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EN BARILOCHE, SOBRE LA MONTAŅA
CON UNA ESTÉTICA BIEN REGIONAL, EL HOTEL PANAMERICANO REDISEÑÓ SU IMAGEN PARA UN HUéSPED MÁS COSMOPOLITA Y EXIGENTE.

En el noveno piso del Panamericano, en pleno centro de Bariloche, todo es absolutamente zen. El aroma y los sonidos de Mineral Spa invitan a renovarse. Un chill out increíble, con una vista panorámica al lago Nahuel Huapi, hacen sentir al huésped más suspendido que nunca en unas chaise longue de estilo confortables, forradas con tela blanquísima. Todo es puro aquí: como el agua de la pileta climatizada o el aire que se respira en la terraza.

El objetivo de serenarse empieza a cumplirse. Luego vendrán el sauna seco, la ducha escocesa y la sala de hidroterapia. Después, la cromoterapia, fangos remineralizantes, masajes, sala de musculación y aeróbics.

Nancy H -que parece un clon de la aristocrática y bella actriz Brooke Shields- ofrece los servicios con una maestría envidiable. Si bien el lugar tiene membrecías para hacer gala de la exclusividad (¿a quién no le gusta serlo?), turistas y lugareños bien pueden pasar una tarde o un día en este spa, sin privarse de ninguno de los placeres que provoca el bienestar saludable.

Esta oferta es parte de la radical remodelación que alcanzó el Panamericano estos últimos meses (liderada por Mariana García Cano), que incluyó el lobby, setenta habitaciones y el restaurante Tinto Bistró, que ya es parte del circuito sofisticado de Bariloche. ¿Por qué soft? Bien francés, con reminiscencias de las cantinas de los años 50 y una boiserie antigua, el restó fue decorado de un modo singular por las profesionales Mariana Andrés y Marcela Cullare. Aquí corren aires vintage, muy de los 60, dado por los cubiertos, algunos muebles y toques de

ambientación (como las orquídeas en algunos floreros). Lo que llama la atención, de sobremanera, es la "mesa Don Corleone", italianísima, para 12 personas, con azulejos de los años 20 de fondo.

Uno de los dueños del lugar es el chef Leandro Andrés, quien propone una cocina de autor, con materias primas regionales y fusión de técnicas orientales, centroeuropeas y mediterráneas.

Otro de los propietarios es Martín Zorreguieta, cuyo fuerte también son las relaciones públicas de este lugar que ofrece hasta 120 cubiertos.

El wine manager es Damián Mondino, que tienta desde la cava con 180 etiquetas. De la carta destaco dos posibilidades: Peixe de Aca (filet de trucha a la plancha sobre una salsa de cítricos y eneldo, con hinojos confitados y puré de papas) y Sexy Corderoy (cordero en cacerola cocido al horno en salsa de vino tinto, con cous cous a las hierbas)... qué elegir... veremos después. Por lo pronto, degustar tapas da tiempo a la decisión acertada.

Tinto Bistró abre de lunes a sábado, de 20 a 24. Los jueves queda abierta la barra después de la medianoche. Ideal para chequear la agenda de la noche barilochense.

Y después volver al lobby, un remanso ideal para ver el arroyo que atraviesa el hotel y que, en suave cascada, da vida a toda una pared rocosa con musgos y líquenes. Es que el hotel está sobre una montaña, singularidad que fue aprovechada al máximo en esta renovación de imagen: el recurso recuerda al visitante, en todo momento, que estamos en la cordillera. Un sillón tapizado con gruesas y nobles telas que van de un bordó a un rojo fuerte forman el más armonioso patchwork que he visto en mucho tiempo.

Los turistas salen y entran de las habitaciones que cuentan con ventanas de doble cristal, vistas espectaculares al lago Nahuel Huapi y a la isla Victoria, con el confort que lo ubica en las cinco estrellas del circuito de la hotelería mundial: cuarto de baño, teléfono de línea directa, hilo musical, TV por cable, radio, conexión a internet, cama extra grande, calefacción, caja fuerte y mini nevera/minibar. Todos servicios que hacen que la estadía sea "un lujo".

TEXTO: HORACIO LARA

FOTOS: ALFREDO LEIVA



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