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Los Azcón, con sus fibras íntimas ligadas a la producción
Una familia que supo ganarse un lugar, fruto de su trabajo, en la colonia Juliá y Echarren.

La familia Azcón explotaba una chacra en Cervantes, a pocos kilómetros de General Roca. Unos setenta años atrás, el matrimonio conformado por Manuel Azcón y Ramona Carreño decidió buscar un nuevo lugar para producir. Eligieron el valle del Colorado, más precisamente la incipiente colonia Juliá y Echarren.

Apenas llegaron, se dispusieron a plantar varias hectáreas de papas, un cultivo que aseguraba cantidad y mercado.

Sin embargo, antes de la cosecha se registraron varios días de mucha lluvia, situación que preocupó sobremanera a Manuel. Decidió revisar en qué estado estaban las papas y para ello desenterró varias de ellas en los dos o tres primeros bordos.

Grande y desagradable fue la sorpresa al observar que las papas que retiraba estaban feas, imposibles de cosechar. "Mi abuelo entendió que se le había terminado la cosecha, se le vino el mundo encima y le agarró un ataque al corazón, que derivó días después en su muerte. Tenía apenas 43 años y la abuela Ramona se quedó con todos los chicos pequeños. Juntos lograron seguir labrando la chacra", explica Nancy Azcón, quien mantiene la genética familiar de trabajar en la producción frutícola.

La lamentable historia no terminó allí. El abuelo Manuel no buscó más allá del tercer bordo, porque un poco más allá las papas estaban en perfectas condiciones, al igual que el resto de la superficie. Sólo en los tres primeros bordos se habían echado a perder. Pero esto Manuel nunca llegó a saberlo.

Guzmán Azcón, el padre de Nancy, se casó con Emilia Mozo, una española cuya familia dejó atrás la península ibérica y un campo que se utilizaba para la cría de ovejas. Respetando los designios del destino, también la chacra fue el espacio de realización familiar.

Hija única, Nancy nació y se crió en colonia Juliá y Echarren. Su padre Guzmán Azcón aprendió desde muy chico, y con sus hermanos, el arte noble de trabajar la tierra. Y así se lo transmitió a su hija, quien siguió la misma senda.

Se casó muy joven con Manuel Maschio, entrerriano y chofer de camiones de carga. Juntos se animaron al desafío de buscar nuevos horizontes y se instalaron en la provincia de Entre Ríos. Sin embargo, su padre Guzmán insistió en que regresaran y volvieron para la cosecha de manzanas y peras.

"Había comprado un camión y Manuel llevaba fruta al Mercado Central de Buenos Aires. Cuando se terminó la cosecha acá, decidimos volver nuevamente a Entre Ríos porque comenzaba la cosecha de naranja. Con tal mala suerte que cayó una helada fuerte y eso afectó el rinde de esa temporada. De tantos viajes que pensábamos hacer, al final hicimos muchos menos. Fue entonces que decidimos retornar a Río Colorado y ya no nos fuimos más", explica Nancy.

Hoy trabajan intensamente una chacra de 14 hectáreas con manzana, durazno y pera, que el propio Manuel recorre diariamente. En tanto Nancy, que tiene problemas de salud, se dedica a la parte administrativa del establecimiento. Asimismo participa en el Club Defensores y en la biblioteca de la colonia Juliá y Echarren.

"Éste es el peor año para la producción. Venimos de años feos, pero en la presente temporada la mayor parte de la fruta fue con destino a la juguera", señaló. Por eso no extraña que uno de los sueños que mantiene la familia sea volver algún día a Entre Ríos y producir en aquellos suelos mesopotámicos.

Mientras tanto, disfrutan la compañía de su hija menor Gisella, de 16 años, y apoyan a Yanina de 20 que está estudiando farmacia en Bahía Blanca.

Permanece vivo el recuerdo de su hijo Mauricio, quien veinte años atrás en un accidente desafortunado perdió la vida al caerse a un desagüe.

El apellido Azcón está bien insertado dentro de la sociedad y por lo tanto gozan de un marcado prestigio ante sus conciudadanos, en virtud a la vasta trayectoria que a nivel familiar supieron compatibilizar. También es bien sabido que ese apellido es sinónimo de producción frutícola en chacras de colonia Juliá y Echarren, porque desde hace décadas han contribuido a la formación y al desarrollo de esta parte del valle del Colorado.

Desde que falleció el abuelo Manuel a consecuencia de la desgracia de las papas, sus hijos se aferraron a las herramientas de labranza como armas para enfrentar el futuro. Su madre Ramona los guió con la fortaleza y valentía de una mujer incansable. Fueron años de lucha, penurias y también de alegrías, pero siempre los afrontaron con valor y no abandonaron nunca esta actividad.

Así Manolo, el "Negro", Beto, Guzmán y hasta Olga eligieron el camino de la producción primaria, el de los sinsabores por las heladas y las pedreas, pero también el de la satisfacción de las rojas manzanas que coloreaban los montes frutales en cada verano.

Todos ellos encontraron en la tierra el sustento para desarrollar las actividades productivas y contribuir al crecimiento de la ciudad. El único que no se dedicó a la chacra fue Miguel, el más chico de los hermanos. Era maestro mayor de obras y bioquímico, se fue a General Lamadrid donde formó su familia.

Hoy muchos de ellos ya no están, pero su apellido y su estirpe aún permanecen en el corazón de colonia Juliá y Echarren y eso es garantía de continuidad.

Alberto Tanos

Darío Goenaga



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