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José Vereertbrugghen, el primer médico de Bariloche
Procedente de Bélgica, llegó a la región de los lagos en 1907. Su hijo Benedictus adoptó esta tierra: fue ganadero y agricultor en el lago Mascardi. También tuvo un aserradero y fue uno de los pioneros en la actividad turística.

Don Andy, hijo de "Ben" Vereertbrugghen y de Clara Ema Runge, vive a pasos del cerro Tronador. Allí, en su hostería Pampa Linda, relata la historia de su familia, pionera de la región de los lagos.

Frente al fuego, campechano, Andy cuenta la vida de su abuelo, José Emmanuel Vereertbrugghen, el primer médico de Bariloche y sus alrededores.

En los caminos quedaron sus historias. Iba de Bariloche a Esquel y desde allí, a Ñorquinco o Maquinchao: recorría todas las estancias inglesas y a veces pasaba más de un mes fuera de su casa atendiendo enfermos. Tenía caballos fuertes para galopar durante varias horas, en invierno o en verano, y puestos clave donde recalaba para cambiar los animales, como la estancia "Tequel Malal", de Jarred Jones.

José Emmanuel vivió 16 años en la Patagonia andina, en tiempos en que todos los pobladores se conocían y ayudaban en la subsistencia. Trabajó en el Nahuel Huapi hasta 1922, cuando llegó un médico joven que tenía más derechos que él para ejercer su profesión, por ser argentino, y lo devolvió a su tierra.

Regresó a Bélgica. Dejó algunas deudas en un almacén y cientos de familias agradecidas por sus servicios que es justo considerar hazañas.

José Emmanuel Vereertbrugghen había nacido en la provincia de Brabante, Bélgica, el 28 de abril de 1862. Prodigioso pianista en su infancia, al llegar a la edad adulta eligió un camino inesperado para sus padres: estudió Medicina en la Universidad de Lovaina y se especializó en obstetricia y ginecología en Bonn, Alemania.

Luego de doctorarse regresó a Bélgica, a Amberes, donde estaba el tercer puerto en importancia del mundo; una de las ciudades más densamente pobladas de Europa. Allí conoció a María Julia Leopoldina de Mey, con quien se casó en 1892. De esa unión nació Benedictus, único hijo del matrimonio.

Una epidemia de difteria que se desató en aquel país atemorizó a la madre del niño, que temía que se contagiara. Ése fue uno de los motivos que los impulsaron a migrar. Hubo otros, sobre todo el espíritu de este matrimonio que buscaba horizontes amplios y ajenos.

"Primero migraron a Canadá, a un pueblito miserable de leñadores de la Columbia Británica -relata su nieto Andy-. Llegaron en 1901. Mi abuelo tenía entonces 39 años y revalidó su título en la Universidad de Victoria, cerca de donde residían".

Allí estuvieron unos seis años. A fines de 1906, la noticia sobre la posibilidad de adquirir tierras en un lugar muy bello de la Patagonia los decidió a empacar una vez más.

¿Por qué decidieron mudarse a la Patagonia argentina?

"Ante todo, creo que mi abuelo era un poco aventurero, al igual que mi abuela, porque se arriesgaron a

venir a un lugar que recién nacía, sin comunicaciones, aislado, perdido en la inmensidad de un país desconocido, nuevo. Mi abuela tenía una prima lejana acá, en Bariloche, casada con un belga; ella fue quien le habló de este lugar. Estos parientes vivían en la punta del lago Gutiérrez. La prima se escribía con mi abuela y le contaba que esto era maravilloso y que había una oportunidad para ellos porque en la zona no había médico. Este belga de apellido Le Beaux padecía de delirios persecutorios, de modo que debe haber sido el primer paciente del abuelo".

Y así se largaron a la Patagonia. Fue en el verano de 1907. Entraron a la Argentina por la puerta de acceso a la "Suiza sudamericana", por el paso Pérez Rosales, navegando por Puerto Blest. Tierras y Colonias ofrecía oportunidades para poblar este lugar y los Vereertbrugghen no las desaprovecharon.

José Emmanuel obtuvo tierras en una punta del lago Gutiérrez, el lote pastoril Nº 96, a 18 kilómetros de Bariloche. Desde entonces fue médico al mismo tiempo que atendió su emprendimiento sureño, una granja.

El doctor era un amante de la botánica, razón por la cual este bosque fue un paraíso para él. Estudió las plantas del lugar y aprendió sus propiedades curativas. Su esposa, tan apasionada como él por la naturaleza, le ayudaba a preparar medicamentos para sus pacientes, tal como lo había hecho en Canadá.

Atendía en un consultorio en la pequeña comarca andina, pero la mayor parte del tiempo era él quien se movilizaba para ver a sus pacientes.

"Creo que mi abuelo estuvo muy a gusto en este lugar. Amaba su profesión tanto como la naturaleza. Era muy estudioso, comunicativo, políglota... e incluso le gustaba mucho escribir, ¡hasta fue corresponsal de un diario de Buenos Aires! -recuerda su nieto-. ¡Se metía en política argentina y todo! Alguna vez le contó eso a Porcel de Peralta; yo era un pibe y él iba a la casa de papá para que le contara la vida de pioneros", relata Andy.

"Cuentan que mi abuelo cenaba y mientras tanto escribía en un pentagrama. Componía, era un gran organista y un pianista excelente. Mi abuela también; tocaban a cuatro manos de maravillas. Yo estudié piano pero toqué siempre el acordeón, soy músico pero músico de campo; en cambio, mi abuelo era prácticamente un concertista. Los ingleses a los que atendió en esta zona le obsequiaron un piano por sus atenciones. Ellos sabían que mi abuelo no tenía uno porque cuando andaba por las estancias de los ingleses se daba el gusto de volver a tocar".

Los estancieros encargaron el piano a Londres; vino desde allí al puerto de San Antonio, pero como nadie conocía al destinatario lo devolvieron a Inglaterra. Tiempo después el piano volvió a cruzar el océano, esta vez con destino al Nahuel Huapi, donde fue recibido por el feliz Vereertbrugghen. El piano que los ingleses le obsequiaron a su doctor está hoy en la casa de Andy.

En la década del '10 el Estado nombró con el grado de capitán a José Emmanuel médico de la Policía Fronteriza; la jurisdicción en la que debía atender se extendía desde San Martín de los Andes hasta la Colonia 16 de Octubre, en Chubut. Trabajo sacrificado y mal pago que terminó ahogándolo económicamente.

Contaba su hijo "Ben" hace unos años que su padre era un hombre desinteresado del dinero y que jamás se había atrevido a cobrarle al Estado sus sueldos atrasados, así como tampoco a sus pacientes de pocos recursos, razón por la cual fue endeudándose en el comercio de ramos generales del lugar. Su hijo, que tuvo tambo en el lago Gutiérrez y abastecía de leche la comarca, ofreció pagar esa deuda entregando leche como forma de pago al comercio. Así quedó saldada la deuda que su padre no había podido pagar antes de marcharse de la Argentina.

Historias increíbles que sólo los pioneros pueden mensurar.

 

CAMBIOS

En la década del '20 llegó a la región de los lagos un médico de origen argentino. Su nacionalidad obligaba a José Emmanuel a revalidar su título por segunda vez, pero ya tenía cerca de 60 años y decidió que era mejor volver a Bélgica.

Su único hijo, quien quería ser hacendado en estas tierras, no compartió la decisión. Y la firme determinación del hijo dividió a la familia, porque su madre no quiso dejarlo. "Cuando mi abuelo se fue, mi abuela se quiso quedar con su hijo en la Argentina. Mi padre ya había poblado acá y tenía metido en la cabeza el ser pionero. Eso no se saca así nomás", asegura Andy, que también conoce ese sentimiento.

Al regresar a Bélgica sus propiedades y algunos de sus sueños quedaron en manos de "Ben". José Emmanuel, por su parte, retomó la medicina: en Bélgica lo nombraron jefe de Cirugía del Hospital Central de Ginecología y Obstetricia. Trabajó allí desde 1922 hasta 1937, año de su muerte.

En la Patagonia argentina todavía lo recuerdan.

 

PRIMERA GENERACIÓN ARGENTINA

"Mi padre nació en Europa pero se sentía argentino. Amaba este país; hasta hizo el servicio militar en Buenos Aires, como granadero", relata Andy, el menor de sus hijos.

De su amor por esta tierra habla su biografía. Cuando el doctor regresó a Bélgica, "Ben" y su madre decidieron ser parte de la región de los lagos. En 1922 "Ben" ya estaba asentado en la costa oeste del lago Mascardi. Hacía lo que le gustaba, era ganadero y agricultor.

De algún modo los Vereertbrugghen, los hijos y nietos de "Ben", siguieron sus pasos: continuaron con un aserradero, las explotaciones turísticas, la actividad ganadera y un tambo, que actualmente tiene un hijo de Andy, veterinario que incursionó en la fabricación de un helado premium que hace en el mismo lugar en el que su abuelo tenía uno de los más importantes tambos de la comarca andina.

El Hotel Tronador y la hostería Pampa Linda siguen en pie, contando la historia de esta familia 80 años después de que hicieran las bases del primer alojamiento turístico de este lado de la cordillera. No sólo trajeron progreso al lugar; también innovaron y siguen aquí, fieles, escribiendo su historia.

El camino que llega hoy a Pampa Linda, previo paso por el Hotel Tronador, fue terminado por Parques en 1940. Entonces comenzó otra etapa para esta familia. Pero aun antes de esa fecha y de ese camino, la huella familiar estaba trazada.

(Continúa el próximo sábado)

 

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com



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