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Henning Mankell, o cómo reinventar el policial
"Una novela es un paisaje donde hace falta una carretera. Y la labor del novelista consiste en construir ese camino", dice este escritor sueco autor de obras maravillosas como "Una mujer difícil" y su magistral "El chino", que aquí se adelanta.

Hay más de una novela posible en la imponente obra de Henning Mankell "El chino" (Tusquets, 2008). Una de ellas podría ser la de una pareja entrada en años que observa, no sin dolor, cómo su relación va naufragando en las pesadas aguas de la rutina. Otra, muy distinta, referiría a las intrigas políticas y económicas que unen a China con el continente africano. Y otra hablaría de la amistad como un puente hacia el pasado y una forma de conjurar el presente por extraño o difícil que éste pueda resultar.

Con cada una de ellas Mankell tuvo la oportunidad de constituir una novela independiente. Con destino y temperamento propios. Pero no lo hizo. En su lugar, el escritor edificó una trama mayor donde todos estos argumentos suman al contenido general y giran en torno de un disparador verdaderamente poderoso: el asesinato múltiple de 19 personas, habitantes de una apartada aldea sueca.

Este solo pretexto narrativo le bastaría a Hollywood para dar vida a una superproducción. Es más, uno ya puede imaginar una adaptación al cine donde lo único que quedara en pie de este complejo laberinto literario fueran el crimen y su ejecutor.

Mankell le otorga un espacio considerable a cada argumento. Por momentos los superpone, los entrelaza, los hermana y los distancia, con el propósito de que su lector tenga la oportunidad de absorber la composición amplia de quien ha dado vida a esta partitura original. En una sola novela se concentra un fragmento de la historia de la humanidad. Desde esa óptica, "El chino" es una novela de enormes pretensiones. Si consigue o no su propósito es un asunto que deben dirimir sus lectores. Lo cierto es que el intento existe y es válido.

"Yo nunca me he visto a mí mismo como un escritor de novelas policíacas. Creo que más bien estoy en otra tradición donde se usa el espejo del crimen para examinar a la sociedad, los tiempos y el mundo en el que te tocó vivir. Cuando me preguntan cuál es la mejor novela criminal que he leído, invariablemente respondo: 'Macbeth', de Shakespeare. Nadie la calificaría como una historia criminal, pero es precisamente eso, al igual que 'El corazón de las tinieblas', de Joseph Conrad. Con esto quiero decir que no acepto incluir ningún tipo de estereotipos en mi trabajo", le dijo Mankell en una entrevista a Martín Solares.

Esta aclaración ayuda, si uno no se ha acercado a su última novela aún, a comprender el universo criminal que es capaz de dibujar Mankell. El mal surge de entre las páginas de "El chino" poco menos que como un elemento inherente a un sistema de valores y a una estrategia de índole político-económica. Los malos tienen sus razones y sus razones son poderosas.

En la misma entrevista Mankell explicó: "Una novela es un paisaje donde hace falta una carretera. Y la labor del novelista consiste en construir ese camino".

"El chino" es, sobre todo, la construcción de ese camino desde el cual observamos una realidad distante pero que al mismo tiempo descubre el entramado del mundo tal cual es hoy. Un asesinato múltiple que nos conduce primero a Suecia y desde allí a la China de fines del siglo XIX para luego ser disparados como lectores ávidos hacia la China contemporánea y más tarde, África. Perfecto asesino al fin, o perfecto escritor (otra figura admisible en este caso), Mankell no ha querido dejar cabos sueltos. Y este trabajo de teoría y comprobación de la efectividad del texto literario no es una operación menor.

Aun a costa de desacelerar el ritmo interno del relato cuando se hace necesario, Mankell desarrolla extensas aclaraciones que ubican a su lector en un marco histórico y referencial. Con este método narrativo el escritor logra realzar el texto posterior. El entendimiento que alcanzamos de los motivos profundos que alimentan la venganza en la mente desquiciada de un personaje, que es también el representante de distintos pensamientos modernos, sólo es posible porque antes nos han sido reveladas las claves de la historia que pesa sobre generaciones enteras.

Mankell nos hace recordar aquello de que después de todo nada, nada, es casualidad.

 

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar



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