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LA CRISIS INTERNACIONAL OBLIGA A LA ARGENTINA A ACERCARSE MÁS AL VECINO

Pese al incremento de las exportaciones nacionales en los primeros nueve meses del 2008, el saldo negativo del intercambio bilateral con Brasil ascendió a u$s 3.607 millones

Preocupación por una posible "invasión" de productos importados. Procedimientos para proteger la industria nacional y reforzar los controles a fin de combatir fraudes.

a crisis financiera prácticamente asfixió a la economía global, al punto tal que el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó una "recesión total". Por ahora en la Argentina, se prevén reducciones de los superávits comercial y fiscal, sobre todo por las caídas de las cotizaciones mundiales de determinados productos, en especial los granos -más allá de la incipiente recuperación de la soja y los perjuicios causados por las sequías-, el petróleo en 74,28 dólares el barril para entregas en noviembre y la divisa norteamericana en su "techo" más alto. Sin embargo, los pronósticos iniciales de Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de la Nación, fueron que la Argentina se encontraba en buenas condiciones para enfrentar la situación.

El panorama cambió. La titular del Poder Ejecutivo nacional reconoció en público, el 8 del actual, que "seguramente tendrá secuelas económicas y sociales". En ese momento anunció que demoraría la regularización de la deuda pública externa, principalmente con el Club de París y la reapertura del canje para los "holdouts". Ese día trascendió que una treintena de empresarios y funcionarios de Brasil y la Argentina se había reunido un mes antes en Buenos Aires, para analizar cómo insertar a la región en el mundo.

En el Ministerio de Economía y Producción consideraron que la desaceleración del nivel de actividad y la incipiente recuperación de la cotización de la soja todavía no obligaban a rever el proyecto de presupuesto nacional para el 2009. La economía crecería entonces alrededor del 4% -lo mismo pronosticó la UIA- frente al 7,5% u 8% de este 2008, con pérdidas de reservas por las intervenciones del Banco Central (BCRA) para moderar el alza del dólar y la reducción del superávit comercial. A fin de sostener el superávit fiscal, se frenarían obras públicas, recortarían subsidios o, lo que es lo mismo, descongelarían tarifas y bajarían las transferencias a las provincias y municipios.

Hubo actividades más afectadas que otras. Algunas redujeron operaciones, anticiparon vacaciones del personal para evitar despidos o lo suspendieron. También disminuyeron las inversiones inmobiliarias y los arribos de turistas extranjeros.

A la señora de Kirchner pareció interesarle cuánto les sucediera a los países compradores, por un lado, y a los que estarían en condiciones de "invadir" el territorio con sus mercaderías y perjudicar a la industria nacional. En uno y otro caso, Brasil figuró en primer término.

Ante semejante perspectiva, la Dirección General de Aduanas (DGA) reforzó los controles para combatir los fraudes comerciales, es decir: la subfacturación de las compras externas de 120 productos (electrodomésticos, textiles e insumos metalúrgicos).

Aunque no complació a los exportadores ni a la Unión Industrial Argentina (UIA), la titular del Ejecutivo ordenó al BCRA una "fluctuación controlada" del dólar, que no sobrepasara los 3,35 pesos. El Banco Central lo vendió manteniendo lo que su presidente, Martín Redrado, definió como una "flotación administrada" y opinó que "no es aconsejable acompañar con devaluaciones a otros países vecinos".

De esto se habló cuando se estimó que las ventas totales al exterior caerían 6.500 millones en el 2009, lo que significaría menores ingresos por retenciones -unos 1.100 millones-, aranceles, cheques, impuestos al valor agregado y a las ganancias y, por lo tanto, mayor presión para compensar semejante panorama con una suba del dólar.

Tanto la UIA como la Asociación Empresaria Argentina (AEA) coincidieron en que si Brasil devaluara y la Argentina no hiciera nada, las consecuencias de un tipo de cambio retrasado no serían siempre las mismas, ya que podrían sustituirse producciones locales por bienes importados, ocasionando menores resultados, despidos del personal y caídas del consumo. Y si esto ocurriera, se pasaría del crecimiento a la recesión, con el desenlace de la devaluación para ganar en competitividad.

Con el real desvalorizado, regresarían los turistas argentinos a Brasil, por lo que entidades del sector plantearon la necesidad de bajar costos y tarifas internas, mantener la competitividad y salir de la influencia del dólar.

Pese al incremento de las exportaciones nacionales, en los primeros nueve meses del 2008 el saldo negativo del intercambio bilateral ascendió a 3.607 millones de dólares y 64 períodos consecutivos de saldos negativos. Para financiar tales operaciones, los bancos locales contarán a partir de noviembre con 1.000 millones de dólares más, debido a que el BCRA flexibilizó los requisitos de inmovilización de los depósitos.

"Vivir con lo nuestro" -título de una legendario libro del economista, docente universitario y ex ministro Aldo Ferrer- fue el lema del confederal de la CGT, el 14 de este mes, donde se solicitó al gobierno la participación sindical en ocasión de "la indispensable adopción de medidas de emergencia que garanticen la soberanía productiva y el respeto irrestricto de los derechos constitucionales de los trabajadores". Esto sucedió cuando las suspensiones por falta o disminución de trabajo afectaban a unos 200.000 personas, junto con la caída de la demanda de nuevos puestos y los despidos selectivos y no masivos a través de retiros voluntarios o de procedimientos de crisis. Por ésos y otros motivos, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social acordó con la CGT y la UIA monitorear en forma conjunta el impacto de la crisis.

A la efervescencia bursátil mundial se sumó la de Brasil, que prometió liberar recursos para proveer de liquidez a los bancos por hasta 147.100 millones de reales (alrededor de 68.500 millones de dólares). Lula da Silva intentó asegurar créditos a las exportaciones, la agricultura y las obras públicas, incrementar las disponibilidades del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social

(Bndes) y recomponer el flujo de préstamos a empresas y familias. En seguida, manifestó que convocaría a una reunión del Mercosur para analizar la crisis.

Fernández de Kirchner también pretendió que el bloque del Mercosur diera una señal política de unidad y consolidó su estrategia de aferrarse a Brasil. Antes de la hecatombe, el 6 de setiembre, había viajado a Brasil en busca de financiación para que los industriales argentinos pudieran vender allí equipos, decidir la elección de la norma digital japonesa para la televisión -la misma que sólo adoptó Brasil- e insistir en que la integración regional era el único camino posible para desterrar los fantasmas que alejan a ambos países.

El gobierno nacional amplió el pasado 16 las licencias no automáticas para restringir importaciones y proteger al sector fabril de la competencia externa y buscó elevar el arancel externo común (AEC) del Mercosur para las compras de "sectores sensibles" (textiles, indumentaria y calzados). Poco se recordó que hace tres años Brasil y la Argentina adoptaron un "mecanismo de adaptación competitiva", que no se usó y preveía aranceles y cupos para proteger la industria local. Brasil, a través de Guido Mantega, ministro de Hacienda, advirtió que "debemos continuar abiertos, mantener la actividad globalizada, porque eso es beneficioso para todos los países". Paraguay adhirió a la posición de la Argentina de subir el AEC y se comprometió a llevar esa idea a la reunión del Consejo del Mercado Común proyectada para mañana (27) en Brasil para acordar posiciones comunes.

A todo esto, Fernando Fraguío, secretario de Industria de la Nación, recibió en Buenos Aires a representantes del Grupo Brasil -nuclea a las principales empresas de ese origen en la Argentina (ver cuadro)-, a las que comentó que "se analiza la forma de resguardar al industrial de la región de la llegada de productos extrazona".

MIGUEL ÁNGEL FUKS

miguelangelfuks@yahoo.com.ar

 



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