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\"La imaginación es más importante que la información\"

-¿Intenta copiar cosas de otros autores?

-Tengo una memoria muy mala. A la hora de escribir todo lo que uno leyó puede aparecer en algún lugar del inconsciente, pero no está buscado. No pienso en ese tipo de cosas pero sí en la manera de escribir. En realidad, escribo sin saber muy bien cómo va a seguir la historia. Eso es lo que me da ganas de escribir todos los días. Nadie me pide que termine mis novelas porque nadie las espera. Las hago nada más que por la pasión y las ganas. La única manera que encuentro es no saber muy bien qué es lo que voy a escribir. Tengo algo a grandes rasgos; en este caso, una anécdota primordial. Pero lo que todas las mañanas me da ganas de tomarme un mate y sentarme a escribir es no saber bien qué es lo que va a pasar.

-¿El libro lo persigue?

-Sí, es tremendo. Escribo novelas, no puedo escribir cuentos. Estuve hasta cuatro años trabajando en una novela y uno vive todo ese tiempo con eso en la cabeza a tal punto que es muy difícil mentir sociabilidad.

-¿Cómo es eso?

-Bueno, ahora estoy divorciado, pero básicamente porque uno puede mentir a corto plazo: "Me interesa mucho lo que me estás diciendo pero estoy pensando en otra cosa". Al cabo de un tiempo cualquiera se da cuenta de que vos estás metido en tu mundo. O haber quedado para hacer tal cosa y justo en ese momento tenés la necesidad absoluta de sentarte a escribir. Entonces cualquier plan se cae. Lo social es muy complicado para el novelista, porque uno está todo el día pensando en eso. O quizá estás durmiendo y salís corriendo a escribir algo porque si no te lo olvidás.

-Cuando escribe ficción, ¿ocurre que la realidad se convierte en un problema?

-En la literatura la imaginación es mucho más importante que la información. En "Montevideo", una novela mía de 1997, cuento quince días de Sarmiento en Uruguay en 1846, cuando empieza su viaje a Europa. Por información sabía que en Montevideo todas las calles eran de tierra. Sin embargo, en las primeras páginas, a Sarmiento lo hago caminar a propósito por una calle empedrada. Era mi manera de avisarles a los lectores más avisados que esa novela no pretendía ser histórica sino otro tipo de cosa con la lengua; no recrear o referenciar perfectamente a un Sarmiento en una época. No era que no tenía un saber. Tuve que decidir: me manejo en toda la novela cumpliendo estrictamente con la información que tengo o me dedico a imaginar una novela, un posible Sarmiento en una situación determinada.



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