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Diversifican la producción para seguir escribiendo la historia | ||
Ángel Paz e Hilda Carrasco, entre la docencia y la producción, crearon un mundo que hoy legan a sus nietos. | ||
La familia Paz Carrasco vive en el Alto Valle hace más de 50 años. Entre la docencia y la producción, hicieron historia en esta parte de la Patagonia. Ángel Paz creció en Jáchal, San Juan y allí estuvo hasta los 23 años. Se recibió de maestro rural y puso la mirada más allá de la fronteras de su pueblo. "De Jáchal era mi madre, descendiente de los Quiroga, parientes de Facundo. Mi padre era de la provincia de Buenos Aires, de Las Flores, de familias fundadoras, que llegaron casi con los conquistadores, después amigos de Juan Manuel de Rosas. El primero en llegar usó el apellido De Paz y Figueroa. Estuvieron en Santiago del Estero y de allí se desparramaron por el país. Ángel tenía un tío, José Benito Quiroga, en Comodoro Rivadavia, y allí apuntó la flecha de su brújula. Joven, soltero y con un amigo partieron de su terruño. Fueron a Rosario a conocer el Monumento a la Bandera, después a Buenos Aires y allí, Ángel sacó pasaje para Roca, quería visitar a un amigo, don Antonio Sánchez Platero. "Lo había conocido en Jáchal porque en la época de Perón habían diseñado un tipo de educación práctica y con salida laboral, las Misiones Monotécnicas, creadas por Pascual Lértora. Sánchez Platero había sido director de una de mecánica en Jáchal, cuenta Paz. Allí se casó con una amiga nuestra, Nelly González y, de misión en misión, llegaron a Roca. Así que los vine a visitar. La cosa fue que don Antonio me dijo: "¡Qué te vas a ir a Comodoro, quedate acá. Vela a la señorita Carrasco, que está en la escuela 32, para que te consiga alguna suplencia". Ángel fue a verla a Hilda Carrasco, no consiguió trabajo de docente, pero decidió casarse con ella. "Así empezó mi historia en Roca, pero antes de casarme pasaron cosas. En realidad, yo no quería trabajar de maestro, conseguí un empleo en el Banco Nación en casa central, en Buenos Aires, y me fui. Estuve un día y pedí que me trasladaran a Roca". Paz se había quedado muy bien impresionado por la sociedad del Valle, a la que encontró muy solidaria y pujante. En el Banco Nación estuvo 5 años, después pasó al Banco de Río Negro y Neuquén, donde permaneció varios años "hasta que empecé a denunciar manejos turbios en la institución; intentaron sobornarme para que me callara. No me callé, denuncié las irregularidades y vino una inspección del banco central. Me dejaron cesante, pero el tiempo -lamentablemente- me dio la razón, el banco cayó debido a esos manejos sucios que había denunciado". Luego de esa situación, Ángel se dedicó a la producción frutícola. Los padres de su esposa, Hilda Carrasco, habían adquirido una chacra que ayudó a trabajar pues su suegra había enviudado en 1954 y había seguido adelante sola con la propiedad. Con el tiempo Ángel sumó tierras y, con los años, la única hija del matrimonio, Mariana, continuó en el mundo de la producción. De algún modo retomó el vínculo con la tierra de sus ancestros vascos. Sus abuelos maternos eran la primera generación en la Argentina. Cuenta Hilda Carrasco: "Mi padre, Juan Bautista Ubidio Carrasco y mi madre Luisa Arrayago eran hijos de inmigrantes vascos, ligados a la tierra. Ella nació en un campo situado entre Mar del Plata y Necochea. La familia de mi padre, en cambio, residía en Buenos Aires. Habían venido a la Argentina con otros vascos que se habían desparramado por el país. Y la casa de mis abuelos Carrasco fue como un consulado, donde iban todos los vascos de visita o cuando necesitaban ir a la capital. Allí conoció a la familia Arrayago". Los padres de Hilda llegaron casados a esta zona en 1927. Carrasco unos años antes había prestado servicios como policía en Santa Cruz, cuando las huelgas de la Patagonia. Era entonces subcomisario en Lago Argentino. Cuando estaba en Santa Cruz se comprometió con Luisa y el hermano de Ubidio, desde Buenos Aires, fue el encargado de llevar los anillos de compromiso. Los trasladó a Luisa a Mar del Plata y a Carrasco a Santa Cruz. Los guardaba en un cofrecito de plata que aún conserva Hilda. Cuando Carrasco llegó a la zona del Alto Valle fue ascendido a inspector, y se quedaron definitivamente en la provincia. Se retiró con categoría de comisario inspector de la Policía. "En 1943 compraron con mi mamá unas 7 hectáreas con idea de hacer una casa y tener una actividad. Había manzanas y peras. Adquirieron esta chacra dando vuelta los bolsillos, con los ahorros de toda una vida. Lo primero que hizo papá fue asociarse en la Primera Cooperativa Frutícola, cuando la presidía Bernardo Riskin". Carrasco murió en 1954 y la chacra la continuó Luisa. "Una vasca de mucho carácter. Le encantaba el trabajo en la tierra, enseguida tuvo una vaca, y esto y aquello, y manejó la chacra con ayuda de la Experimental. Para nosotras esta chacra era un patrimonio muy especial, conjugaba en lo económico recursos obtenidos con sacrificio y tesón, de parte de mi abuelo Arrayago y de los ahorros de mis padres". La chacra fue quedando poco a poco, en la ciudad, hasta 1983, año en que decidieron lotearla y adquirieron otras chacras, en momentos en que Hilda fue nombrada jueza de paz. Su hija Mariana continúa hoy la actividad. Ella se casó con Rodolfo Flade Huber, ingeniero agrónomo, hijo de una familia de inmigrantes alemanes que se dedicaron a la producción en la zona de Plottier. Se conocieron en la Facultad de Agronomía e hicieron una familia. Tienen tres hijos: Pablo, María Elena y Tomás y, juntos, administran varias chacras y experimentan con cultivos alternativos además de diversificar la producción, para seguir escribiendo la historia del Valle.
Susana Yappert sy@fruticulturasur.com |
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