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Intelectuales y lo nacional-popular
Tras la caída de Perón, bajo la luz del pensamiento de Gramsci en la izquierda argentina se abrió un debate sobre la distancia entre los intelectuales del sector y el fenómeno del peronismo. La era K vuelve a plantear, en otro contexto, la resistencia de muchos a la retórica oficial.

Para tres generaciones de intelectuales argentinos -afirma Beatriz Sarlo- "la ´cuestión peronista´ definió su perspectiva del pasado y sus ideas sobre el futuro. Peronismo e intelectuales forman una intersección que no puede eliminarse de ninguna historia de los últimos sesenta años".

En efecto, si el régimen peronista del período 1946-1955 generó un profundo rechazo en la mayoría de los intelectuales argentinos, la caída de dicho régimen abrió una etapa de debate en la que importantes fracciones intelectuales reconsideraron el "hecho peronista" a partir de una mirada distinta.

Carlos Altamirano se ha ocupado de este debate que tuvo su epicentro en la cultura de izquierda en un libro excelente ("Peronismo y cultura de izquierda", 2001). Repasemos entonces algunas de las cosas más importantes que se dijeron en esa oportunidad.

Héctor P. Agosti fue el intelectual comunista argentino que introdujo la obra de Antonio Gramsci en la Argentina. ¿Qué había en común entre nuestro desarrollo cultural y la historia italiana revisada por Gramsci en sus "Cuadernos de la cárcel"? "No hay igualdad -afirma Agosti-, no hay siquiera presentación simétrica de las cuestiones, pero su similitud es indudable, comenzando por el divorcio entre los intelectuales y el pueblo-nación que constituye uno de los datos típicos en el proceso social argentino". (Prólogo a "Literatura y vida nacional", 1976)

El peronismo, entonces, para esta fracción de intelectuales comunistas representada por Agosti había puesto de manifiesto dicho divorcio. El pueblo-nación había quedado del lado peronista.

Por eso se hacía necesaria una reconciliación. Un profundo "examen de conciencia" debía llevar a los intelectuales argentinos a reconsiderar su visión del peronismo. Como en el caso italiano, puesto en cuestión por Gramsci, se debía intentar una "ida hacia el pueblo" con el fin de estrechar filas con los sectores nacionales y populares.

Los comunistas, sin embargo, nunca recorrerían ese camino. Si bien hubo jóvenes figuras como Juan Carlos Portantiero y José Aricó que insistieron en la necesidad de actualizar ideológicamente las posiciones del PC argentino con el propósito de capturar las masas peronistas en disponibilidad después de la caída de Perón, primó la ortodoxia de Rodolfo Ghioldi y Victorio Codovilla. El PC argentino, a diferencia de su par italiano, nunca sería un partido de masas.

Otra fracción de los intelectuales argentinos que reconsideraron el "hecho peronista" fue el grupo de la revista "Contorno", liderado por los hermanos Viñas. Precisamente los números 7 y 8, de julio de 1956, fueron dedicados a ese tema. Desde una perspectiva similar a la analizada para el caso de los comunistas, Osiris Troiani también realizaba su revisión, su examen de conciencia: "El peronismo, y sobre todo su caída, nos puso dramáticamente frente a nosotros mismos, frente a una parte de nosotros que procurábamos ignorar. Era difícil, sí, vivir bajo la lava de abyección y estupidez que cubrió nuestro país, pero nosotros, ¿no habíamos hecho de esa verdad evidente una razón secreta de complacencia, una coartada para la inercia y el aislamiento?

"El día en que ese lamentable matamoros se refugió en la cañonera, la reflexión, al menos en mi caso, paralizaba los desvaríos de mi esperanza. No; las revoluciones que no se hacen con el pueblo no son revoluciones: tarde o temprano, aun contra la voluntad de sus promotores, develan su verdadera faz contrarrevolucionaria. Pero ese turbión de angustia que nos acompaña desde niños abría una fisura, despejaba un rincón de cielo en mi prudente escepticismo.

"Hoy sé que esa esperanza era pecado, no ya porque experimentamos como victoria lo que era una derrota para el pueblo argentino sino porque puso en descubierto la mala fe con que enfrentamos a Perón. ¿Hasta qué punto lo hemos considerado nocivo porque nos era personalmente insoportable?".

Pero volvamos a Sarlo y al presente del peronismo: los Kirchner. Esa inquietud por la distancia que existía entre las posiciones del pueblo y de los intelectuales fue uno de los temas centrales de la agenda pública a partir de 1955. Aunque, sin duda, no es una inquietud que podamos encontrar en el presente.

Por cierto, no son pocos los intelectuales que concurren a los cónclaves de la Biblioteca Nacional donde se reúnen los orgánicos del kirchnerismo.

Sin embargo, resulta sugestivo que un sector importante de la fracción "progresista" de los intelectuales no se sienta interpelado por la retórica nacional-popular de los Kirchner.

Sarlo, una de sus figuras más representativas, lo ha puesto de manifiesto en más de una ocasión en los últimos tiempos. Y lo ha hecho desde las páginas de "La Nación", el tradicional enemigo de los "nacional-populares". Lo que no es poco.



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