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Los Ibáñez Aznar, uno de los motores de la firma Flor del Valle | ||
Marcelo Ibáñez .cuenta la historia de su familia, productores pioneros e impulsores de la conocida .empresa frutícola. | ||
Don Manuel Ibáñez Navarro embarcó en Cádiz en el verano boreal de 1913. La guerra se avecinaba y él era un joven de 17 años. En Argentina tenía dos tíos, uno en Río Negro y otro en Mendoza. Llegó a Buenos Aires el 9 de setiembre. Estuvo en el Hotel de los Inmigrantes. El primer empleo que consiguió fue frente al Hospital del Carmen, pegando adoquines. La idea era ahorrar unos pesos para tomar el tren hacia Río Negro. Pero apenas ganaba para cama y comida, por lo tanto resolvió, con unos amigos, subir de polizón en el tren. Se ocultaron en un vagón donde iba el ganado. Don Manuel siempre contaba que cuando llegaron a Darragueira, y con el tren en marcha, se bajaron para zambullirse en agua, porque estaban llenos de piojos y pulgas. De modo que tras el baño los amigos esperaron el tren siguiente que finalmente los trajo a Allen. Los esperaba su tío, Luis Aznar. Poco después de su arribo, Manuel fue contratado como peón de patio de la esposa del coronel Fernández Oro. Le cuidaba los animales a doña Lucinda. Con el matrimonio Fernández Oro estuvo un tiempo, lo suficiente como para hacer un capital. Su primera inversión fue comprar caballos. En España, en el pueblo de donde provenía, cultivaban almendros. Su familia trabajaba la tierra y Manuel tenía un oficio. Además, era un hombre muy lúcido y de carácter. Guillermina Aznar, hija de Luis, llegó con su madre a la Argentina en 1915. Tenía 13 años. Cinco años más tarde, en 1920, Manuel y Guillermina se casaron. En ese tiempo, Luis Aznar compró 100 hectáreas en Cervantes. Allí se mudaron todos. Manuel desmontaba chacras y hacía distintos trabajos con sus caballos; tenía una buena caballada. En el año ´21 nació el primer hijo del matrimonio de Manuel y Guillermina: Antonio; le siguieron Joaquina, Guillermina, Luis ("Machiche"), Manuel ("Coco"), Carlos, Deseado, Vicente, Alba y Carmen. En 1928, la familia de Manuel se mudó a Guerrico, al establecimiento de Jacobo Cordiviola. Durante ese tiempo, Manuel sumó otra actividad: empezó a hacer pasto. Cuenta su nieto Marcelo Ibáñez que fue de los primeros en tener cortadora y enfardadora: "Mi abuela cosía para el personal y Cordiviola les daba tierra para explotar y cobraba con parte del producido. Los hijos varones comenzaron a sumarse a la faena. Allí había alfalfa, ovejas y abastecían, entre otros, al Ejército de Zapala". Manuel siguió comprando caballos. Y con una actividad y otra logró adquirir, en 1932, sus primeras 25 hectáreas cerca de Paso Córdoba. Allí construyó su primera casa. En tanto, desmontaron, emparejaron y plantaron vid, al tiempo que tenían verdura para consumo personal y para vender. "Mi abuelo traía la uva a la bodega Fuerte Roca; hacía un viaje por día en carro. Esa chacra, que aún conservamos, fue trabajada por mi abuelo y sus hijos. Mientras estuvieron juntos, el abuelo alquiló 50 hectáreas a una vecina, Justa Martín, para hacer un tambo, que también trabajaron todos. Tenían vacas, caballos y ovejas. Los Ibáñez Aznar fueron a la escuela Romagnoli. "La primera escuela Romagnoli estaba acá, donde hoy está el establecimiento Flor del Valle. De hecho, todavía conservamos los eucaliptos que plantaron los alumnos y algunas cosas de esa vieja construcción. Don Septimio hizo hacer la escuela en su propiedad, pero cuando la escuela pasó a manos de Nación construyeron sobre un terreno fiscal situado calle de por medio del primer emplazamiento. La escuela era muy importante en la zona; de hecho era el centro de reunión. Cuando era chico todavía se veían caballos atados afuera de la escuela", recuerda Marcelo. Don Manuel y sus hijos aprendieron a multiplicar plantas de manzanas y poco a poco pasaron a la fruticultura. Con el tiempo don Manuel sumó 50 hectáreas y todos sus hijos se dedicaron a la producción. Los hermanos varones, con el tiempo, hicieron una sociedad: Ibáñez Aznar Hnos. Estuvieron muchos años trabajando juntos, desde 1952. A partir de entonces esta familia de pioneros, tanto como el Alto Valle, inició una nueva etapa, pujante y rica en historias. Cuando los hermanos hicieron esa sociedad, alquilaron tierra. Recién en 1960 adquirieron la primera chacra; se la compraron a Humberto Canale. Cuando los Ibáñez Aznar empezaron a tener producción se unieron a otros vecinos y formaron otra sociedad, "Flor del Valle", una de las firmas que hicieron historia en la localidad. "Flor del Valle -relata Marcelo- nació en 1959, con la idea de empezar a exportar. Le compraron la propiedad a don Septimio Romagnoli en 1961. La adquirieron los Ibáñez, Salvador Román, Antonio y Santiago López Games, Juan Antonio Llorente y Marino Gregori". Cada socio aportaba su producción y Antonio Ibáñez se estableció en Buenos Aires, para comercializar la fruta. "´Machiche´ fue el hermano que siempre estuvo al frente, él fue uno de los fundadores y presidentes de PAI y uno de los primeros integrantes de la Cámara de Productores", explica Marcelo. "El primer grupo exportador que hicimos fue el antecedente de PAI; nos juntamos varios galpones. Por una parte estaba El Trío (Grisanti, Moño y Gasparri) y nosotros, galpones más chicos. Dos o tres años después de que este grupo se separara surgió PAI". En un momento, algunos de los socios vendieron porque se querían dedicar a otra cosa o se vieron más afectados por las crisis del sector y quedaron sólo tres hermanos frente a la firma: Luis, Deseado y Manuel. Hoy, y desde hace 12 años, Marcelo Ibáñez, hijo de Deseado y de Elsa Catini, está a cargo de la firma. "Nunca compré fruta, sólo presto servicio de empaque y frío. Lo propio, de unas 140 hectáreas, lo vendo a un exportador italiano con quien trabajo en forma directa", explica. Estudió analista de sistemas, pero confiesa que siempre le tiró la chacra. "No ha sido fácil, pero nos hemos mantenido en pie. Los Ibáñez podemos seguir contando la historia. Hasta 1992 quedaban tres hermanos; el último que se retiró fue Manuel, quedaron ´Machiche´ y papá. ´Machiche´ falleció y continuó su hijo Néstor; Flor del Valle comercializaba fruta bajo las marcas Roca y Tradición. La bodega Flor del Valle, cuyo vino se comercializaba con esa marca, tenía una capacidad de 2.800.000 litros, pero no pudo competir con Mendoza y decidieron cerrar hace como 15 años. De modo que a través de estas firmas podemos contar todas las historia del Valle, las que fracasaron y las exitosas". Susana Yappert sy@fruticulturasur.com |
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