creí un ser universal, pero con los 
años me identifico más como el entenado, el lugar donde vivo ahora y 
el lugar de donde vengo son  las partes más concretas de mi 
existencia, son referencias que no comparto más que con los indios de 
acá o con los de allá.”
“Cuando intento hacer un balance  como ahora, ya no sé cuando lo fui 
más, si allá con el viento seco de la meseta o acá con las largas 
noches de invierno y la intensa luz del verano. Ni siquiera mi arte 
es universal ya. Allá en mi Allen natal crear es amar la vida, estar 
presente en cada instante junto a mis seres queridos, acá, crear es 
la lucha por entender cuál es la razón por la que me encierro a 
pintar durante tantas horas.”
“El placer de vivir, el poder gozar de los momentos insignificantes o 
grandiosos que la vida nos ofrece, es mi lucha. Por eso cuando 
alguien me pregunta     qué elijo si el arte o la vida, no lo dudo, 
como buen entenado, como buen sobreviviente, elijo la vida.”

Christian Martos- (Barcelona-España)
“Desde siempre, mi familia, tanto mis padres como mis abuelos, me 
inculcaron la inquietud por conocer nuevos horizontes, por viajar 
todo lo posible y aprender de la experiencia que eso supone. Esto, 
unido a mi interés por la geografía, hizo que conocer otras culturas 
fuera en mí  una meta constante. Fue así que en el año 2000, a unos 
meses de terminar la universidad, viajé a España con el objetivo de 
desplazarme hacia Europa del Este. Sin embargo, al pisar Barcelona 
quedé prendado de su belleza, de lo fácil que era comunicarse con sus 
habitantes y la constante posibilidad de conocer gente de diferentes 
rincones del mundo. Creo que lo más interesante que percibí de 
Barcelona fue que, a pesar de ser una ciudad grande, sus habitantes 
se movían como en un pueblo. Todo  el mundo se saludaba, la siesta y 
la playa eran casi sagradas y todos preferían una bicicleta a un 
coche  a la hora de trasladarse. Bastante opuesto a la locura 
impersonal de Buenos Aires. No me moví de ella en todo el mes. Y lo 
vi claro. Volví a Buenos Aires, terminé la universidad, finalicé los 
trámites para la ciudadanía italiana y me instalé en Barcelona. 
Terminar la universidad es gratificante pero también determina el 
inicio de otro camino y, de más está decir, que en los años 
anteriores a la crisis del 2001, los jóvenes estábamos cada vez más 
inquietos por nuestro futuro. Así que armé mi maleta llena de sueños 
y me vine un año a España a ver qué me deparaba el destino.”
“Cada uno tiene una experiencia diferente así que yo cuento la mía: 
debo decir que los catalanes me recibieron muy bien, me brindaron su 
amistad y las mismas posibilidades que a cualquier español. Comencé a 
trabajar en el departamento de Marketing de una multinacional 
dedicada a la importación y distribución de frutas del hemisferio sur 
y me fui interesando por la publicidad hasta que, hace 3 años, me 
contrataron como ejecutivo de cuentas en una agencia de comunicación 
también orientada al sector agroalimentario. Parece caprichoso, pero 
el hecho de estar ligado a la fruta en tu trabajo no deja de ser un 
nexo con tu lugar de origen.”
“Paralelamente comencé a escribir artículos para la edición española 
de la revista Trax como crítico de música electrónica y entrevistador 
de productores y djs de todo el mundo. El hecho de poder desempeñarme 
en otra de mis pasiones, la música, ha sido siempre un factor 
determinante en la decisión de establecerme en Barcelona”
“Si me preguntan qué echo de menos de mi pueblo, digo que mi familia, 
mis amigos, los almuerzos en casa de mis abuelos, ver crecer a mis 
sobrinos, el aire puro, el cielo completamente azul y el verano sin 
humedad. Pero siempre he estado en contacto con todo esto, ya que 
intento viajar lo más seguido posible y con la evolución de la 
tecnología hoy es posible vernos y hablar desde la computadora.”
“El proyecto de retorno ha aparecido alguna vez en mi cabeza y luego 
de un interminable cuestionario mental  he vuelto al punto de 
partida. Siempre he dicho  que el día que no me sintiera a gusto con 
mi vida me daría cuenta de que no vale la pena estar lejos de mi 
tierra. En fin, la vida da muchas vueltas y no descarto ninguna 
posibilidad. Me temo que el destino siempre hace su trabajo”



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