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Los Fenoglio, pioneros del chocolate de Bariloche
Aldo Fenoglio, inmigrante italiano, el primero en elaborar esta exquisitez en Bariloche en 1947.Su esposa Inés Secco y sus hijos continuaron con el exitoso emprendimiento familiar a partir de 1970. Diego, uno de sus descendientes, fundó su propia empresa del ramo, Rapa Nui, y trabaja con sus hijos.
No es exagerado afirmar que el chocolate es parte de la identidad de Bariloche. Cuando esta localidad consolidó su perfil turístico, llegó este producto, el fruto del árbol del cacao, transformado por los siglos y por el enjambre de culturas que siguió a su descubrimiento.

El cacaotal o cacaotero -cuenta la leyenda- fue robado por el dios del viento al hijo del Sol para salvar a su pueblo azteca del hambre. El nombre científico del árbol es theobroma cacao y su traducción "alimento de los dioses".

Hace más de dos mil años que los aztecas descubrieron el valor de las semillas de este árbol. Elaboraban con ellas una bebida espumosa que mezclaban con miel, pimienta y esencias típicas de Mesoamérica. También las usaban como moneda de cambio.

Fue Hernán Cortés a quien los aztecas, creyéndolo una deidad, le revelaron los secretos de esta bebida, que aquella civilización usaba como vigorizante en las luchas y en los lechos.

Los españoles, en consecuencia, fueron los responsables de introducir el cacao a Europa y los primeros en añadirle azúcar.

El chocolate fue tomando forma lentamente. Se usó como bebida primero y luego en forma sólida a partir de la pasta de cacao, el corazón de la semilla.

Pasaron algunos siglos de experimentos hasta que el tiempo de la Revolución Industrial lo devolvió a América en la forma en que lo conocemos.

La Argentina lo adoptó tempranamente cuando era colonia y desde sus orígenes importó la materia prima del chocolate fundamentalmente desde Brasil.

La historia de esta exquisitez de Bariloche es más reciente. Fue Aldo Fenoglio quien comenzó a industrializarlo en la Patagonia en 1947.

Desde entonces, este pionero multiplicó formas y recetas al infinito y, a partir de su enseñanza, las chocolaterías sureñas se expandieron y perfeccionaron.

El "Rural" de hoy y el del sábado próximo contarán la historia de la familia Fenoglio y la de su chocolatería emblemática. Esta empresa cuenta no sólo un fragmento de la historia local, sino que recorre los vaivenes de esta industria en la Argentina.

 

De Italia a Bariloche

Aldo Fenoglio y su mujer, Inés Secco, vivían en Torino (Turín). Allí se habían conocido. Inés era del Veneto, pero había decidido ir allí donde Aldo Fenoglio tenía una

confitería.

"Ella le fue a pedir trabajo. Mi padre le dijo: 'No, estamos cubiertos'. Pero cuando la vio irse la llamó y le dijo: '¡Ragazzina, ragazzina!, a ver, ¡espere!, vamos a pensar algo para usted...'. Si se hubiera ido, nunca se habrían casado y la historia hubiera sido muy distinta", cuenta el hijo de ambos, Diego, quien reconstruye la historia de sus padres.

La decisión de emigrar estuvo claramente vinculada con el permanente estado bélico en que vivía Europa. Fenoglio era repostero y chocolatero, de modo que llegó con un oficio y un saber que le permitió no sólo cumplir el sueño del inmigrante, sino superarlo ampliamente.

Cuenta su hijo Diego: "Mi padre llegó a los 35 años. Estaba cansado de los tiempos de la guerra. No conocían Bariloche pero les habían comentado que era muy lindo. Primero fueron a Rosario pero no les gustó, luego a Mendoza que tampoco les gustó y cuando llegaron acá a mi padre le encantó porque, seguramente, lo encontró similar al norte de Italia. A mi madre no le gustó tanto, pero se quedaron trabajando.

"Abrieron una confitería. Cuando comenzó no pensó en que tendría un horizonte chocolatero y le puso el nombre de "Tronador".

Era una casa de té que con el tiempo comenzó a ofrecer chocolates. Como la iniciativa tuvo tanto éxito, hubo cambio de planes.

"A partir del comienzo de la década del 60 se inició el boom. La gente ya venía a Bariloche sabiendo que acá había chocolate. Los turistas sentían como una obligación de llevar chocolate de regreso a casa. Primero fue el 'Tronador' y en los años 60 comenzó a ser 'Fenoglio'. Después mi padre hizo el 'Panforte Fenoglio' y entonces a partir de que un 'vivillo' de acá quiso registrar el nombre 'Fenoglio', mi padre lo patentó tras defenderse ante un juez, esto fue a mediados del '60".

El matrimonio trabajó duro hasta consolidar su producto y su marca. Con la empresa llegaron los hijos: Diego, Laura y Bruno.

Desde Italia también emigró un hermano de Inés Secco, luego fundadores de la chocolatería Del Turista.

De la confitería "Tronador" nacen los primeros recuerdos de Diego: "Mis padres empezaron en 1947 en San Martín 66, en donde tenían una confitería"Tronador", a la que le fueron agregando algunos chocolates que había aprendido a elaborar en Torino. Él era de allí, en donde elaboran mucho chocolate y fue en esa época que la gente empezó a comprarlo y vio que éste tenía tanto éxito como la repostería y agrandó cada vez más el surtido de chocolates. Después de algunos años se trasladaron a la esquina de Mitre y Villegas y elaboraban el chocolate en Mitre 252, donde está la galería Jardín (Fenoglio)". En la calle San Martín fabricaron sus productos entre 1948 y 1950 y se trasladaron al nuevo local en los '60.

Los diez años siguientes fueron de progreso y consolidación de la empresa. Bariloche, con el impulso del turismo social, se había convertido en uno de los principales lugares a visitar tanto nacionales e internacionales.

"Mi padre era muy creativo, un pastelero y chocolatero de alma y le gustaba elaborar, probar, sacar productos y eso es fundamental, que te apasione algo y así fue como elaboró el 'Panforte', inventó los 'Besos de Bariloche', un bomboncito, y también el 'chocofrut' que venía con el gusto italiano digamos, pero al argentino no le gustaba mucho la fruta y esas cosas y entonces fue cambiando y

ensayó el chocolate con leche con almendras y otros ingredientes, y así pudo detectar lo que le agradaba a la gente. El argentino comía chocolates muy dulces".

El trabajo fue intenso, el éxito inesperado, y la obsesión de su fundador por la excelencia de su producto fue tal que postergó su salud ."Mi padre tenía un problema de corazón y necesitaba un marcapasos, pero se dejó estar y pasó el tiempo y finalmente falleció de un paro cardíaco en 1970. Yo estaba estudiando Ciencias Económicas y tuve que volver a hacerme cargo de la empresa. Tenía 20 años. Mi madre, unos años después, se fue a vivir a Buenos Aires. Con el tiempo se acopló también Laura, mi hermana y mi hermano Bruno, quien era muy bohemio. Falleció a mediados de 1980 y continuamos nosotros".

Diego Fenoglio tiene hoy 58 años y su propia empresa: la confitería y chocolatería "Rapa Nui", situada en una de las esquinas más importantes de Bariloche, antigua sede de la confitería "Italia" y luego "Tronador".

Antes de que iniciara un camino personal, acompañado por sus hijos, comandó la empresa de sus padres hasta 1990. "Luego siguió al frente mi hermana Laura hasta que, finalmente, en 1995 les vendí mi parte a ella y a mi madre y me fui de la empresa para inaugurar junto con mis hijos, Leticia y Aldo, "Rapa Nui".

Diego cuenta que bautizó a su empresa "Rapa Nui" porque así se llamaba la casa familiar en el kilómetro 6 de la ruta al Llao Llao.

La fábrica de Diego Fenoglio está debajo del local y confitería, en la que se lo suele ver trabajando. "Es muy cómodo porque elaborás en el mismo lugar donde vendés. Hace 3 ó 4 años compré este local acá y abrí esta confitería junto a la chocolatería. Puedo decir que seguimos la tradición de la antigua confitería Italia que compró mi padre para inaugurar en el mismo lugar la confitería Tronador".

Aún así, conservando recetas familiares, el tiempo impuso algunos cambios en la elaboración. "Hace un tiempo se está acostumbrando el paladar a un gusto más internacional", explica Diego. "Yo tengo ahora chocolates con el 60, 70 y el 80% de cacao, que significa un 30 y un 20% de azúcar, cuando el argentino llegaba a comer con un 50% de azúcar".

En Bariloche actualmente hay sólo tres fábricas que producen la materia prima: "Fenoglio, El Turista y Rapa Nui. El resto compra chocolate Nestlé, Suchard, lo derrite y lo vuelve a usar con la marca de ellos", cuenta Diego.

"Rapa Nui" tiene cerca de 60 empleados, no cuenta con otros locales, ni franquicias y tampoco exporta. "Mi chocolate no es para exportarlo -explica Diego- es muy delicado, tiene muchos ingredientes como manteca, crema, licores que son muy delicados y que no duran más de 20/25 días. Fenoglio hace otro tipo de chocolate. Acá ahora están mis hijos que están tomando el control de la elaboración en la fábrica".

Este empresario, que hace casi 40 años que está al frente del emprendimiento familiar, piensa en el traspaso generacional. "En realidad me quiero retirar porque me gusta hacer otras cosas. Son otras etapas. Estuve muchos años en la actividad, desde los 20 años, es decir 38 años, desde que murió mi padre".

Su hermana Laura continuó con Fenoglio hasta su venta a un grupo de inversores. Pero éste es otro capítulo de la historia. A fines de los '90 la crisis que se expandía en el país golpeó a varias empresas de la ciudad, entre ellas Fenoglio, que entró en convocatoria.

Cuenta Tito Ganim, gerente de Fenoglio desde hace 14 años, que la transición llevó su tiempo. "Hace algunos años se empezó a hacer la cobertura de los alfajores Havanna acá, entonces consideraron utilizar la planta. Al principio se asociaron con Laura Fenoglio y terminaron comprándole todo, la planta y el nombre comercial. En la actualidad se fabrican todos los chocolates para los más de 200 locales, franquicias en todo el país, más lo que se exporta a países como Chile y Brasil".

Explica Ganim que desde que la empresa cambió de manos trabaja 24 horas "con una producción más que importante, entre los que cuentan los alfajores y productos Havanna. No creo que haya otra fábrica como ésta en Bariloche, señala. Hoy la planta tiene más de 110 empleados, más los temporarios que vienen para trabajar en Pascua, por ejemplo...".

"La gente nueva tiene un empuje increíble con muchas perspectivas de seguir invirtiendo y poner los pies en Bariloche, ya que esto es único en Sudamérica. Las perspectivas son excelentes, descontando la crisis internacional".

Las industrias de Bariloche son relativamente nuevas y muchos de sus habitantes pueden recordar sus comienzos y la vida cotidiana de las familias que las fundaron. La familia Fenoglio con su confitería Tronador, su chocolatería y su chalet del kilómetro 6, sobre la ruta al Llao Llao, forma parte de nuestras vivencias de infancia y juventud. Inés Secco vive hoy en Buenos Aires. En Bariloche están sus hijos, nietos y bisnietos, todos ellos relacionados todavía con la industria familiar. Son ellos quienes hoy escriben la historia.

El próximo sábado, Inés Secco contará al "Rural" sobre los inicios de la industria en Bariloche, de la cual ella y su marido son indiscutibles pioneros.

 

 

 

Hans Schulz

juanschulz@yahoo.com

y Susana Yappert

sy@fruticulturasur.co

 



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