La nota publicada el 18 de enero último con respecto a un ombú de unos 50 años que crece espectacularmente en una chacra de Ingeniero Huergo trajo como inmediata respuesta una amable carta de lectores desde Luis Beltrán, Valle Medio rionegrino, firmada por Santiago Fernández Martín, quien hacía referencia a que en su ciudad había uno más viejo todavía, porque estimativamente rondaría ya los cien años. A nuestro pedido, don Santiago se avino gentilmente a rastrear su historia y a entrevistar a Irma Burrel-Ochoa de Gundin, una de las descendientes de quien lo plantó. Doña “Moni”, como se la conoce en Beltrán, tiene más de 80 años, una excelente memoria y es una entusiasta recolectora de reliquias que se encarga de atender el Museo de Luis Beltrán que, merecidamente, lleva su nombre. GENEALOGÍA DE PIONEROS La historia comienza en 1902 con la llegada de Luis Burrel y Carlota Morgan, los abuelos de “Moni” Burrel-Ochoa, acompañando a los primeros colonos galeses. Decimos que el matrimonio acompañó a los galeses porque en realidad ambos eran ingleses, uno de Manchester y otro de Birmingham y el idioma galés lo aprendieron aquí junto a ellos, aunque en la zona todos lo recuerdan como un galés más. El matrimonio pionero de Luis Burrel y Carlota Morgan tuvo cuatro hijos: Carlota, Carlos, Milwin y Luis (padre de la memoriosa “Moni”), quien se casó con Faustina Ochoa y tuvieron cinco hijos (Carlota, Melba, Brenda, Arnaldo José e Irma, o sea “Moni”, nuestra relatora). Milwin, su tío, desposó a Priscila Jenkins, con quien tuvieron a su vez cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Este último, Williams, un señor muy alto, de más de dos metros, estuvo hasta su fallecimiento al frente del establecimiento que lleva el nombre de “El Ombú”, por poseer el único ejemplar de esta herbácea con forma de árbol en el Valle Medio del río Negro, plantado entre 1910 y 1912 (Fotos de arriba y abajo, el ombú plantado por la familia Burrel-Morgan y don Santiago a sus pies, para dar idea de sus magnitudes). “TIR PENTRE”, LUEGO LUIS BELTRÁN En 1902, con la llegada de los galeses al Valle Medio, la incipiente población se denominó “Tir Pentre”, que en galés quiere decir “tierra de aldea”. El 30 de noviembre de 1911 el nombre galés cambió definitivamente por el de Luis Beltrán, para evitar confusión con “Fray Luis Beltrán”, ya existente en Mendoza. Doña “Moni” cree que sus abuelos no vinieron en el primer viaje ya que su abuela trajo con ella un preciado piano, cosa que le parece que habría sido muy difícil de hacer en el primer viaje, aunque tampoco debe haber sido muy cómodo en el próximo, tanto para la profesora de piano como para el propio instrumento. Pero de lo que sí está segura es que lo hicieron casi juntos ya que al siguiente año (1903), el día que se "largó el agua" de la primera obra de riego realizada por los galeses, el discurso para la ocasión lo hizo don Luis Burrel y sus padres y tías le contaban que a la hora del té (que no era necesariamente a las "five o clock" sino con las últimas luces del día), todos muy pulcramente vestidos disfrutaban de la tan tradicional costumbre británica, acompañados indefectiblemente por las notas que su abuela Morgan extraía de dicho piano. No lo asegura con vehemencia pero cree recordar que su padre estuvo en los brazos de Julio A. Roca cuando éste estuvo con los galeses en Gaiman, organizando lo que luego sería el asentamiento galés en la zona de Luis Beltrán. “TOMERO” Y “HUESERO” Su padre fue al principio encargado de la estafeta de correo, luego se dedicó a la hacienda y por último fue tomero, o sea el encargado de distribuir en forma equitativa el agua de riego, que en la época veraniega era bien escasa. Cabe recordar que la toma de agua del canal de los galeses, primer sistema de riego de la isla de Choele Choel y del que aún hoy se pueden observar algunos tramos, estaba sobre el brazo sur de la isla, del lado “de adentro”, con lo cual la diferencia de altura no era tan importante y cuando el río bajaba en los meses de verano la toma casi se quedaba sin el preciado líquido. La manera que tenían para forzar la entrada del agua hacia el canal era haciendo unos ”espigones” con palos atados con alambres -llamados también “patas de gallo”- que taponaban el cauce y que invariablemente, con la próxima crecida inverno-primaveral, quedaban deshechos. El actual sistema de riego, que en algunos tramos coincide con el viejo trazado galés, toma el agua “por fuera” de la isla, logrando así una diferencia de nivel muy importante, dando agua a la casi totalidad de la isla con riego de tipo gravitacional. Don Luis (todos lo recuerdan como Lynn, acortamiento de su nombre en galés Slehuelynn) también era un muy famoso "huesero" que acomodaba huesos dislocados o tendones salidos de su lugar con una innata maestría y cuentan que acomodaba y "dejaba bien " hasta los huesos de fracturas expuestas...que no es poco decir.Tiempo después don Lynn fue a vivir a su granja "La Carlota", pegada al pueblo sobre la calle Sarmiento. Todavía existe la casa, donde vive la viuda de don Pepe Burrel (ver foto ). Todos los años recibía desde Buenos Aires bulbos y semillas para plantar y sembrar en los jardines de la granja, con canteros todos bordeados de piedras y ladrillos. Era muy pintoresco, a tal punto que en el lugar se organizaban bailes y lo rebautizaron "La Cucaracha" ... en su patio aún se ven añosos árboles (arriba, derecha, ciprés añoso) y también plantas "raras", de las cuales”Moni” tiene un registro aunque algunas han sucumbido a la motosierra. En una chacra vecina, que era de Benjamin Charles (hoy en parte pertenece a la familia Apcarián) se plantaba lino ...”era como una alfombra lila, preciosa, cuando el lino estaba en flor”, rememora “Moni” a “eH!”. FUERTE Y TOZUDO Cuenta nuestra relatora que le viene a la memoria que su padre le contaba que el ombú se helaba mucho y aún hoy lo sigue haciendo, aunque tozudamente vuelve a "largar" nuevas hojas primavera tras primavera sin dar el brazo a torcer. Sus ramas, bien torcidas por cierto, mantienen su enorme copa y parecen decirle a los que viven o visitan la Patagonia... “¡aquí también hay ombúes! ... Y yo soy una muestra”. Agradezco a Santiago Fernández Martín, de Luis Beltrán, por rescatar la memoria de quienes, como tantos otros, hicieron la historia de nuestra Patagonia Norte, cuyo testimonio más elocuente son estos añosos árboles, testimonios vivientes.
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