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Dos momentos en la vida del pionero Juan Platte

Llegó desde Alemania a la Argentina en 1880 y en 1895 adquirió dos estancias en el Chubut. Él y su socio fueron parte de la transformación que siguió a la Patagonia luego de la conquista. El pionero prosperó a lo largo de 60 años y decidió no presenciar la bancarrota de su hijo menor.

Relatábamos en la nota del sábado pasado la llegada de Juan Platte a la Patagonia. La biografía de este pionero alemán fue reconstruida por su nieto Joaquín E. Hardt en un texto titulado "Con los ojos de mi abuelo" ("Mit den Augen meines Grossvaters"), semblanza publicada en idioma alemán en Bariloche.

Allí repasa con precisión los años en que su abuelo materno vivió en Argentina, fundó empresas y desarrolló dos importantes estancias en el oeste del Territorio del Chubut a partir de fines del siglo XIX: "Nueva Lübecka" y "La Emma".

Platte había llegado a la Argentina en 1880. Tenía 21 años. Luego de una temporada de trabajo como empleado en una compañía, fundó con un amigo la empresa Sager & Platte, que se dedicó a la comercialización de artículos de ferretería en momentos del advenimiento del alambrado en Europa. Platte, visionario, viajó al Viejo Continente y compró alambre, postes de hierro y varillas y su empresa se convirtió en una de las primeras en vender estos insumos a las estancias.

Durante los primeros años, leyendo un diario alemán que se editaba en Buenos Aires Platte se enteró de la posibilidad de adquirir tierras en la Patagonia. Y en 1895 las compró en Chubut. Se asoció con un gran amigo, August von Thun, quien viajó como adelantado a tomar posesión del lugar. Llegó a Chubut y organizó las tareas para dar vida a las estancias.

A fines del siglo XIX, "Nueva Lübecka" ya era un campo de 25 leguas cuadradas y "La Emma" contaba con 8,5 leguas. Relata Hardt en su libro: "Todo se planea con ordenada disciplina alemana y se comienzan a enviar los materiales necesarios para la estancia por barco hacia la costa patagónica. Ambos campos abarcan sin embargo demasiado territorio para un solo administrador y Juan Platte decide enviar a un primo de su mujer, Otto Sartori, como administrador de la parte norte".

El viaje de Sartori se inició el 9 de setiembre de 1897 en Buenos Aires. Por tren viajó a Bahía Blanca y desde allí en galera hasta el Fortín Roca. Luego cruzó la Patagonia hasta "Nueva Lübecka", adonde llegó el 27 de enero de 1898 tras cuatro meses de travesía.

"Lo más interesante de Sartori es que no lleva solamente un aparato de fotos sino también todo un laboratorio de revelado con las clásicas placas de vidrio. Gracias a él podemos contar con las más maravillosas fotos de época de sus viajes y de la vida cotidiana en aquel rincón del país".

"...llega la primera esquila y la lana se transporta hacia la costa a lo largo de 570 kilómetros para embarcarla a Europa. Comienzan a llegar más y más colonos a la zona, casi todos 'gringos'. Aparte de los pocos dueños de las grandes estancias que supieron cómo hacerse de su título de propiedad en Buenos Aires, los demás sólo tienen en sus manos papeles sin valor".

Ya se había creado la Colonia San Martín en el valle del arroyo Genoa y aparecían los primeros boliches de ramos generales. Para comprar la mercadería necesaria en Buenos Aires, Otto Sartori salía a caballo desde las estancias hasta Fortín Roca; cabalgaba 60 kilómetros por día.

"Mientras tanto, el país crecía y se desarrollaba. Seguramente mi abuelo y su familia visitaban con frecuencia el puerto de Buenos Aires para observar a los barcos llenos de inmigrantes que llegaban al país. Eran hombres de todos los rincones de la tierra, un caleidoscopio de razas y pueblos. Fueron buenos tiempos y se ganaba mucha plata. Su gran ferretería era una mina de oro y pudo comprarse una linda casa para vivir allí con su mujer, su hija y sus tres hijos. Mucha plata pudo invertir en sus estancias en el sur. En 1898 decide mudarse a Alemania con su familia dejando administradores en sus negocios, porque estaba entusiasmado con lo que había escuchado de su lejana patria. Sí, para las clases pudientes Alemania florecía pero el país se había vuelto estrecho para un hombre como Juan Platte. Le sucedió lo que les sucedió a tantos inmigrantes, la nueva tierra lo había atrapado y ya había cambiado sus percepciones, actitudes y estilo de vida". Pero eso sólo se sentía cuando se volvía a la vieja patria. Juan Platte abandonó Alemania desilusionado y volvió a la Argentina. Y estaba entusiasmado con la Patagonia y su inmensidad. En él anidaba el espíritu de los pioneros y comenzó a buscar el apoyo de otros como él para desarrollar el territorio del Chubut.

Corría el año 1900 y su gran amigo Von Thun se enfermó. Había sido envenenado con un brebaje que aparentemente su "dama" amiga le había puesto en el mate. Platte le había advertido sobre el tipo de relación que llevaba con su compañera nativa, la "Cordobesa", y le había pedido que no viviera en la estancia con ella. Ante estas advertencias, Von Thun le compró a su amiga una legua de campo en la cual siguió viviendo con ella mientras administraba la estancia. Pasó el tiempo y ante las continuas desavenencias y la intención de Von Thun de abandonarla, la mujer decidió envenenarlo. Juan Platte llevó entonces a su amigo enfermo a Buenos Aires. Hasta allí llegó luego de un largo viaje de sufrimientos y, como quería ver a su familia por última vez, continuó gravemente enfermo hacia Alemania, donde falleció.

Luego de esa tragedia, Platte decidió visitar sus estancias. Partió el 20 de octubre de 1900. "(...) Una hora antes de la partida del barco subió a bordo el presidente Julio A. Roca. Se interesaba por todo y conversaba con los pasajeros. A don Juan le dijo, luego de revisar sus burros, que éstos le parecían demasiado pequeños. Sé, era un presidente que se ocupaba de su gente y no fue la última vez que se encontrara con mi abuelo".

El 26 de octubre llegó a Puerto Madryn y el 22 de diciembre, a "Nueva Lübecka", tras un largo y penoso viaje a caballo. Frente a él se extendían sus estancias, tan grandes como el Ducado de Mecklemburgo en Alemania.

Todavía no estaban los alambrados y el ganado pastaba libremente a merced de zorros y pumas. Todos los días recorría el campo buscando los límites, que se basaban en la agrimensura que había mandado a hacer el gobernador Fontana en 1885. Dobrush, la legua de su amigo Von Thun, ahora le pertenecía, pero allí todavía vivía la compañera nativa de aquél. Don Juan la compensó y ella se trasladó unas leguas más lejos, a "La Serranía", donde murió centenaria.

Los "indios" despojados de sus tierras recorrían los alrededores buscando sin éxito lugares donde asentarse. En todos lados los viajeros tropezaban con sus toldos; los armaban y desaparecían de un día para otro. Eran nómadas y como tales solían arrendar sus campos a colonos blancos que por ello les daban unos pocos pesos. Así vegetaban y sólo algunos encontraron el camino a la "civilización" trabajando como peones de estancia.

"Al costado de 'Nueva Lübecka' vivía el cacique Sayhueque. Él solía visitar a mi abuelo. Un mes estuvo mi abuelo en sus estancias. Cuando partió, Sayhueque lo visitó nuevamente para despedirse. Regresó por el camino del norte pasando por Maquinchao, que ya se había convertido en una importante estancia de capitales ingleses. Arturo Sowdam y Roberto Spenee la administraban y le comentaron que habían pasado de una estancia vacuna a lanar y que la parición ese año había sido excepcional, de un 83%. El 16 de enero del año 1901 mi abuelo llegó a Constitución, donde lo esperaba su familia. Los hijos se sorprendieron por el aspecto salvaje de su padre y las historias de sus aventuras patagónicas se prolongaron hasta tarde en la noche".

La estancia progresaba y poco a poco la región se integraba al resto del país. Se vivía el auge de la lana. Se habían introducido ya "cara negra", Rambouillet y finalmente Merino Australiana, traídas de Las Malvinas. Así como la Patagonia se poblaba de grandes estancias y los alambrados cercaban los campos llenos de ovejas, también aparecieron las grandes empresas como la "Sociedad Anónima" y "Lahusen y Cía.", que muchas veces funcionaban como bancos: se retiraba la mercadería a crédito y luego se pagaba con lana y otros productos. Muchos tenían expendios de bebidas; la gente se endeudaba y sólo le quedaba pagar con los campos.

Uno de los casos típicos fue el del cacique Valentín Sayhueque. Era vecino de Platte en cuatro leguas cuadradas que le fueron dadas por el gobierno. Allí estaba el paraje Piedra Shotel (ver recuadro), un antiguo paradero y lugar de cacería de los tehuelches. En 1902 el cacique alquiló dos leguas de campo por 200 pesos por año a un tal Claudio Bustos para poner un "boliche". Ocurrió que Bustos les había vendido mucho alcohol a los nativos y un día vendió su negocio y el contrato de alquiler a Lahusen & Cía. Y así fue que Piedra Shotel quedó en manos de la empresa.

En 1905 Platte estaba nuevamente de viaje por la Patagonia y visitó Bariloche. Había escuchado del viaje realizado en 1884 por O' Connor sobre el Limay y quiso repetir la aventura. Así bajó a la Confluencia a principios de 1906 y navegó el Limay desde el lago Nahuel Huapi en un pequeño bote con dos nativos. La navegación, llena de peripecias, duró sólo seis días.

Los viajes de Platte a su estancia se sucedieron a lo largo de los años y cada uno conllevó su cuota de riesgo y aventura.

La era de los pioneros, al promediar la década del '20, llegaba a su fin. La única hija mujer de Platte, Emma, se casó con el alemán Gustav Hardt y llegó el día en que Juan Platte la despidió en el puerto con ojos llorosos hasta que el vapor desapareció en el horizonte llevándose con él a su amada hija, que con los años le regaló 10 nietos.

Platte había sido un empresario exitoso. Sus negocios florecieron y sus estancias produjeron lana de excelente calidad. Al cumplir 70 años decidió distribuir su patrimonio entre sus hijos: "Nueva Lübecka", a su hija; "La Emma", a su hijo menor, Herbert, y su floreciente negocio de Buenos Aires, a sus hijos Diego y Oscar.

Fue a partir de entonces que su suerte cambió. Sus hijos no eran como él. En 1932 murió su mujer, Lulú. Solo, decidió volver a Alemania, cerca de su hija. Los días pasaban apaciblemente pero Platte no encontraba paz. Había pasado aquí 55 años de su vida, los mejores. Y un buen día hizo sus valijas y regresó a la Argentina. En Alta Gracia, Córdoba, transcurrían solitarios sus días. Comenzó a tener conciencia de que sus hijos no alojaban su espíritu de pionero.

Tenía 80 años cuando -en 1938- lo visitó su hijo más joven para decirle que había tenido que vender "La Emma" por las deudas que había acumulado. Para don Juan fue un golpe tremendo y vislumbró que aquello era el comienzo del final de la obra de su vida. A la mañana siguiente, el 24 de octubre, se escuchó un tiro. El gran empresario y pionero del oeste del Chubut se había suicidado.

 

 

HANS SCHULZ

juanschulz@yahoo.com



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