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Familia Fenoglio, entre la tradición y la innovación | ||
Contábamos el sábado pasado la historia del matrimonio que comenzó a elaborar los chocolates de Bariloche: Alfo Fenoglio e Inés Secco, italianos que decidieron migrar debido a la difícil situación de la posguerra europea. Él era pastelero en Torino (Italia) y tenía una confitería a la que un día fue a pedir trabajo Inés. Los jóvenes se casaron. Desde entonces estuvieron juntos y juntos fundaron, en 1947, la primera chocolatería de Bariloche. Cuenta Inés Secco: "En Febrero de 1947 llegamos a la Argentina con mi marido Aldo Fenoglio. Desde Buenos Aires nos trasladamos casi enseguida a Rosario; a las pocas semanas, a Mar del Plata y desde allí, a Mendoza, pero un amigo que conocía Bariloche nos ponderó su belleza y su parecido con el norte de Italia, que era nuestra tierra natal, y entonces decidimos trasladarnos a este lugar, que nos encantó". Bariloche era todavía una aldea de montaña. En 1947 tenía apenas 6.562 habitantes. Una población diversa, mayormente europea, se había asentado en el lugar y le otorgaba características muy peculiares. Cuando llegaron los Fenoglio hacía poco más de una década que las vías habían alcanzado el Nahuel Huapi, circunstancia que potenció la llegada de turistas. "Mi marido era un experto en pastelería y chocolatería -cuenta Inés Secco-, un rubro al que se había dedicado en Italia desde los 12 hasta los 34 años que tenía cuando nos casamos y decidimos partir hacia estas tierras. "En Bariloche instalamos la confitería Tronador, que además de pastelería y chocolatería fabricaba y expendía helados". Gracias a la calidad de sus productos, la empresa del matrimonio se consolidó rápidamente. Aunque no imaginaron que aquella casa de té tendría su gran despegue con los chocolates, así ocurrió a partir de la década del '60, cuando el chocolate de Bariloche se instaló como producto típico de este destino turístico, un producto que había nacido ligado a este matrimonio de inmigrantes. "Son muchísimas las anécdotas e historias que podría contar vinculadas con los personajes que de alguna manera estuvieron relacionados con la dilatada trayectoria de Fenoglio -relata Inés-, muchos de ellos vinculados con la política, las ciencias y las artes. "Recuerdo una relacionada con la gente que trabajaba en el proyecto de la isla Huemul en la década del '50. Richter y su equipo de ingenieros, que estaban en la isla que está frente al kilómetro 7 de la ruta al Llao Llao y que trabajaban para el desarrollo de la energía nuclear, fueron clientes de la confitería y así a mi marido se le ocurrió hacer el 'bombón atómico', que al final resultó la única bomba atómica fabricada en la Argentina. "El prestigio de nuestra chocolatería, basado en la calidad de los productos, hizo que pasaran por ella o recibieran nuestros envíos los presidentes Perón, Frondizi e Illia; actores como Ángel Magaña y músicos como Atahualpa Yupanqui y Narciso Yepes. "Después de haber sido presidente de Estados Unidos, Eisenhower vino más de una vez a jugar al golf a Bariloche en el Llao Llao y allí le llevábamos nuestros productos. Era tanto el chocolate que vendíamos en esos años, que me quedaba hasta las 2 de la mañana preparando las encomiendas con los productos que nuestros clientes compraban". El éxito del emprendimiento se mantuvo a través de los años pese a la temprana muerte del fundador, en 1970. Lo continuaron su esposa y sus hijos Diego, Laura y Bruno. Con sólo 20 años Diego asumió la mayor responsabilidad acompañado por su madre; luego sumó su esfuerzo su hermana Laura. Durante 25 años se mantuvieron unidos, hasta que en 1995 Diego vendió su parte a su familia y emprendió un camino con sus propios hijos: Leticia y Aldo. De la mano de la tradición y la experiencia nació Rapa Nui, que hoy renueva la magia de las más tradicionales chocolaterías de Bariloche. Hace unos pocos años comenzó el relevo generacional y la tercera generación de chocolateros Fenoglio asoma con fuerza y personalidad. Aldo Fenoglio (30) y su hermana Leticia (31) repiten recetas ancestrales al tiempo que innovan. "Aldo trabaja en la fábrica que está aquí mismo, debajo del local -cuenta Leticia-. Mucha gente piensa '¿Para qué tienen una fábrica debajo del local?', pero mi padre cuando creó Rapa Nui quería estar en la fábrica y el local al mismo tiempo, ya que de esa manera controla más el chocolate y une así la producción con la comercialización". La relación de estos jóvenes con el chocolate es total. Nació con ellos. Leticia y su hermano crecieron entre dulces. "De chicos ya jugábamos a las escondidas entre las bolsas de cacao del depósito de Fenoglio y nos levantábamos a las 4 de la mañana para ponernos a trabajar. ¡Imaginate, el sueño de todo niño! También participaban mis amigos. En la época de Pascuas todos querían trabajar en la fábrica con nosotros. Pero recién después, cuando mi padre creó Rapa Nui, comenzamos a trabajar profesionalmente, después de habernos ido a estudiar". De hecho, hubo una pausa vital que tras un período de búsqueda terminó devolviéndolos a Bariloche. "Hace 5 años que trabajo con mi papá -cuenta Leticia-. Después de estudiar, a los 18 años me fui a vivir a Boston, luego viajé mucho y viví siete años en España. En ese tiempo no estuve vinculada con el mundo del chocolate; era representante de marcas. Pero un día, estando en España, mi padre me llamó por teléfono y me dijo que estaba por crear Rapa Nui. Nos abrió las puertas a mi hermano y a mí. Nos dijo que si queríamos trabajar con él nos iba a enseñar todo lo que sabía. Yo me enganché enseguida. Mi hermano tardó un par de años más, pero al final estamos acá, juntos". Leticia estudió diseño gráfico y su hermano es analista de sistemas. Desde su formación -explica Leticia- cada uno aporta lo suyo. "En mi caso estoy muy metida en el diseño del local y de las cajas, y Aldo está en todo lo que es producto y lo que es administración. Nuestra familia es 100% italiana, tengo los cuatro abuelos italianos, y eso se nota en los diseños, muy europeos, donde predomina el art nouveau, que es muy europeo porque existe, por ejemplo, en Italia, en París o en Barcelona. Sin embargo, hay una continuidad en los diseños, que se fueron trasmitiendo a través de la familia. "Mi papá está en esto desde que nació. Cuando mi abuelo murió, mi padre tenía 19 años y tuvo que hacerse cargo de Fenoglio. Cuando mi abuelo tenía la confitería y la heladería mi padre ya estaba en ese ambiente. Guardo muchas anécdotas de ese tiempo... como la de mi abuelo, que hacía cantar a papá para que no se comiera las cerezas mientras estaban haciendo bombones (risas)". La nueva generación logra unir tradición con innovación, algo que a veces no resulta pero que en el caso de la familia Fenoglio se produce con total naturalidad. "Sí -asiente Leticia-, porque además es una actividad muy compleja y amplia: están la producción, la venta, el diseño... y te tiene que gustar el chocolate", para seguir recreándolo. "Mi papá no necesita ir al pasado; él es el pasado. Él no va para atrás para buscar recetas o ideas. Esta última semana sacó alrededor de siete productos nuevos que ya están a la venta. "Es muy lindo este transvase generacional, a pesar de que a veces hay discusiones, como en toda familia -aclara-. Igualmente somos la única familia, desde mis abuelos hasta nosotros, que sigue con la tradición del chocolate, aunque el nombre de la familia, por la forma en que se dieron los negocios, pertenece hoy a otra empresa. "Me chocó mucho cuando se vendió el nombre, porque es tu apellido; sin embargo acá, en Rapa Nui, queremos rescatar todo eso, toda esa tradición familiar. Por eso cuando mi padre le quiso poner a su chocolate un nombre que tuviera que ver con la familia, que fuera algo simbólico, le puso Rapa Nui, que es el nombre de la Isla de Pascua (que quiere decir "el ombligo del mundo", nos contó el gobernador de Rapa Nui) y con el que bautizaron la casa de mis abuelos, en la que se crió mi padre y en la que todavía vive". Los nietos de Inés Secco y Aldo Fenoglio de algún modo han vuelto al origen. En la tradicional esquina de Bariloche (ver fotos) hace poco más de un año abrieron una confitería. "Mi abuela, que tuvo confitería, nos desaconsejó que la abriésemos y hoy pienso que tal vez tenía razón, porque es como que está viva y tenés que dedicarte constantemente a ella. La pastelería la hacemos acá también". Y en esa cocina, situada en calle Mitre y Villegas, se vuelven a transmitir toda la historia y todos los sabores y saberes del oficio. "Mi abuelo hizo un libro y escribió algunas recetas, pero la transmisión es en base a la experiencia. Son horas que pasó mi padre con mi abuelo y nosotros con mi padre. Las recetas de las trufas, por ejemplo... hay que estar ahí, hay que verlo y además hacerlo: sólo así se aprende. Mis padres se conocieron en la confitería Tronador, es decir, él formaba parte de la producción del chocolate de mi abuelo; tenía todo el conocimiento de primera mano. "Sí -reflexiona Leticia-, acá hay mucha historia. Yo a mi abuelo no lo conocí, pero muchos clientes de ahora de la confitería lo conocieron y me cuentan anécdotas y mi abuela, cada vez que viene, también. Se sienta en el sillón de casa con sus nietos alrededor y comienza con las historias y nos sigue enseñando. Una vez en un hotel conocí a una pareja de italianos y él había conocido en Turín la confitería de mi abuelo, la Pasticheria il Sestriere... 'No volví a tomar buen chocolate desde que tu abuelo dejó Italia', me dijo el hombre. ¡Yo no lo podía creer! "Y la historia siempre se vuelve a presentar en mi familia. Mi abuela viene acá, a Rapa Nui, prueba un scon y nos dice 'A éste ponele más de esto o un poco más de lo otro', ¡y cuando hay algo que no le gusta seguro que te lo hace saber!, ella tiene mucho carácter. "Creo que es un buen momento, lo veo; veo que estamos vendiendo más porque, aparte de la tradición, seguimos innovando como mi abuelo", concluye Leticia, que sabe que ése es el secreto. Como lo es también este legado amoroso: "Todavía recuerdo, en mi niñez, que cuando mi padre volvía a casa yo salía corriendo por un pasillo largo y antes de abrazarlo podía sentir primero el olor a chocolate que lo envolvía". Luca (hijo de Aldo), Aldo, Laura (hija de Aldo e Inés), Leticia (hija de Diego) y Uma Fenoglio (hija de Aldo); Inés Secco de Fenoglio (fundadora, junto con Aldo, de la chocolatería Fenoglio) y Diego Fenoglio (hijo de los fundadores y padre de Aldo y Leticia). Foto tomada por Hans Schulz el 14 de enero último
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