s como para decir ¡sorpresas nos da la vida! Escondido en el casco central de una hermosa chacra en las cercanías de Ingeniero Huergo descubrimos un inmenso ombú ... remedando una frase que se puso de moda después de hechos internacionales trágicos, podría decir “la madre de todos los ombúes”. El “descubrimiento” fue el resultado de la invitación de Luis Frassón, quien lo plantó de semilla hace ya más de 50 años. Es notable que en el Valle de Río Negro, en pleno auge de nuestra fruticultura valletana, alguien se haya tomado el trabajo y la dedicación para hacer germinar y crecer una especie que aquí está en su límite más austral... francamente no creo que haya un caso similar. Menudo trabajo le debe haber costado protegerlo de las heladas, a las cuales es sensible cuando joven, para lo que lo ayudó el hecho de que estaba rodeado de otros árboles de hoja perenne que de algún modo le dieron protección. Como su madera es pura agua (ver recuadro descriptivo), los riegos le deben haber insumido muchas horas hasta que sus raíces pudieron independizarlo, ya que la chacra no se encuentra muy lejos de un brazo del río Negro. Actualmente debe tener una altura de 20 ó 25 metros (foto 1) y la base de su tronco una circunferencia, medida a pasos, de aproximadamente 18 metros... estimo que hacen falta más de cuatro personas para abrazarlo en su parte más fina (foto 3). Según los relatos de Frassón, su chacra era parte de la estancia del general Zorrilla, quien tenía gran cantidad de ovejas, pues cuando él se instaló allí en el año 1943, en la chacra aledaña aún existían los corrales de estos lanares. El casco de la estancia de Zorrilla estaba formado por una serie de chalés con amplias galerías, como era estilo en aquellas épocas. Además por allí pasaba el Salado, un gran arroyo que aún hoy corre por Villa Regina. Según los testimonios que Frassón ha podido rescatar de antiguos pobladores de dicha zona, aparentemente sobre el Salado cruzaba un puente que era utilizado para acarrear piedras desde el río, para construir los terraplenes del ferrocarrril. El trasporte se hacía -según esos testimonios- con un pequeño trencito a vapor, que se abastecía de agua por medio de bombas que la elevaban hacia un gran tanque que todavía está en pie. Ahondando en lo que ya es una leyenda en la región, se hace referencia a Bairoletto. Este personaje, de quien el relato oral oscila entre una suerte de benefactor de los pobres a desalmado delincuente, con su banda habría buscado refugio en más de una oportunidad en dicho tanque de agua ya vacío ... ellos se ocultaban dentro del tanque y allí dormían, mientras la caballada se camuflaba entre los tamariscos que lo rodeaban. Cuando don Luis y su esposa compraron la chacra y edificaron su coqueta vivienda no había nada, sólo un parral de Malvasía Blanca que seguramente plantaron los empleados de Zorrilla o del ferrocarril para tener sombra y que ahora ya tiene más de cien años (foto 4). La chacra en sí estaba emparejada pero era todo yuyos y el matrimonio veía pasar diariamente un barquito por el río. Todos los árboles fueron plantados por ellos y muchos todavía están en pie, como lo atestigua el hermoso pino que podemos ver en esta nota (foto 2). Algún día seguramente esa chacra cambiará de dueño y sólo es de esperar que -cuando eso suceda- se tenga la suficiente sensibilidad y respeto por la historia para no talar esos fieles testimonios de quienes, con su esfuerzo cotidiano, pusieron el sello a nuestra región. Será justicia. RELATO DE FOGONES Con referencia al ombú, me viene a la memoria mi época de estudiante en la Escuela Nacional de Agricultura (ENA) de Casilda, Santa Fe, años 1960-61. Era una excelente escuela de internado, con cuatro años de estudios secundarios, de donde egresábamos con el título de agrotécnico, con instrucción teórica por la mañana y trabajos prácticos de campo por la tarde. Actualmente allí funciona la facultad de Veterinaria, dependiente de la Universidad de Rosario. Por supuesto y como no podía ser de otra manera, en los ratos libres, sábados por la tarde y domingos, hacíamos de las nuestras. Los dos únicos vicios que teníamos eran tomar mate y fumar ... a escondidas, por supuesto. Para ello hacíamos ramadas en el amplio parque arbolado, en donde nos juntábamos por grupos afines a tomar mate. Para fumar lo hacíamos tanto en superficie como en forma subterránea, ya que debajo de la inocente ramada habíamos cavado cuevas, donde nos sentíamos más seguros de las miradas de los celadores. La anécdota del ombú es algo “pesada”. Como es habitual cuando se forman grupos afines, no se deseaba la presencia de “infiltrados” ... hábilmente nos ingeniábamos para convidarles con unos mates ... a los que les agregábamos unas pocas hojitas secas de ombú. La alegría inicial por el convite pronto se trasformaba en pesadilla ... el rostro del desdichado pasaba del “tostado campero”, al marrón pálido y luego al amarillo, acto seguido se tomaba la barriga y salía como “escupida e’músico” en dirección al baño más cercano. El efecto purgante era infalible ... y desde entonces le desconfío al mate “como gallo tuerto”. Fe de erratas En mi respuesta a la carta de un lector sobre riego por aspersión de su jardín, dije que 70 litros de agua por metro cuadrado equivalían a 7 milímetros de lluvia. En realidad, la relación es 1:1, o sea que 1 milímetro de lluvia equivale a 1 litro por metro cuadrado y 70 litros a 70 milímetros. Espero que el amigo lector no se haya ahogado. Sólo a mí se me puede ocurrir hablar de agua después del abuso etílico de fin de año. No se imaginan cuántos aprovecharon para tomarme el pelo.
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