>
\"Trabajo la chacra de mi bisabuelo\"

Sebastián Hernández representa la cuarta generación de productores. Tiene 33 años y es el presidente de la cámara que los agrupa, de Allen. Actualmente comparte sus tareas con su abuelo José "Pepe" Hernández.

Sebastián Hernández tiene 33 años. Vivió toda su vida en la chacra y siente que es chacarero de alma. Es simple y se lo ve optimista, dos ingredientes necesarios para el cargo que asumió hace casi un año: la presidencia de la Cámara de Productores de Allen.

Sebastián representa la cuarta generación de productores de su familia, formada por los Hernández y los Gurtubay.

Sus bisabuelos llegaron a Allen y se hicieron chacareros. Por parte de madre, fueron los Gurtubay, inmigrantes vascos que llegaron al Valle a principios de siglo XX. Su bisabuelo, Blas Gurtubay, llegó solo a esta zona y armó con unos conocidos una cuadrilla de alambradores.

Es posible que pertenezca al grupo que aún se recuerda como de "Los vascos alambradores", los que marcaron las fronteras de las primeras propiedades del norte de la Patagonia.

Alambrando y ahorrando, Blas pudo adquirir tierra y cambiar de oficio.

En Allen, Blas conoció a María, quien había venido a la zona como empleada de la familia inglesa, los Douglas Price. Con ella se casó y tuvieron 6 hijos, de los cuales sobrevivieron 4.

"Cuando se casaron -cuenta Sebastián- mi bisabuelo todavía trabajaba como alambrador, se había ido a trabajar a una estancia y con tanta mala suerte que el primer hijo nació en medio del campo y no pudo sobrevivir. Luego nacieron María Enriqueta Gurtubay, mi abuela; un segundo varón que murió a los 14 años, Humberto, Carlos y Clara. Estos dos últimos todavía viven.

"Ellos tuvieron una vida muy sacrificada, se hicieron de cero. Todos trabajaban en la chacra, hasta las hijas andaban con los cajones cosecheros, llevando y trayendo, cargando en los camiones o en la chata con los caballos.

"Los Hernández, en cambio, mi familia paterna, llegaron con algo. Vinieron de Salamanca. Mi bisabuelo, Custodio, vino casado. Su mujer era Antonia Sánchez. Llegaron a esta zona con su primera hija, Bernabela y otro en camino, Francisco Luis. Luego, ya instalados en Allen, tuvieron su tercer hijo, José Mauricio, mi abuelo".

Ambas familias se radicaron en Allen y desde entonces viven allí. Fueron de los primeros pobladores, trabajaron la tierra y desde entonces forman parte de la familia productora. Todos se dedicaron a la fruticultura.

Los Hernández compraron una chacra en blanco y, como casi todos en ese tiempo, la hicieron ellos. Compraron primero una propiedad, pero después la vendieron y adquirieron la chacra 60, más cercana al pueblo. Estaba justo en frente de la chacra de la familia Gurtubay, la 61.

"Y la cosa terminó con que dos hermanas Gurtubay se casaron con dos hermanos Hernández: Clara se casó con Francisco y María Enriqueta con José".

A partir de entonces, los hermanos trabajaron en sociedad, la que se mantuvo durante décadas.

Los bisabuelos de Sebastián, los inmigrantes, tenían personalidades muy diferentes. Blas, el vasco, era alegre y muy trabajador, todo un personaje en el pueblo, un hombre muy querido, solidario y emprendedor. Participó del núcleo fundador de Millacó, de la Cooperativa Frutivalle y del Bochín Club, entre otras instituciones en las que transitó. Sus nietos y bisnietos todavía recuerdan su buen humor y su alegría, pese a la vida sacrificada que había tenido.

Custodio Hernández era como Blas muy trabajador pero, a diferencia de él, bien parco y de mal genio. "De esa mezcla salimos nosotros, un poco con los dos ingredientes, afirma Sebastián, quien reconstruye la historia familiar.

María Enriqueta y José tuvieron dos hijos: Ricardo, el padre de Sebastián, y Mary.

"Mi papá, a su vez, se casó con Encarnación Peche, también descendiente de españoles. Mi abuelo Nicolás también era productor frutícola. En realidad llegó a la Argentina con 25 años y trabajó de empleado hasta que pudo comprar su tierra para trabajarla. De modo que mis raíces son 100% chacareras", afirma.

En España trabajaron la tierra y la herencia a los descendientes, ya afincados en la Argentina, fue la tierra.

Cuando llegaron a este país todos trabajaron, hombres y mujeres por igual, pero ya en la tercera generación, los hombres de la familia fueron quienes realizaban las tareas agrícolas y las mujeres, otras actividades menos duras o tomaron otros caminos.

"Los puestos de fruta en la chacra los empezó a trabajar mi abuela, el puesto de ella se llamaba 'Salamanquina' y vendía todo lo que hacía, envasados, dulces, de todo. Después lo seguí yo, pero de este lado y sólo vendiendo fruta fresca recién cosechada".

De hecho, Sebastián fue el único de su familia que eligió dedicarse a la fruticultura. Es el mayor de su familia y tiene dos hermanas, Betiana y Melisa.

Hoy trabaja su tierra con su abuelo José, "Pepe" Hernández, quien tiene 83 años pero todos los días camina la chacra.

"Hubo un salto, mi papá no trabajó en la chacra, se independizó, se dedicó a otro tipo de producción (avícola) no a la frutícola. A mí, en cambio, me encanta la chacra, me encanta vivir acá, de hecho me fui a vivir al pueblo y no aguanté.

"Mi infancia fue en la chacra, viví hasta los 8 años en la de mi abuelo Nicolás. Entre los 8 y los 15 nos mudamos al pueblo por el colegio y después viví con mi papá en la chacra de los Hernández. Esta actividad me apasiona, es la que elegí, no quería hacer ninguna otra cosa", confiesa.

Sebastián vivió en la chacra con su papá hasta que se casó, luego se mudó a la tierra de los Gurtubay.

"Toda mi vida quise vivir en esta casa y en este lugar, no sé por qué, imagino que por el sentimiento que le tenía a mi abuela María, la cosa es que aquí estoy, con mi esposa y mi hija muy a gusto".

Ambas familias se dedicaron a la producción de peras, manzanas y un poco de duraznos y pelones. Entre los dos hermanos sumaron 60 hectáreas.

"Mi abuelo Pepe era el que manejaba la chacra y su hermano Francisco la parte de comercialización, era el de las relaciones públicas".

Los Hernández armaron todo el circuito. Producían, cosechaban, armaron un galponcito de adobe en la chacra 60, donde trabajaban juntos los Gurtubay y los Hernández, y vendían su fruta. Tenían un aserradero que también trabajaban ellos, hacían la mano de obra completa. Desde los cajones hasta embalar -trabajo que efectuaban las mujeres-, para completar con la venta de lo que producían.

"Esto fue así hasta que se metieron en una cooperativa, la Frutivalle. De hecho, siempre tuvieron la misma cantidad de hectáreas, digamos que no crecieron en producción. La Cooperativa tuvo una mala administración y se fundieron, en ese lapso mi familia perdió 10 hectáreas, pero no por eso dejaron la actividad".

Hace unos 6 años, los hermanos José y Francisco terminaron la sociedad y comenzaron a trabajar en forma independiente.

Sebastián tiene 30 hectáreas, con una producción de casi un millón y medio de kilos de peras y manzanas de variedades tradicionales. Le vende a la firma Cervi hace varios años.

Cuando Sebastián comenzó a trabajar con su abuelo Pepe, también empezó a acercarse a la institución que nuclea a los productores (ver Historia de ACA).

"Me gusta trabajar con mi abuelo, es más, les debo todo lo que sé a ellos". Sebastián cuenta que sus grandes maestros en la producción fueron sus abuelos: Nicolás Peche y José, y agrega al encargado de la chacra, quien trabajó como 35 años con ellos.

"Creo que mi abuelo Pepe confió en mí, sabe que me gusta la chacra, entonces me permitió hacer, innovar, claro que a veces discutimos por cómo trabajar el monte si así o asá, pero finalmente acepta que decida. La producción la manejo yo, y los papeles, el abuelo con un contador".

"Los Hernández, todos quedaron con chacras y todos en Allen; en cambio de los Gurtubay sólo Carlos trabaja la chacra. Durante cuatro generaciones seguidas nunca se cortó la tradición, es lo que nos gusta hacer, nuestra vida es esto", resume Sebastián.

Sebastián, actual presidente de la Cámara de Productores de Allen, seguramente el presidente más joven en ese cargo en el Valle, está casado con Marcela, tienen una hija Agustina y esperan otro hijo para la primavera. Sebastián sueña que sus descendientes sigan vinculados con la tierra y de Allen, pues cree que ése es el mejor modo de honrar a los pioneros.

 

SUSANA YAPPERT



Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí