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\"Propuestas malditas\" para curar la salud pública argentina
Con honestidad y didáctica, el médico Alberto Dal Bo comenta en un libro varias experiencias de reformas para jerarquizar la salud pública en los ´60 y ´70 -incluyendo la de Río Negro- y cómo éstas fueron torpedeadas desde las corporaciones médicas privadas.

Así como la ciencia médica busca curar y aliviar el dolor, la voluntad humana de mejorar el ámbito en que se desempeña está unida a la búsqueda de la perfección y a la vocación de servicio. Pero habitualmente combate con la -también natural- inclinación egoísta a mejorar el propio bienestar. Estas dos tendencias contrapuestas bastarían para explicar gran parte de las fuerzas que tironean al Estado y a la sociedad. Y, dentro de ese marco, las contingencias que atravesó el sistema público de salud en el último medio siglo.

La historia de los procesos involucra mucho de lo humano en toda su ambivalencia y su ubicación temporal e ideológica. Con honestidad intelectual, Alberto Dal Bo narró sus vivencias en esta historia de esfuerzos y frustraciones que es la búsqueda de un sistema de salud eficiente y basado en la atención primaria y el uso racional de recursos materiales y humanos.

"Hospitales de reforma" es un libro sobre organización de la Salud que no está pensado para especialistas sino para cualquier persona que se interese en el tema.

De algún modo, Dal Bo admite el fracaso en la mayoría de esas experiencias y lo atribuye a las resistencias de la corporación médica tradicional y a sus intereses económicos. Señala que tal vez por eso hay pocos registros de esos procesos, cuyos protagonistas se mantienen unidos por el desencanto o la nostalgia de haber remado contra la corriente en alguna o varias de estas "propuestas malditas" para la "familia médica".

Claro que la evolución de los hospitales en la Argentina está ligada a la suerte del Estado nacional. A sus crisis recurrentes, a la alternancia entre gobiernos militares y civiles, peronistas y radicales, estatistas y privatizadores. Tal vez por eso no extraña leer la crueldad de los "ritos de iniciación" a los que eran sometidos los médicos practicantes en servicios de Guardia de los hospitales del país en los ´60. Burlas pesadas que poco se diferenciaban de las que recibían los "colimbas" en los cuarteles.

A pesar de que eso Miguel Maxit señala en el prólogo que entonces los hospitales estaban mejor que ahora, cuando "los pacientes y el Estado mismo son más pobres, las obras sociales están en bancarrota, gran parte de los médicos se hallan pauperizados", explica.

En ese tiempo no había programa docente de las prácticas sino que los practicantes aprendían "mirando y haciendo", no existía terapia intensiva ni una especialización en anestesiología. Si no era fácil ser enfermo en esas épocas de anestesia con éter y escasa tecnología, ser médico no era mucho más "amable", según el minucioso relato de las primeras experiencias de Dal Bo en las guardias, cirugías y atención externa de emergencias.

Dal Bo participó durante cuatro décadas de varios de los más importantes proyectos de cambio en salud.

? En la ley de Hospitales de Reforma y la Planta Piloto Nº 1 en el Hospital Regional de Mar del Plata, en 1961. Oscar Alende era gobernador de Buenos Aires.

? El Hospital Regional de Comodoro Rivadavia inaugurado en 1968 durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía.

? El plan de Salud de Río Negro durante el gobierno constitucional de Mario Franco, entre 1973 y 1976.

? El Hospital de Pediatría Juan P. Garrahan, inaugurado en 1987 durante la presidencia de Raúl Alfonsín.

Del Hospital Regional de Mar del Plata destaca que su organización por departamentos favorecía el trabajo en equipo, los médicos extendían su horario hasta la tarde para atención al público, era arancelado pero con tarifas apenas 20% superiores a lo que se facturaba a las obras sociales, contaba con enfermería con formación universitaria, un sistema de registros médicos, servicio social y nutrición, medicina preventiva con tareas de promoción fuera del hospital y un departamento de Docencia e Investigación del cual dependían las residencias médicas. Allí no había "patrones" ni dueños de los enfermos.

El fracaso de la experiencia devino por la decisión política del gobernador Anselmo Marini y de su ministro de Salud Pública, Abelardo Costa -"ligado a los intereses médicos sanatoriales"-, que pusieron fin al marco jurídico que la regía, en 1964. De este formidable establecimiento pondera a Julio Genoud y a Enrique Malamud como autoridades y recuerda entre sus compañeros residentes de la camada de 1964 a Horacio Lores y Osvaldo Pellín, radicados luego en Neuquén, donde tuvieron activa participación en la política de salud.

 

El Hospital de Niños de Buenos Aires

De regreso en Buenos Aires, Dal Bo completó su residencia en el Hospital de Niños, en el área de Pediatría, donde llegó en 1965. Allí compartió experiencias con José Ortiz Gallo, quien diez años después se radicó en Viedma. De él recuerda las definiciones sobre la nueva pediatría: "Ubicarse en un plano de igualdad frente al paciente, una medicina bidireccional, objetividad, sinceridad y autenticidad, honestidad, respeto y consideración".

 

El Hospital Regional de Comodoro

En 1968, Dal Bo y Marta Capuccio, su esposa, llegaron al Hospital de Comodoro Rivadavia, un inmenso edificio que hacía diez años esperaba ser inaugurado y donde sólo funcionaban consultorios externos. El director, Carlos Gómez Ríos, había fijado la dedicación exclusiva de la mayor parte de los médicos, horario extendido de atención, proyección extramuros de atención, arancelamiento y residencias. La resistencia local a la gente "de afuera" fue tal que los pacientes debieron ser trasladados por la fuerza del viejo hospital Vecinal y se debió despertar al gobernador para que se proveyera de agua al nuevo establecimiento.

Al servicio de Pediatría del Regional se sumaron José Ortiz Gallo y su esposa Vilma en 1969 y formaron parte de un grupo de 19 médicos que dedicaban el 18% de su tiempo a la actividad docente. Los tres pediatras locales nunca se sumaron a las actividades de ateneo.

El efecto del cambio se vio en las estadísticas: desapareció el raquitismo, la mortalidad infantil tardía de la población atendida por el hospital -de barrios pobres- igualó a la atendida en el sector privado y la neonatal fue menor que la de aquel sector.

¿Demasiado bueno para durar? Dal Bo reseña la crisis del sistema por la resistencia de los médicos locales a permitir que trabajaran en el ámbito privado los "de afuera", llegados para atender el hospital. Las alternativas para compatibilizar posturas debilitaron la autoridad del director Gómez Ríos, quien terminó por renunciar para ser reemplazado por Julio Genoud, quien reactivó la orientación original del hospital.

La reacción local apuntó a Dal Bo y buscó evitar que fuera jefe de Pediatría pese a haber ganado el concurso. Logró asumir, pero el encanto terminó pronto: el gobierno justicialista que asumió en 1973 en Chubut eliminó el marco jurídico particular del Hospital Regional, lo que motivó la diáspora de los profesionales.

 

El plan de salud de Río Negro

En 1973, al asumir Mario Franco como gobernador en Río Negro, designó al frente del Consejo de Salud Pública al barilochense José María Iglesias, quien convocó a Alberto Ostrovsky, compañero de Dal Bo en el Regional de Comodoro. La muerte de ambos en un accidente aéreo derivó en que el ministro Alberto Pawly le ofreciera la conducción a Dal Bo.

Cuenta que detalló a Franco su proyecto de mejora de hospitales, dedicación exclusiva para profesionales, horarios vespertinos, formar recurso humano en posgrado mediante residencias médicas, hacer que las obras sociales pagaran la atención de sus afiliados en el hospital e incorporar representantes de la comunidad en el Consejo Provincial de Salud.

"¿Qué reacción espera que haya en el ambiente médico de la provincia?", preguntó Franco. Dal Bo respondió que una oposición franca. "Doctor, déjemelos por mi cuenta; a los de acá, los corro con los bomberos. Métale con el proyecto" fue el fin de la charla, con el campechano estilo del político de Villa Regina. Antes de partir hacia Buenos Aires a buscar profesionales, Dal Bo le planteó a Pawly que no era peronista. "¿Y yo se lo he preguntado? Para peronista estoy yo", dijo el ministro.

En el gabinete tuvo el aval de Omar Lehner (Economía), Jorge Frías (Gobierno), Oscar Albrieu (secretario de la Gobernación) y Remo Costanzo (Planeamiento) y en seis meses contó con la Ley de Salud y con los documentos necesarios para la organización.

La modernización y el aumento de los servicios de salud, sobre todo en áreas marginales de la provincia, se hicieron notar, así como el replanteo en la relación médico-hospital. Los programas para grupos vulnerables, los de formación profesional en enfermería y hemoterapia, las acciones de saneamiento ambiental y la remodelación edilicia completaron el esquema.

El presupuesto de Salud Pública se duplicó en un año para sumar personal, adquirir equipamiento y ambulancias y mejorar los edificios. Parte de esos recursos se incorporó al facturar a obras sociales. Una línea de créditos del Banco Provincia permitió a los cien médicos full time recién llegados adquirir vivienda y auto.

En 1974 fue el auge del programa; al mismo tiempo, la reacción de los médicos locales se hacía sentir a través de acusaciones de "bolches" o "marxistas" hacia sus responsables. El gobernador buscaba aliviar la tensión con la Federación Médica. "Era imposible avanzar en mejorar relaciones sin derribar los aspectos centrales del plan, aquellos que le daban su real sentido", escribe Dal Bo, orgulloso de que la experiencia "murió sin deshonra" con el golpe de Estado de 1976.

Antes de eso, el jefe de Policía de Franco -Mario Benigno Ardanaz- había hostigado el plan junto con médicos de policía. "Se inventó la presencia clandestina de un jefe montonero en el hospital de Roca y poco después las fuerzas de seguridad recibieron la denuncia de la existencia de armas en el hospital de Bariloche", que dio lugar a un allanamiento. "Pero la verdadera actividad subversiva que debía erradicarse era la excelente oferta asistencial que brindaba la medicina pública", afirma Dal Bo. La tensión creció al ser amenazados varios médicos por la Triple A y allanadas varias de sus viviendas o colocadas bombas en su contra. Un pedido de Dal Bo y de Genoud para que Franco respaldara el plan de salud no tuvo éxito, jaqueado como estaba éste por su jefe de Policía. Esto motivó la renuncia de ambos y el médico reginense Juan Daga asumió en Salud Pública.

El plan de salud ingresó en una meseta hasta que cayó ruidosamente luego del golpe de Estado, cuando Antonio García García asumió en Salud. Dal Bo narra todo lo publicado por el "Río Negro" contra el desmantelamiento de la salud pública en la provincia, no sólo en notas de opinión del diario sino en solicitadas, cartas de lectores y entrevistas, ejerciendo una fuerte presión a pesar de la censura del gobierno militar.

 

ALICIA MILLER

amiller@rionegro.com.ar



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