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Los fantasmas de los cayucos

Quienes fracasan en la tarea de llegar a Canarias en las frágiles embarcaciones vuelven a África perseguidos por las imágenes de los muertos en el intento y por extrañas apariciones en la travesía.

Tras fracasar en su intento por emigrar en cayuco hacia las Islas Canarias, jóvenes africanos van tirando por la vida en Nuadhibu, perseguidos por sus "amigos muertos en el mar" y por historias de "seres sobrenaturales" que aparecieron a los sobrevivientes de su letal travesía.

"Estoy un poco a ciegas aquí en Nuadhibu, ya no sé qué hacer", confiesa Yibril, un marfileño de 26 años, al salir de un curso de informática en la misión católica. Cuando llegó hace dos años a esta ciudad portuaria fue para alcanzar las Canarias pero antes de embarcar desistió por temor a la policía.

"Después de fracasar en mi viaje hice muchos trabajitos", explica en perfecto francés este "bachiller 2004": cargador, empleado de la limpieza, celador de barcos... "Este año muchos amigos murieron en alta mar... hay piraguas que se pierden, se quedan dos semanas dando vueltas en el agua y cuando ya no hay nada más que comer, hay que tener cuidado y protegerse las manos porque la gente, como tiene mucha hambre, puede morderte. Algunos se comen la madera del barco", dice.

"Y después están esos seres sobrenaturales que aparecen en las piraguas. Esos genios toman la apariencia de una mujer. Si tú les dices tu verdadero nombre, el mar se cambia en tierra y te entran ganas de saltar", añade.

"Lo que él cuenta no es delirio. Gente de tres o cuatro piraguas también lo ha contado", asegura más tarde Seylú, un guineano de 19 años que sólo se embarcó una vez, en el 2006: su piragua derivó y sólo alcanzó las costas marroquíes.

Ahora lo único que Seylú desea es regresar a Guinea a ver las tumbas de su madre y de su abuela, fallecidas durante su ausencia. Su espíritu parece oscilar constantemente entre el recuerdo de ese "muchacho guineano de 16 años muerto de agotamiento" después de una travesía y la idea de que "otro vive ahora en Barcelona". A su pequeña habitación vienen a conversar otros migrantes, como Karamoko, un maliense de 26 años que recuerda que la gente "rezaba" en la piragua que lo llevó hasta Canarias: un viaje exitoso porque "de los 76 a bordo sólo murió una persona, un ghaneano... tuvimos que echar su cuerpo al mar". Cuando lo devolvieron finalmente, casi "descorazonado", Karamoko volvió a Nuadhibu para trabajar en "la pesca de pulpos". En sus discusiones los peligros son bien sopesados: "los marroquíes, cuando detienen a los migrantes, los echan a la frontera, en el desierto. Hay que caminar mucho, y a mí no me gusta caminar", dice Seylú.

"Pero lo que más me desalentó fue cuando me enteré, a fines del 2007, de la muerte de cinco jóvenes cameruneses que yo conocía. Nos dijeron que su piragua había derivado durante 15 días, que sólo se salvaron siete de los 130 que habían embarcado". Un día Seylú vendió su televisor y dio "700 euros en efectivo" a un barquero, pero la travesía fue anulada. Bloqueado y sin su pasaporte, que "vendió", aún espera que le devuelvan el dinero.



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