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Un impacto tan fuerte como inevitable
La extrema sequía genera un panorama desolador.

Sobre el que alguna vez fuera un extenso sembrado de trigo se apilan las osamentas de medio millar de vacas que no logró sobrevivir a la sequía. El sol abrasador del verano y la tierra que se esparce como talco por el viento que sopla en todas direcciones han convertido la estancia en un desierto.

"Mientras uno tiene algo disponible para el año siguiente es fácil continuar en el campo. Pero en la situación en la que estamos ahora, donde no hubo cosecha, no hay alternativa. Tratamos de salvar a los animales, que es lo único que nos queda", dijo a AP Hilda Schneider, productora agropecuaria de Stroeder, una localidad 900 kilómetros al sur de Buenos Aires cuyos 2.000 habitantes viven de lo que produce la tierra.

Según Liliana Núñez, jefa del departamento de Agrometeorología del Servicio Meteorológico Nacional, desde 1971 no se registraba un promedio de precipitaciones tan bajo en todo el territorio nacional. El fenómeno también afecta a los estados del sur de Brasil, Paraguay y Uruguay. En Stroeder es la mayor sequía desde la década del '30. Con 5.000 hectáreas de tierras cultivables, Elbio Madarieta es uno de los mayores productores de la zona. Pero su otrora fértil finca es ahora una planicie árida. Recorriendo en camioneta su estancia, lo único que puede verse sobre el suelo arenoso son los restos de las 900 vacas que perdió en el 2008 -el 25% de su hacienda-. El ingeniero agrónomo de 56 años estima que le tomará cinco años recuperar el suelo, siempre que el régimen pluvial se normalice. Mientras tanto, tendrá que vender las vacas que logre mantener con vida a fuerza de cientos de toneladas de alimento, una inversión que tal vez no se compense con el precio de venta de cada ejemplar. Las vacas mal alimentadas tienen un bajo índice de preñez. En unos cuantos meses casi no habrá terneros en su campo.

Argentina es uno de los mayores proveedores mundiales de soja, maíz, trigo y carne vacuna. Y la sequía tendrá un impacto económico tan fuerte como inevitable. De acuerdo con las últimas estimaciones de la Secretaría de Agricultura, durante la campaña 2008/2009 la cosecha de trigo caerá un 44% y la de maíz, un 27%. La de soja, en tanto, subirá un 7% luego de crecer un 10% anual en promedio desde el 2003. La caída en el rendimiento de las cosechas, sumada a la baja en el precio internacional de las materias primas, paralizará las economías regionales que se sostienen en la explotación agropecuaria y reducirá sensiblemente los ingresos del fisco en un año con abultados vencimientos de deuda y una elección legislativa que el gobierno de Cristina Fernández necesita ganar para afianzar su poder.

Milagros Gismondi, analista de la consultora Orlando Ferreres y Asociados, estimó que durante la próxima campaña el sector agropecuario tendrá pérdidas por unos 5.000 millones de dólares. El Estado, por su parte, perderá al menos 4.300 millones de dólares en ingresos por exportaciones e impuestos al sector.

"La producción mundial de alimentos está hoy más interconectada que nunca y con la población (demanda) actual aún más frágil es ante cada interrupción. Menores cosechas que no sean rápidamente regeneradas o sustituidas por las de otras regiones del mundo podrían desembocar en problemas sociales y políticos que agraven aún más la recesión, la pobreza, el hambre y la distribución de comida", dijo a AP Denise Mc Williams, especialista para Sudamérica del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

Para contrarrestar la caída en el precio y volumen, el gobierno redujo recientemente los gravámenes a la exportación de trigo, maíz, frutas y vegetales; suspendió por seis meses el peso mínimo requerido para la faena de animales para que los productores puedan vender sus vacas antes de que mueran de hambre y desembolsó 230 millones de pesos (unos 66 millones de dólares) de ayuda entre los pequeños productores más perjudicados por la sequía. Cada productor de Stroeder que reúna los requisitos para obtener el subsidio recibirá unos 15.000 pesos (4.300 dólares). Con una cosecha magra y una campaña que se anticipa paupérrima, la ayuda oficial no alcanzará ni para pagar el combustible que emplean tractores y cosechadoras. Si es que queda algo por cosechar.

(AP)



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