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Nada tan humano como un superhéroe
Ha sobrevivido a numerosos altibajos a lo largo del tiempo. El cómic aún está entre nosotros y goza de excelente salud. A través de relatos de misterio o policiales y de las típicas aventuras de superhéroes, la historieta se mantiene vigente. Aquí, el desarrollo de su historia en Latinoamérica, una visión acerca de los nuevos y muy mortales superhéroes y el perfil de los escritores que se han destacado en este género.

MADRID (DPA).- En su larga trayectoria, el cómic ha desplegado una desbordante pluralidad temática y estética narrando historias de lo más dispares. Pero si hay un elemento común en esta disciplina es la presencia del héroe, ya sea en su versión más clásica, oscura, reinventada, actualizada o quizá anulada, reflejada entonces en la figura del antihéroe.

En nada se parecen el Capitán América de plena Segunda Guerra Mundial y el oscuro Batman de hoy en día, pero ni siquiera el hombre murciélago que protagoniza cómics y películas en pleno siglo XXI tiene mucho que ver con el aparecido en los años '40.

"El héroe de nuestro tiempo homenajea los de los orígenes del cómic desde una perspectiva actual, reflejando la sociedad en la que vivimos, con personajes o características que a nadie se le habría ocurrido introducir hace 20 años", cuenta el periodista especializado en cultura underground José Luis García. Eso es precisamente lo que intentan hacer las dos editoriales estadounidenses más importantes del género, Marvel y DC: renovar a sus personajes del pasado continuando una estela de humanidad iniciada hace unas décadas.

Es el caso de un moderno Batman que pasea a un "batperro" y tiene un hijo problemático a imagen del antihéroe o de unos actualizados Spiderman, Capitán América u Hombre de Hierro, entre otros, que se ven envueltos en una guerra civil entre defensores y detractores de la creación de un registro donde se desvelen las identidades secretas de los superhéroes, en un reflejo de la época de psicosis colectiva tras el 11-S y de la dicotomía libertad-seguridad que azota el mundo desde entonces.

Pero hasta llegar a este punto la figura del héroe ha recorrido una larga trayectoria, siempre marcada por la época en la que le tocó "vivir" -no en vano se llama "héroe" al personaje que encarna los valores dominantes del momento y lugar- y nunca de forma inocente, sirviendo a menudo a objetivos ideológicos y políticos.

Las postrimerías del siglo XIX fueron testigos de tímidos intentos de aparición de un héroe, pero no fue hasta principios del siglo siguiente en Estados Unidos que nacieron los primeros adalides detectivescos y policíacos con una clara función: la lucha contra el crimen.

"El primer superhéroe podría ser 'The Phantom', un justiciero enmascarado por encima de la ley que nace en las primeras décadas del siglo pasado para combatir el crimen", considera Rubén Briones, periodista y experto del mundo del cómic.

Los héroes de principios de siglo como Flash Gordon, de Alex Raymond, son personajes que ensalzan las virtudes del hombre de la época, como la fortaleza, la sensatez, la ayuda a los débiles y el ingenio, y que, en principio sin superpoderes, se dedican a la lucha contra el mal.

"Pero nada había de inocente en estos personajes, donde se escondía también un componente propagandístico: la glorificación del héroe para diferenciarlo del contrario", considera García.

"El primer héroe realmente famoso es Superman, que nace en 1938 en la revista 'Action Comic' como un superhéroe con poderes, con un traje específico, como un ser perfecto que representa el bien absoluto con los colores de una patria que no pasan desapercibidos", explica Briones. El caso más significativo de exaltación patriótica es el de Capitán América, un supersoldado de la Segunda Guerra Mundial que nunca envejece y cuyo objetivo vital es la lucha contra los nazis.

Pero el personaje plano y político de entonces da un giro al finalizar la guerra en las décadas del '50 y del '60. "Stan Lee marca un antes y un después a partir de entonces creando superhéroes como la Patrulla X, Hulk (La Masa), Spiderman o Los 4 Fantásticos para la editorial Marvel, personajes con un pasado y una historia detrás más integrados en la sociedad: tienen vida, familia y problemas e incluso a veces se sienten socialmente discriminados, como les ocurre a los mutantes".

Spiderman, por ejemplo, tiene una sombra en su pasado: es responsable de la muerte de su tío. "Son personajes atormentados, más humanos", cuenta Briones. Su aparición coincide con un momento más tranquilo de posguerra en el que se busca más la evasión que la propaganda.

Con una década de transición en los años '70 -en la que toma fuerza el reflejo de apertura social respecto de las minorías homosexuales o raciales con la aparición de héroes más críticos y progresistas, así como partícipes de esa realidad (Malcom X, Flecha Verde y Linterna Verde o Speedy)- esa tendencia se agudizará hasta sus extremos en las décadas del '80 y el '90, cuando el héroe da un cambio muy fuerte y se convierte en un ser "mucho más oscuro, crítico, adulto y sujeto a la novela gráfica en lo formal", explica García.

"Los héroes se desmarcan de la censura y aparece el personaje gay, que sufre incluso enfermedades a imagen del sida (el virus legado que afecta a los mutantes), se enamoran y se casan -algo que antes impedía la ley de la censura del cómic estadounidense para evitar, entre otras, actitudes eróticas u homosexuales- y son también más oscuros y complejos: buenos que se vuelven malos, como Dos Caras en Batman o Magneto en La Patrulla X", explica Briones. El héroe ya no se sitúa al margen sino que se integra en la sociedad, pero también sufre la discriminación.

La aparición de nuevos autores en los años '90, más críticos, como Alan Moore ("Watchmen", "V de Vendetta") o Frank Miller ("300"), propician la aparición de personajes más oscuros y violentos, ya sean nuevos, como Spawn, o revisiones de personajes clásicos. Es el caso de "El Caballero Oscuro", una reinvención de Batman, esta vez más sombrío, adulto, realista, despojado de sus elementos más extravagantes e inverosímiles.

"El héroe de los '90 es hiperviolento, oscuro, muy musculoso, casi halterófilo, sin muchas lecturas más allá de la violencia por la violencia; dicho de forma simplista, basado en tetas y armas", explica García. De admirar al héroe se pasa incluso a temerle, apunta Briones.

En la actualidad las propuestas que ofrece el cómic son tan variadas, que es difícil definir movimientos y apuntar tendencias. "Hay de todo y para todos los gustos", considera Eloy Rubio, dueño de Madrid Cómics, una de las tiendas más emblemáticas del centro de la capital española.

La reinvención de los héroes clásicos interactúa con la figura del antihéroe, un protagonista de la vida cotidiana que no necesita pelear contra nadie, un "pasota" (indiferente) como el protagonista de "Odio" o, sin ir más lejos, como el crítico personaje de Mafalda, apunta García.

La búsqueda de los mejores talentos en distintas artes y en distintas partes del mundo para apoyar el desarrollo del cómic ha provocado también una enorme interacción con el mundo televisivo o cinematográfico: los héroes pasan a la pequeña o gran pantalla pero también a la inversa, series o películas de éxito se transforman en cómics (Héroes o CSI).

Lo que no cambia es la utilización, más explícita o tácita, del héroe como reflejo de ciertos valores y en ocasiones como acusador del "enemigo político de turno", en la dicotomía de la lucha del bien, que él representa, contra el mal, un personaje cambiante: si en la Segunda Guerra Mundial era el nazi y en la posguerra el comunista, en el cómic actual no son pocas las referencias a países árabes imaginarios para señalar al islamista.

En cualquier caso, la victoria del bien ya no está garantizada: ahora los héroes también pierden, e incluso mueren.

 

Raquel Miguel



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