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\"No creí que Cristina se conviertiera en títere de su marido\" | ||
Se alejó hace años de la militancia activa en el partido al que por décadas entregó su lucha -el socialismo- y, dedicado de lleno a la cátedra, sigue empeñado en la tarea intelectual que fustiga excesos del poder y alienta a los argentinos a dejar el "individualismo que nos marca como sociedad". | ||
–Me quedó grabada una reflexión suya –creo que fue en el 2003– centrada en lo hiperquinético que suele ser el poder político en Argentina: “Tenga cuidado, porque una cosa es moverse y otra cosa es agitarse”. –Lo recuerdo, lo dije en relación con el presidente Kirchner, que todavía estaba estrenando su presidencia, por así decirlo. –Pero la reflexión tiene tinte de advertencia; ¿qué lo preocupaba en aquel momento de los pasos de Kirchner y qué se ha confirmado o no? –Yo lo que notaba del ejercicio del poder por parte de Kirchner en aquellos primeros meses de gestión era que parecía querer hacermucho, lo veía convencido de estar en todos los frentes posibles. –Bueno, en materia de poder presidencial veníamos orillando la nada... –Lo mío no es contradictorio con esa realidad que usted señala: había que reconstruir el poder presidencial y Kirchner operaba en esa dirección. Pero lo que yo notaba era que lo hacía siempre en términos tensos, vociferantes; siempre generando sacudones cuya utilidad en muchos casos fue estéril, siempre al borde de buscar el antagonismo donde a veces el antagonismo no se puede dar. El kirchnerismo hace política con mucho desplante, gritos, estigmatizaciones, prejuicios, siempre buscando partir en dos a la sociedad. –¿No cree que, ejerciendo el poder, el “ellos o nosotros” es una tradición que precede al peronismo? ¿De qué es heredero directo el kirchnerismo? –En relación con lo primero, estoy de acuerdo: Argentina tiene una larga tradición de hacer política siempre alentada por la idea de excluir terminantemente al otro. En cuanto a lo segundo, el kirchnerismo es hijo de una de las tradiciones más elocuentes del peronismo: no le hace asco ejercer el poder y hacerlo autoritariamente, usarlo con desprecio por lo existente más allá de sus propios convencimientos, más allá de las exigencias de un presente. En su imaginario está siempre presente esa forma de verse ante la historia. Y es desde esa práctica y desde ese imaginario que el peronismo va rápido a la confrontación a todo o nada; incluso entre ellos, claro. Ellos mismos han sido víctimas entre sí de esa determinación. ¿En qué ha cambiado sustancialmente el sindicalismo peronista a la hora de dirimir poder en su propia esfera? En nada. Si es necesario se matan entre sí. –Meses atrás, a instancias de un libro de Beatriz Sarlo leí un número de la revista “Sur”. ¿La recuerda? –¡Claro,Victoria Ocampo! –Es de finales del ’56 y estaba enteramente dedicado a responder a un interrogante: “¿Qué hacer con las masas?”. Y las masas en aquel tiempo eran más masas peronistas que nunca. Escriben, entre otros, Borges, Martínez Estrada, Mario Amadeo, Gino Germani, Sábato... Realmente, con la sola excepción de Sábato, las reflexiones son ajenas a toda realidad. Una síntesis de ellas podría ser: “El peronismo no es nada más que un hecho maldito y pasajero. Podemos ignorarlo”. ¿En cuánto la idea de creer que se podía construir un sistema político sin integrar al peronismo ha retroalimentado el poder del peronismo? –¡Ah, mire, mire, ése es un capítulo inmenso en la vida argentina! –Primero defínalo. –Y, un error garrafal. Lo hemos pagado muy alto. –Ahora el contenido. –Pertenezco a una de las generaciones que estuvieron directamente vinculadas con ese error; fuimos protagonistas directos, desde la oposición al peronismo, de ese creer que podíamos prescindir del peronismo en el funcionamiento del sistema político. Un error terrible pero que se corresponde con mucho de la historia argentina y que podríamos definir como el dictado de la exclusión. –¿Conoció a José Luis Romero? –¡Fui su secretario en la Universidad Nacional de Buenos Aires! Formidable cabeza, un gran intelectual. –Él solía decirles a sus alumnos que, habiendo sido un duro opositor al peronismo, siempre le había parecido propio del pensamiento mágico el que a quienes habían sentido el peronismo como una reivindicación de derechos de golpe se los obligara a que se olvidaran del peronismo. ¿Cómo fue posible tan peregrina idea? –Porque cuando llegó la Libertadora había dos Argentinas que se miraban a cara de perro. No las vinculaban más que las diferencias. Ganó la Libertadora y apeló a la exclusión del otro... como le dije: vieja receta en la vida del país. No tengo otra explicación. Se aprendió duramente esa lección. –Pero usted suele sostener que el peronismo no ha aprendido nada. –No, nada no. Lo que sí sostengo es que en su concepción del poder y el despliegue del poder siempre termina, en un momento dado, excluyendo lo que le es distinto. El peronismo tiene mucho de su cuna cuartelera, ¡de qué nos vamos a extrañar! Y, por definición, el cuartel expresa una necesidad de orden que es incompatible con un criterio amplio, con la democracia. Miran la política como un absoluto, como algo que les pertenece. En ese convencimiento tensan las relaciones y en la práctica asumen las conductas patoteriles, antidemocráticas, que les conocemos. Pero lo más grave es que afuera del peronismo hay sectores que creen que sólo el peronismo puede gobernar este país. –De ese convencimiento participaban, al menos hasta hace unos meses, intelectuales muy ajenos al peronismo como Beatriz Sarlo y Roberto Cortés Conde. –Y es un error, una resignación. –¿Usted cree que hay posibilidades de una alternativa al kirchnerismo? –Por supuesto.Y esa posibilidad hace a la maduración que ha ido acumulando la sociedad argentina después de tanto dolor, tanto desencuentro. –¿Por dónde se expresa esa maduración? –Yo suelo utilizar una figura para ejemplificarlo: la humedad. En la vida política argentina siempre creímos que había humedad y que esa humedad se debía a los golpes militares, que operaban como hongos.Y en realidad es al revés: hay hongos porque hay humedad. La humedad estaba generada porque la misma sociedad argentina alentaba los golpes militares... los buscaba, los aplaudía, los apoyaba. Pero esta historia ya es historia: el golpe del ’76, que comenzó con todo ese escenario a su favor, terminó en un proceso tan espantoso y tan comprometido de cara al futuro para millones de argentinos, que hartó a la sociedad como método de gobernabilidad. ¿Qué tiene que ver esto con lo que usted me pregunta? Que millones de argentinos pueden, en determinado momento, dejarse seducir por el estilo decisionista, terminante de ejercer el poder. Pero a la larga concluye resistiéndolo, máxime cuando el poder miente, sobreactúa –esto es lo que está sucediendo hoy – y desde el poder se convence de que se es mucho más que lo que es en realidad. Para este caso vale lo que le está pasando a la presidenta Cristina Kirchner en materia del país y la crisis financiera internacional. Durante semanas la presidenta dijo y machacó que la Argentina estaba al margen de la crisis. La crisis era de los otros, no nos pertenecía, nada nos afectaría. Un discurso insólito, asombroso, instrumentado y dicho desde una falta de adultez intelectual ¡increíble! Decir eso en el marco de un panorama, de una situación que no tardaría en demostrar en cuánto también tenemos aquí la crisis financiera es realmente asombroso, es estar persuadido de ser lo que no se es. –Usted la trató a Cristina, tuvieron bancas vecinas en la Cámara de Diputados. ¿Qué idea se forjó de ella en aquellos días y qué idea tiene hoy de ella? –Yo la vi como una mujer decidida, una militante con ideas, con capacidad, con pensamiento propio; una política con pericia, con condiciones para conducir la Comisión de Juicio Político. Yo era presidente de la Comisión de Justicia. O sea que la vi actuar, ser protagonista, trabajar, estudiar los temas. Su comisión nunca estuvo atascada. Ella siempre le imprimió rumbo y acción. Por eso estoy sorprendido por su rol como presidenta. Nunca me imaginé que le entregara la conducción del gobierno a su marido... me sorprende esta declinación de su personalidad, de su voluntad de ser protagonista... no creí que Cristina se convirtiera en títere de su marido.
PERFIL René Balestra -78 años- es jurista y tiene una dilatada trayectoria de militancia política forjada desde el ideario socialista, siempre en la lucha a favor de la libertad y la defensa de los derechos humanos. -Soy un socialista anclado firmemente en la socialdemocracia, pero ya no tengo nada que ver con la orgánica de lo que hoy existe como Partido Socialista. Vengo de un tiempo en que la política se abrazaba con entrega total a causas que se sostenían con ideas y actitudes personales firmes, ajenas a especulaciones dictadas por intereses personales mezquinos; no se iba a la política en procura de un "puestito"... otro tiempo. En 1983 fue candidato a vicepresidente de la Nación en la fórmula liderada por Américo Ghioldi y fue diputado nacional en 1991-1995 y 1997-2001. Tiene además un largo recorrido académico. Entre 1960 y 1990 fue profesor titular de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y entre 1985 y 1990 ocupó la cátedra de Ciencia Política en la licenciatura que se dicta en la Universidad de Belgrano, donde dirige el doctorado en esa especialidad.
CARLOS TORRENGO |
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