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¿Hay vida después de Steve Jobs?
El fundador de Apple es el alma de la empresa y uno de sus principales cuadros creativos. A muchos les cuesta imaginar la compañía sosteniendo el vigor que demuestra habitualmente con Jobs en el retiro.

He aquí una frase que un accionista de Apple no quiere escuchar por estos días: Steve Jobs es el alma de la empresa. Porque indefectiblemente nos lleva a la incómoda conclusión de que Jobs es Apple. Y Jobs tiene cáncer. Otra vez.

En sus primeros 10 años de existencia, Apple funcionó como lo que debía ser: una prolongación de la afiebrada mente de Jobs. Esto más allá de la participación histórica de Steve Wozniak, quien luego de haber hecho su aporte no tardó en desaparecer del centro de la escena. Fue en ese período en el que surgieron las bases de lo que más tarde sería un enorme y original proyecto empresarial: llevar a la computadora a la categoría de una heladera. O de un teléfono. O todo junto.

La historia es conocida, Jobs introdujo la iconografía, la tipografía y el diseño al incipiente negocio de las computadoras, por entonces enormes mamotretos sólo accesibles a los ingenieros y demás especialistas del rubro.

Después de la proyección vino la retracción. Fue entonces cuando el nombre de Steve Jobs comenzó por primera vez a desentonar en la estructura del gigante. Justamente la persona que Jobs había contratado para ampliar el campo de desarrollo de Apple, Jon Sculley, se transformó en su principal oponente. Muy atrás había quedado en la memoria de ambos aquella frase con que el fundador de Apple convenció a Sculley de dejar Pepsi por una empresa aún en crecimiento: "¿Usted quiere seguir vendiendo toda su vida agua con azúcar o prefiere cambiar el mundo?" Sculley optó por lo segundo, sin saber que -¡oh paradojas de la vida!- estaba destinado a sacar del juego a Jobs.

A lo largo de esa década sin Jobs, Apple transcurrió por algunos de sus momentos más difíciles. Por un lado no supo resolver el haber perdido la exclusividad de la producción de computadoras con interfaz gráfica y, por otro, cuando tuvo la chance de transformarse en un gran proveedor del mercado -como lo es Microsoft o lo fue IBM- declinó y terminó pagando el precio de su soberbia. En algún sentido, la figura de este joven eterno, vestido con jeans y pulóver negro, delgado y de mirada hipnótica, resulta una pieza imposible de reemplazar. En Apple, todos los caminos nacen y conducen a su oficina. Algo que, obviamente, no ocurre con Bill Gates y Microsoft.

El regreso de Jobs a Apple no sólo vino a solucionar un serio problema técnico de renovación de los equipos producidos en serie por la empresa, que empezaban a perder vigor dentro de un mercado en constante cambio, sino también a reestructurar la manera en que la compañía se veía a sí misma. Jobs volvió para limpiar la mesa de trabajo y actuar con una osadía que nadie había observado en años.

En el exilio, Jobs había creado Next y, más importante aún, Pixar, el estudio que hizo punta en materia de cine de animación. Con él desembarcaron las ideas, y ahora que se ha tomado una larga licencia por salud, todos temen que las ideas se hayan ido por la misma puerta por la que hace unos días salió. No es un miedo sin fundamentos. Desde su resurrección, Apple introdujo el Imac y la serie G3 y G4 de nuevas computadoras, el iPod, uno de los objetos más vendidos de la historia, y el iPhone. E iba por más.

A pesar de la crisis internacional, y aun con los rumores acerca de su mala salud, Apple ha venido saliendo adelante. Apenas un ejemplo: en el último trimestre del 2008 se vendieron 22,7 millones de iPods. Mientras que Apple Inc. logró un aumento de un 2% en sus ingresos, derrotando las expectativas de Wall Street y consiguiendo un incremento de 7,87 dólares, un 9,5%, en sus acciones, que se cotizaban a 90,70 dólares, según se informó a mediados de esta semana. Desde que su fundador presentó la primera Mac, un 24 de enero de 1984, se han vendido más de 80 millones de Macintosh.

Hace apenas unas horas Tim Cook, el encargado de las operaciones de la empresa durante la ausencia de Jobs, y que el propio Jobs llamó en su momento acaso previendo esta situación, trató de calmar los ánimos: "Los valores de nuestra compañía están muy bien afianzados. Creemos que estamos en la tierra para hacer grandes productos, y eso no ha cambiado". La manera en que la empresa manejó la información acerca de la salud de Jobs -primero asegurando que se trataba de una deficiencia hormonal y luego confirmando un problema mucho más grave y el retiro de su líder hasta nuevo aviso- está siendo examinada por reguladores federales, debido a las oscilaciones que esto provocó en el valor de la acción en la Bolsa. Un hecho en parte burocrático que no hace más que subrayar el enorme vacío que ha dejado su ausencia.

 

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar



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