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1° de enero en la Patagonia: con historia | ||
El primer día en que se inició cada año en la Patagonia hace mucho tiempo tuvo y no tuvo trascendencia, festejo o recordación especial, según lo hemos comentado en otras oportunidades. Casi siempre, a cargo de un reducido número de personas, en el que predominaron los hombres. En algunos casos prolijas anotaciones permitieron un precioso legado para la posteridad, con alto valor documental. Valiéndonos de ellos podemos recordar lo que sigue.
Chubut Esta historia tiene nada menos que 123 años. El teniente coronel Luis Jorge Fontana había sido nombrado gobernador del territorio nacional del Chubut en 1884 pero llegó a Rawson, la capital, y se hizo cargo en mayo de 1885, enterándose de que un grupo de galeses -encabezados por Juan Murray Thomas- preparaba una expedición a la cordillera, con cierto olor a búsqueda de oro. Expusieron al flamante mandatario el propósito de la expedición -no lo del oro- solicitándole colaboración con caballos y víveres, pero Fontana no accedió informándoles que también dicho proyecto era uno de sus propósitos inmediatos. De común acuerdo se preparó la expedición en el cercano paraje Las Piedras -hasta con práctica de tiro- y la llamaron "Rifleros del Chubut". Fontana esperaba elementos desde el Fuerte del río Negro (Patagones), los que no llegaron y como la propicia temporada estival avanzaba decidieron iniciar la marcha bajo la jefatura de Fontana. "Treinta hombres jóvenes; jinetes excelentes y experimentados en el manejo del arma que iban a usar. Veinte cargueros con víveres para tres meses, 260 caballos en buen estado, 30 fusiles Remington y 100 tiros por hombre, 2 cargueros con instrumentos científicos y herramientas para minas, 1 botiquín y sus accesorios". Los preparativos fueron coordinados por Thomas y Gregorio Mayo, "vecinos respetables radicados en el territorio", actuando como "oficiales ayudantes", también "el ingeniero de minas don Guillermo Katterfeld", que era agrimensor de la gobernación. Fontana, amigo de Francisco P. Moreno, Ramón Lista y Carlos María Moyano (gobernador de Santa Cruz), que habían explorado esas regiones, le habían transmitido sus experiencias. Salieron de Rawson y pasaron por "Las Piedras" y durante el recorrido hallaron elementos de interés: en una caverna "los primeros vestigios del hombre prehistórico, cuyas huellas estampadas de una manera indeleble pueden seguirse hasta el presente" (1885); truchas y mariscos de agua dulce, sal, "granos pequeños de oro, mezclados con la arena del río"; "sembrados inmensos de frutillas", también pepitas de oro en el arroyo Charmate, afluente del río Chubut. Se encontraron con el tehuelche Martín Platero que les serviría de guía y toldos abandonados del cacique Foyel. Seguía consumiéndose diciembre de 1885 y sus acompañantes bautizaron -pese a su negativa- a un lago con su apellido, que hoy perdura, quedando como testimonio de aquel bautismo "una botella conteniendo un documento" en la pirámide de piedra del mástil con la bandera. Fontana lo dejó escrito en libro de su autoría: "El 1° de enero (1886) improvisamos una fiesta, festejando la entrada del nuevo año, después del cual resolvimos emprender el regreso". En las Orcadas Con solamente 20 años, José Manuel Moneta había sido influenciado por lecturas y la cercanía de Tierra del Fuego a la Antártida, cuando a los 12 años le tocó estar en tierra fueguina. Contaría que en 1919 la corbeta "Uruguay" en Puerto Belgrano -la salvadora de la expedición Nordenskjöld en la Antártida en 1905- contribuyó a incentivar su propósito de viajar a los hielos argentinos. No estaba lejos en años la historia del primer observatorio meteorológico y magnético en las islas Orcadas del Sur que, por decreto del presidente Roca de enero de 1904, aceptara las instalaciones ofrecidas por el sueco Williams S. Bruce con aquel fin, instalándose grupos humanos constituidos por argentinos -los menos- y extranjeros, renovados en expediciones anuales. Así nació el primer observatorio argentino en las islas Orcadas, entrada geográfica a la Antártida propiamente dicha. Moneta, años después, expresaría en su libro: "Pude ingresar a la oficina meteorológica argentina, que entonces dirigía Jorge O. Wiggin, quien tomó con mucho escepticismo mi solicitud de ser incluido en una expedición a las Orcadas. Trabajo me costó convencerlo de que accediera a mi deseo, pero no inútilmente había esperado cerca de cuatro años, en lo que adquirí la experiencia suficiente como observador meteorológico". Ganó la insistencia y fue incluido "en la expedición que dirigiera en 1923 Hugo Valentiner (dinamarqués), jefe veterano y que por cuarta vez iría a las Orcadas acompañado por Ernesto Bruhns, alemán, como segundo jefe; Roberto Plagge, de la misma nacionalidad que el anterior y el cocinero Otto Zeigger, también alemán". El transporte "Guardia Nacional" de la armada los llevó hasta "Georgia del Sur", lugar donde el ballenero "Rosita" los dejó en destino. Para el joven Moneta la convivencia con cuatro experimentados hombres durante un año en la soledad del hielo resultó muy favorable, pues a partir de aquel 1923 estuvo tres veces más en el observatorio austral: 1925, 1927 y 1929, cuatro años y nueve meses. Comandó la expedición de 1929 y fue notable la narración que produjo con las más variadas alternativas de la vida en las blancas soledades antárticas. Las milanesas de pingüino, especie Papua; huevos de la especie pingüina Adeliae, más el cormorán, a manera de pavo. Los alimentos llevados incluían hasta papas y cebollas, gran porcentaje envasados en latas, lo que permitía lucirse al cocinero alemán, incluyendo bebidas, estimadas en "una copita por semana" salvo las personales, más tabaco, chocolate, té, café y lo demás de la vida cotidiana. El 9 de julio de 1923, junto con la recordación patria, celebró sus 21 años. Himno Nacional, disparos de armas de fuego y "después de los postres apareció una botella de champaña cuyo corcho hice saltar espectacularmente". El 28 de diciembre -día de los Santos Inocentes- sus compañeros le hicieron una inocentada escrita y "Tres días después -escribiría- nos encontrábamos festejando la llegada del Año Nuevo, 1924, pero como esta fecha marcaba una etapa decisiva en el cotidiano girar del mundo y el correr de la vida, el 31 de diciembre, a medianoche, fuimos a la playa de la bahía norte, al sitio donde estaba el mástil de la bandera, llevando cada uno un arma de fuego con las que hicimos una salva cerrada, cuando Bruhns nos indicó el segundo exacto en que pasábamos de un año a otro. Luego regresamos a la casa en la que nos esperaban las botellas de whisky. Esperé que todos se sentaran en torno de la mesa y me introduje en mi habitación, de donde regresé al salón trayendo una pesada botella de largo cuello. Sin que me observaran saqué los alambres que contenían al corcho, que salió con fuerza produciendo una apagada detonación. Se dieron vuelta sorprendidos y sólo atiné a gritar: -¡Los vasos!... ¡Pronto!... De inmediato serví el champaña, brindé: -¡Por la salud y felicidad de todos ustedes! -¡Prosit Neujahr!... -¡Happy new year!... -¡Skoel!... -¡Salud!... ¡Feliz Año Nuevo!..." Ocurrió en las Orcadas hace 85 años.
HÉCTOR PÉREZ MORANDO (*) Especial para "Río Negro" (*) Periodista. Investigador de historia patagónica Bibliografía y fuentes principales: Dumrauf, C. I. Historia, 1991. Fontana, L. J. Viaje, 1976. Cuadernos de Historia del Chubut, N° 5, 1969. Amaya, L. Fontana, 1936. Mattheus, A. Crónica, 1954. Historia Marítima Argentina. Varios, 1982. Capdevila, R. y Comerci, S. M. Historia, 1986. Moneta, J. M. Cuatro años, 1946. Pérez Morando, H. En la Patagonia, R. N., 2002 y Primer día, R. N., 2006. Archivo diario Río Negro. Biblioteca Patagónica, (VECh) y otros.
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